De la mano de Manolo Caro (La Casa de las Flores), la familia vuelve a mostrar su lado más negro y crítico en Sagrada Familia, la nueva serie de Netflix.
Con 8 capítulos de casi 40 minutos, aproximadamente, de duración cada uno, Caro cuenta una historia de secretos, dudas y miedos. ¿El elenco? Apabullante. Con nombres como Najwa Nimri, Alba Flores, Iván Pellicer (Paraíso, El club de los lectores criminales), Álex García (Antidisturbios, Inmortal), Álvaro Rico (Élite), Ella Kweku (La monja guerrera), Pol Hermoso (Merlí,), Laura Laprida (hija de María Eugenia, una de las trillizas de oro, y actriz de Perdida e Historia de un clan), Fernando Andina (Sin tetas no hay paraíso) y Miguel Ángel Solá.
La maternidad parió esta serie. “La semilla fue el vientre subrogado, una plática con mis amigos, después el qué es ser madre y que he visto muchas mujeres ser muy buenas madres, también equivocarse, porque no es fácil” contó el director en una rueda de prueba en el marco de la presentación de la serie.
Al comienzo de la serie hay una interesante reflexión de la maternidad. La madre como cuidadora, dadora de amor y cuidados, pero por sobre todo, una madre como guardiana. La naturaleza ha provisto a las madres de un instinto de protección que no importa a qué se tenga que enfrentar, a la hora de defender a sus crías, no hay fuerza superior contra la que no pueda. Claro que hay tantas maternidades como mujeres en el mundo, así que generalizar es medio exagerado.
La muerte también ocupa un lugar preponderante en la serie y una frase que se repite, nos deja claro una cosa. Uno no muere cuando el corazón deja de latir. Hay muchas maneras de morir
SAGRADA FAMILIA, CUANDO EL PASADO ES UN FANTASMA
Una familia esconde un secreto. Eso queda claro desde el minuto uno. No sabemos qué, no sabemos por qué. Aunque el director no va dejando pistas, como las miguitas de Hansel y Gretel, para adentrarnos en una historia que cada vez nos atrapa más y más.
Los personajes son oscuros. Todos esconden algo. Gloria, además de un secreto, tiene miedo. Se le nota en los ojos. Todo el tiempo. Viviendo en una casa enorme con su bebé Hugo y sus otros dos hijos, el miedo, muchas veces, la supera.
En la nueva vida que montó, eso nos queda claro desde el principio, cada persona es una ficha, que ella mueve según el propio guion que armó para jugar con el destino y desafiar a la verdad. Una verdad que es tan retorcida, como la mentira que vive.
Gloria se rodea de gente, amigas del barrio que le sirven de pantalla. La última que llega es Alba Flores, que está tan lejos de Nairobi que nos hace extrañarla. Su personaje es frío, calculador y poco amable.
Al final del primer capítulo vas encontrando la punta del ovillo. Vas entendiendo un poco más de esta historia que es, pero que no es al mismo tiempo.
En una serie “más normal”, los malos tendrían que ser malísimos, pero en Sagrada Familia “los malos” se vuelven adorables, con sus miserias y su dolor, y “las víctimas” no se van a ganar tu empatía.