Reconocido sobre todo como dramaturgo, autor y director de obras de gran repercusión como La persistencia de los grillos o Pajarito, ganador incluso en 2016, 2020 y 2022 del certamen Vendimia con tres de sus obras dramáticas, Ósjar Navarro Correa sorprendió este año llevándose el primer premio en ese mismo concurso, aunque esta vez con una colección de poemas.
Desde Buenos Aires, donde reside, el autor habla del cuarto galardón que recibe de parte del premio literario más importante de Mendoza. En esta ocasión, Horizonte zen de hule, su libro, fue elegido por el jurado que integraron Susana Slednew, Fabián Almonacid y Carla MBarroso.
—¿Qué podemos saber sobre el libro con el que ganaste el premio Vendimia?
—Horizonte zen de hule es un conjunto de 36 poemas. Hacía mucho que no mostraba trabajo lírico. Me he dedicado más a la dramaturgia. Pero en este último tiempo me reencontré con un material que tenía ahí guardadito y lo empecé a trabajar de nuevo. Y después justo apareció la convocatoria al Vendimia.
—¿Esta colección ronda algún tema en específico?
—Siento que es un experimento dentro de mi escritura, básicamente. Siento que el lenguaje poético, la poesía como forma literaria está cargada de un peso muy fuerte, como que la poesía tiene que ser importante, ¿no? Y tiene que tener sentido y parece que esto fuera su corsé también. Con la poesía hay que nombrar, dar sentido, construir belleza… Y con este poemario lo que intenté, para mí mismo en primera instancia, es jugar un poco, salirme de ese formateo de lo que la poesía debe ser. Y empecé a trabajar en las palabras, como entidades propias, a intervenir en los vínculos entre las mismas palabras, cosa de lograr perder el sentido sintáctico y morfológico y apuntar más bien a la imagen y a la sonoridad de esa imagen, que se traduce a través de la palabra escrita. Intenté buscar una suerte de esqueleto del lenguaje, de osamenta, que contiene un sentido real, o que lo va a adquirir a medida que el lector pueda conjugar esa imagen y esa sonoridad desde su propia invención también.
—Decías que, tras haber estado volcado a la dramaturgia, te habías reconectado con el lenguaje poético…
—Con el poema como forma, digamos. La verdad es que la relación con la poesía siempre estuvo, desde adolescente y tengo incluso algunos poemarios publicados y publicaciones en revistas, pero después, cuando me vine a Buenos Aires, me concentré mucho en la dramaturgia, en escribir, en dirigir, y perdí un poco de la sintonía directa con la poesía como formato. Hasta que me reencontré con esos poemas guardados, como te conté antes, y los empecé a trabajar.
—¿Las voces de qué poetas te han ayudado a conformar tu lenguaje?
—Néstor Perlongher, por ejemplo, en el que encuentro que hay una especie de jugarreta irónica sobre la poesía. También César Vallejo, Enrique Molina, Vicente Huidobro, pero además soy muy lector de Víctor Hugo Cúneo, de Jorge Enrique Ramponi, de Ricardo Zelarrayán…
—Se puede decir, entonces, que tu poesía tiene lazos con lo que se llamó acá el “neobarroso”...
—Sí, posiblemente este poemario abreve en esos jugueteos con el lenguaje, pero más con la forma y con la imagen que con el sentido, mucho más. A mí me pareció re loco que lo hayan elegido.
—¿Qué lugar le ves a la poesía en este tiempo?
—Qué difícil… Igual la poesía es un gueto, en distintos tiempos y espacios siempre funcionó así, un reducto donde los y las poetas se juntan para escuchar sus voces, y la cosa se vuelve cerrada, ambigua, autorreferencial. Yo me siento siempre fuera de todo gueto, mirando lo que pasa y dudando todo el tiempo si mostrar lo que escribo. Me parece que uno arma guetos generacionales también. Y creo que hasta me corrí de aquellos en los que participé en algún momento, y ahora quedé medio como en una isla. Así que miro todo desde ahí, con mucha empatía, pero también medio avergonzado de mostrar lo que tengo. Veremos qué sucede con este poemario, si me aproxima o me da otro vínculo con el mundo poético mendocino.
—Igual, pareciera siempre que la condición de los poetas tiene que ver con el aislamiento, ¿no?
—Para la hora de la creación sí, pero a la hora de vociferar, de sacar afuera lo que se ha escrito, me parece que en estos nuevos tiempos se trata de ganar la calle, y en las manifestaciones hay poetas, y la lucha feminista también sacó las poetas a la calle. Hay algo también en la cosa gregaria de decir en voz alta el poema y que te escuchen en una pizzería, en un barrio, y eso está buenísimo. Hay un atrevimiento que yo admiro mucho en la nueva generación, es eso de volver a plantarse con la voz y con el cuerpo en la calle con sus poemas. Me parece bárbaro, aunque a mí me da terror.
En resumen
Ósjar Navarro Correa nació en Mendoza en 1969. Es titiritero, dramaturgo, poeta y director teatral. Desde 1986 realiza sus actividades entre Mendoza y Buenos Aires. Como dramaturgo recibió numerosas distinciones, entre ella los premios Vendimia por las obras teatrales Destacamento (2016), El río posible (2020) y Epitafio (2022), que también fueron publicadas y llevadas a escena. Es el último ganador del premio Vendimia de Poesía.
Adelanto: cuatro poemas de Horizonte zen de hule, de Ósjar Navarro Correa
5
trazó la tempestad frontera
dijo que sí un día
dijo que no otro día
dijo que todo habría sido un mal sueño
dijo que ahora estornudarían piedras
mientras tanto, piedras
y cosechas magras dijo
crepúsculos inhabitados dijo
ronco murmullo tosco dijo
21
inmediato fue el coro
o el eco
esa morfina voz plural rumiada ágape inconexa
chato coro o eco rancio en el estío
ventrílocuos anestesiados
rompiendo mis nervios de acero
27
nunca dije nunca
la boa reposa en salones desiertos
de recipientes opacos emerge luz
y desnudo en el agua me unto sal negra
32
elevé premura
la temperatura
de mis manos yermas
en un transatlántico pulpos irascibles
remueven el fango que no tiene ley