Pablo Fábregas es de esos tipos con el que la sobremesa de un asado debe durar más de lo previsto. Es gracioso, pero lo justo. Tiene una mirada particular de las cosas y siempre tiene algo interesante para decir.
Ahora llega a Mendoza con Inestable, su último show “nacido en pandemia” y en el que explora varios aspectos de la vida, de su vida. La cita es este sábado a las 21 en el Teatro Selectro.
Pablo, llegas a Mendoza con Inestable. ¿Qué nos podes adelantar del show?
Inestable es el show más grande que he hecho porque vamos con una banda en vivo. Si bien es un show básicamente de monólogos y estoy casi todo el tiempo solo en el escenario, lo acompañamos con canciones y videos. Es un show que habla de las cosas importantes en las que me puse a pensar en pandemia.
Atravieso por la paternidad, la pareja. Hablo mucho del parto de mi hijo. Me di cuenta hace unos cuántos años que había sido, tal vez, el momento más importante de mi vida. Y algo que me está gustando mucho es que terminamos proponiendo una nueva religión que incluye a todo el mundo y creo que le va a gustar a todos los que estén ahí presentes.
Me llamó la atención que destacaras lo del nacimiento de tu hijo y que hace un tiempo te diste cuenta que fue el momento más importante de tu vida, ¿Cómo es eso?
Siempre lo tuve como un momento importante. Creo que, a todo padre, digo pensando en una pareja hetero sexual tradicional, que presenciamos lo partos nos afecta porque está naciendo lo más importante que tenemos, pero hace unos cuántos años empecé a pensar en el parto como el momento en el que entendí que éramos animales y para estar más conectados con el universo, creo que hacía falta entender eso de: “Che, venimos de adentro de una mujer y no hay nada más animal que eso.
Cuando entendí eso cambió un poco mi forma de pensar y me puse a escribir, desde la comedia, sobre ese momento transformador para mí.
Este show nació en pandemia, ¿cómo la pasaste vos? ¿Crees que el humor fue un gran salvavidas en general?
Yo creo que el humor no cura. Nunca me cerró esa idea, pero creo que el humor es importante para empezar a curarse.
Me parece que el humor es el diagnóstico de que algo nos está pasando, después uno se tiene que poner a laburar para mejorar, para salir adelante. Me parece que cuando nos reímos de las cosas es que una parte nuestra ya la procesó. Si no están procesadas, para mí, ni siquiera podemos reírnos. Entonces ahí se vuelve valioso el humor.
En lo particular, al principio de la pandemia la pasé súper bien. Los primeros meses fue como, “bueno, estoy en casa y estamos en familia, estamos conectados, comiendo juntos, trabajando mucho”, pero en algún momento se me derrumbó ese mundo cuando no salíamos y se me derrumbó feo. Ahí fue cuando empecé un poco a escribir para exorcizar todo lo que me estaba pasando.
¿Se puede hacer humor con todo?
Creo que sí, el límite lo pone tu calidad como humorista y también tus experiencias vitales. A mí me duele mucho hacer humor desde el poder, ¿no? Esta cosa de reírse de los otros sin que eso signifique que te está afectando a vos el conflicto, entonces me parece que hay un montón de cosas con las que uno puede hacer humor, pero entendiendo que vos estás del lado del más desprotegido o que estás siendo irónico. Con los temas más complicados y más álgidos, el límite te lo pone la calidad del chiste.
Cuanto más complicado es el tema sobre el que estás hablando, mejor comediante o mejor comedia tenés que hacer, si no queda simplemente como agresión. No me molesta que la gente se ofenda, es parte de lo que hacemos, sin lugar a dudas, ahora, cuando solo es ofensa me parece que sos un tarado.
¿Cuál fue tu primer acercamiento con el humor? ¿Cuándo supiste que te querías dedicar a esto?
Nací en una familia que, si bien no es una familia de comediantes, ni mucho menos, el humor estaba siempre presente en nuestra mesa y en nuestras charlas, siempre.
El humor estuvo ahí, junto con nosotros, un integrante más de una familia de cuatro, en la que el quinto fue el humor, y la política también, estábamos muy atravesados por eso.
La verdad es que me costó convencerme de que este era mi carrera hasta que en algún momento dije, “Che puedo vivir escribiendo humor, Puedo vivir trabajando en una radio” y un día, desde arriba de un escenario, me di cuenta que estaba buenísimo este ida y vuelta entre la comedia y la risa.
Hay como una responsabilidad impuesta a los humoristas de que tienen que ser siempre buena onda, ¿no? Una obligación entre comillas...
En la vida cotidiana, y un poco habló de eso en Inestable, de por qué estamos ocultando la tristeza todo el tiempo, pero creo que es algo que nos pasa a humoristas, periodistas o a bancarios. Pero tengo que decir que en el escenario pasa algo. Yo no creo mucho en la magia ni nada de esas cosas sobrenaturales, pero pasa algo en el escenario que te pone bien, te pone de buen humor.
Arriba del escenario no me cuesta caretear nada, de hecho, no careteo nada, una vez que estoy ahí arriba, como que cambio naturalmente. Pretender estar todo el tiempo contento es una estupidez, terminas siendo un maníaco depresivo. Pero a veces sí, hay una exigencia puesta en “che, vos sos un ccago de risa” y no, “hoy estoy triste, hermano, qué queres que te diga”.
¿Cómo te llevas con la radio y cómo es ese vínculo con Sebastián (Wainraich) y Julieta (Pink)?
La radio es mi segundo hogar, no solo porque hace un millón de años que hago radio, sino porque hace 14, casi 15 años, que estamos los tres. La radio me pone bien hasta los días que no tengo ganas de ir a la radio. Una vez que estoy ahí, que se prende la luz roja algo pasa y es mi zona de confort. Una hermosa zona de confort y por las que además recibimos un sueldo.
Solo tengo agradecimiento y felicidad por lo que me está pasando actualmente con la radio y lo que me pasa hace un montón de años. Hicimos un cambio, ahora estamos en una nueva frecuencia y este nuevo estilo que estamos haciendo, sumándole mucha más imagen, video en vivo y esas cosas. Yo venía con un poco de desgaste personal y esto me regaló años de oxígeno, así que estoy súper contento.
¿Cómo te llevas con las redes sociales y con toda esta camada de influencers que hacen humor en las redes?
Yo me llevo bien, es parte de mi trabajo y soy una persona que se adapta fácil a los cambios. Agarré a las redes, en particular a Instagram y la abracé y hoy es parte de mí.
Trabajo, me gusta mucho, pero no es natural y le tengo que poner trabajo. Me tengo que poner horas, sentarme y tomarlo como si fuese un laburo, porque naturalmente no me sale. Y en cuanto a la cantidad de chicos y chicas que aparecieron en este medio, me parece alucinante. Estoy encantado y aprendo, la verdad que el código se los voy robando a todos esos chicos y chicas. Me gusta lo que está saliendo y admiro a muchos y muchas de las influencers.
¿Cuál es tu vínculo con Mendoza?
Mi vínculo con Mendoza es muy importante. Siempre tuve como objetivo, tener por lo menos unas 3 visitas anuales a la provincia ya sea trabajando o con turismo y trato de mezclar ambas Mi vínculo con Mendoza es amor absoluto. Uno, desde afuera, siempre ve el jardín del vecino más verde, pero siento que es un gran lugar para vivir. Cuando estoy en Mendoza me siento mejor, me gusta mucho. Gastronómicamente es impecable e ir a los viñedos a comer me parece lo mejor del mundo. No soy un tipo que todos los días de su vida se toma vino, pero sí me di cuenta que me gusta descorchar un vino caro y disfrutarlo.