¿Por qué hacer un remake en live action de “Pinocho”? Es tal vez la primera pregunta que a uno le asalta. ¿Por qué live action? ¡¿Y por qué “Pinocho”?! Son los primeros interrogantes de una catarata de cientos de ellos.
El énfasis viene a caso de que, en menos de un mes, dos películas de esta simpática marioneta han llegado al streaming: primero a HBO Max el “Pinocho” de Matteo Garrone (que en realidad es de 2019) y después a Disney Plus la homónima de Robert Zemeckis.
Todos conocemos la historia y su moraleja: no mentir. La marioneta de madera que quería ser de verdad no le hace caso a su conciencia y se mete en un montón de líos. Él miente y le crece la nariz. Su papá lo sale a buscar y se lo come una ballena. Humo. La ballena estornuda y se salvan. Al final se convierte en un nene de verdad. Todos felices. Fin.
Tampoco es la historia favorita de Disney de los niños. De nadie, me arriesgaría a decir. Y con los live action pasa algo, tal vez, parecido: “Aladdin” pasó sin pena ni gloria, lo mismo que con “El Rey León”. No así con “La Bella y la Bestia”, que fluye. Los personajes, las canciones y la historia fluyen sin la venta del “con personajes reales” en luces de neón.
Saliendo de la historia propiamente dicha, todo lo que hay en la película de Zemeckis está de más. Y es difícil no querer a Zemeckis, quien nos dio glorias como “Volver al futuro”, “Forrest Gump” y “Náufrago” (y también otras más cuestionables como “Beowulf” o la reciente “Brujas”, protagonizada por Anne Hattaway, pero eso es otro debate).
Los personajes de este filme son fieles a la versión original de Disney (basada en el cuento escrito por el italiano Carlo Collodi allá por 1882) y a la imagen que casi todos tenemos como referencia a la hora de hablar de “Pinocho”. Es decir: tierno, ojitos dulces y un sombrero que visto de lejos tiene mucho de la pelota de Pixar.
Concebido como musical, se queda a medio camino. Musical es “Mary Poppins”, que te tiene una semana coreando “supercalifragilísticoespialidoso”, pero acá solo un par de canciones que no pegan como deberían.
Tal vez lo más sobresaliente de la película sea la escena de los niños en la isla de los juegos. En este pasaje del cuento, los niños son llevados por un cochero hacia un paraíso en el que no hay reglas y los adultos no tienen voz ni voto. Muchas luces, efectos y golpes a los sentidos. Acá es cuando uno se puede inquietar, o mejor dicho salir del letargo de lo que uno está mirando.
Uno hace el esfuerzo por quererla. ¿Cómo no vas a querer una película de Zemeckis en la que Tom Hanks hace de un adorable señor de lentes? Pero se hace cuesta arriba. Punto para las incontables referencias a otras películas de Disney y de Zemeckis en la pared de rejoles cucú de Gepetto.
Distinto, pero muy distinto, es lo que pasa con la Pinocho, también versión live action de Roberto Benigni. Dirigida por Matteo Garrone, esta película de 2019 es tan oscura y grotesca que no podes dejar de mirar. ¿Es buena? Puede ser ¿Es mala? No sé si para tanto, pero sí es atrapante.
Dura, violenta y sucia, este Pinocho es tan incómodo que uno no puede dejar de mirar lo que pasa. Roberto Benigni no es más que Roberto Benigni haciendo emocionar, poniendo caras y gritando con los brazos abiertos, pero te atrapa en los primeros minutos del film.
Lejos, bastante de la edulcorada versión del señor viejito que sueña con un hijo y talla madera a la luz de la vela, la película de Benigni se planta en una época de roña y hambre. Un Gepetto famélico que con el cincel rasca pedazos de queso para vivir. Un leño mágico que sacude un poco la historia y todo se termina de acomodar con el “nacimiento” de su hijo.
Los personajes son incómodos y son tantas las licencias poéticas que se toman en la película que, siguiendo la premisa con la que empezamos, a la cinta le sobra como una hora.
Dulzura y candidez versus violencia y roña. Dos Pinochos diferentes. La misma historia con distintas luces. ¿Era necesaria otra película de Pinocho? Tal vez no, pero si querés ver (sin niños) un Pinocho, Benigni le gana la pulseada a Tom Hanks en este duelo de marionetas mágicas.