Liliana Bodoc se fue muy rápido y los últimos renglones de su libro quedaron en blanco. Sus hijos Romina y Galileo, herederos de un compromiso inquebrantable con los lectores, se dieron a la titánica tarea de terminar el libro “Crónicas del mundo”, que culmina la trilogía “Tiempo de Dragones” y que es uno de los puntos más altos de la Feria Internacional del Libro de Mendoza que termina mañana domingo. La presentación es hoy a las 19 en la Sala Tito Francia.
Así se cierra un ciclo literario que Bodoc dejó inconcluso cuando nos dejó en febrero de 2018 (llegaba de la Feria del Libro en La Habana, Cuba, y la muerte la sorprendió con 59 años).
¿Cómo se hacía? Galileo reconoce que en su momento barajaron la idea de que la obra quedara así y resolver todo mediante un epílogo bonito y chau. Pero no. Ese habría sido “un mal camino”, como lo define él.
“Era una manera muy formal, muy fría, y que realmente no se condecía con la artista que fue Liliana y lo que ella predicó siempre. Lo que nos enseñó toda la vida era absolutamente lo contrario, era no solemnizar, dialogar con el arte y hacerlo propio”, describe Galileo.
La solución vino de la mano de un cambio de narrador absoluto, pidiéndole permiso a la ficción. “Lo que hicimos fue tomar un personaje que ella había dejado, una niña aprendiz de alquimista. Sinceramente no teníamos idea cuál era el propósito final que Liliana quería darle, pero fue como si todo hubiera estado puesto ahí para nosotros. Así lo sentimos, sentimos que fue la mejor decisión comprometernos de esa manera y trabajar como ella nos había enseñado muy duramente. Fueron dos años de trabajo muy arduo y meticuloso”, reconoce.
La pandemia fue la guardiana de esos escritos y dadora de un tiempo que hasta ese momento los hermanos no tenían. Durante esos años, Galileo y Romina conectaron con todos los elementos necesarios para terminar la obra alumbrados por la presencia eterna de Liliana y su legado de talento y compromiso.
¿Qué pasó cuando el último punto cerró la historia? La pregunta es casi obligada. Y Galileo responde rápido y con cierta emoción. “Pasó hace poco, así que lo tengo re fresco”, cuenta más que entusiasmado. “Fue como despertar de un sueño del que no habíamos podido parar de soñar. Desde el momento en que tomamos esta decisión, la sentimos como una especie de epifanía. Sentimos que Liliana se estaría muriendo de risa, de alegría, de que hubiéramos tomado esta decisión así de esa manera, con aventura, valor y con creatividad, sobre todo”, describe Galileo de una manera muy vívida sus emociones.
“Es realmente una gran satisfacción y nos sentimos muy felices de haberlo hecho así y habernos arrojado a ese vacío en el que constantemente nos encontramos con pistas que nos había dejado Lili, y sentir que estábamos siendo fieles y consecuentes con lo que pensamos y lo que nos enseñó”, se emociona.
A lo largo de la charla, el hijo de Liliana Bodoc hace especial hincapié en “lo que nos enseñó” y sobre el tema asegura que Liliana fue una maestra de la vida: “Haciendo este trabajo descubrimos como una especie de escuela invisible de toda la vida que no habíamos pensado con objetividad. Nos dimos cuenta que ella, en todos los actos, nos enseñó constantemente como hijos y nos trasciendo a los dos porque ella hacía eso con todas las personas que la rodeaban, incluso con personas que veía una sola vez en la vida”.
Pero eso no fue todo. Galileo no deja de destacar una de las cosas más importantes que Liliana dejó. “El arte hecho con servicio, con humildad y con y para los otros, es una herramienta de un enorme poder transformador, para los demás y para quien lo ejerce”. Frase que podría quedar como máxima para la vida cotidiana.
Trabajar en esta obra, terminar el trabajo de Liliana los acercó de una manera poderosa y sanadora. “Fue realmente terminar el duelo y entrar en otra etapa donde pudimos volver a ver sus vídeos, a escucharla, leerla, hablar de ella y pensarla, sin la enorme tristeza que, por supuesto, siempre tendremos. Ayudó muchísimo a resignificar todo y a poder volver a conectarnos con alegría sincera y con ganas”.
Todo esto, además de emociones, despertó en los hijos de Liliana Bodoc muchas ideas y proyectos. El sueño de una Escuela Bodoc, de ver nacer un movimiento, ya se instaló en la mente inquieta de estos hermanos que quedaron con ganas de más. De seguir trabajando juntos y con el recuerdo de Liliana como bandera.
La tarea invisible de Lilana Bodoc con sus hijos dio frutos. Su legado es de una profunda sabiduría y de entender al arte como herramienta de poder para construir un mundo mejor.
Hoy son Galileo y Romina quienes cierran esta saga, esta historia que empezó su mamá con hojas en blancos y que se fue llenando de personajes increíbles y aventuras. Casi como la vida misma.
Al cierre de la charla, Galileo suelta una frase tan linda como profunda: “Es un honor estar representándola, aunque preferiríamos un millón de veces que estuviera ella, pero la realidad es la que es. Hay que hacerlo con amor y, de alguna manera, dejar de llorar porque todo lo que dejó es muy feliz. Dejó un mundo mejor y eso es para celebrar, no para llorar.”