El rating de Marcelo Tinelli va en caída libre. Llegó a tocar los 5 puntos, algo histórico para el conductor, que supo ser lo más visto de la televisión argentina, en una época dorada en donde, con la mirada de hoy, la pantalla era casi un circo. Este miércoles, todo eso volvió al Bailando: strippers, baile del caño, polleritas cortas de las bailarinas de Pasión y Alcides cantando “Violeta”.
Sí, todo eso pasó en una noche. Charlotte Caniggia llegó con el baile del caño a la pista del Bailando y se desató el caos. Primero, la hija de Claudio Paul bailó caño junto a su compañero y, en general, tuvieron una muy buena devolución. Los cuatro, Ángel, Pampita, Moria y Polino, la llenaron de halagos, y la joven terminó cosechando 26 puntos.
Claro que con el palo de pole dance ahí, o baile del caño como lo conocimos toda la vida, Marcelo no podía perder la oportunidad de hacer todo un bloque de programa con eso. Primero entraron Sol 1 y Sol 2, las nuevas figuras satélites del programa. Como fuese Tito Speranza en su momento, las Soles son dos mujeres trans que desde el costado del estudio, lograron llamar la atención de Tinelli y cada día ganan más protagonismo.
Después fue el turno de la instructora de pole dance, que trabajó con el equipo de Charlotte, y que, invitada por el conductor, nos hizo volver a la época del corte de pollerita y de una Marcelo Tinelli toquetón e invasivo. Las botas bucaneras de la instructora fueron la “pollerita” de hoy y Marcelo, bien pegado a la pierna de la mujer, fue quien se las desprendió.
Si hasta ahí te pareció un montón, después vino “la sorpresa” que tenía prepara Charlotte Caniggia. ¿Cuál era esa sorpresa? Dos strippers que fueron directamente a atacar al jurado. Mientras uno intentaba, en vano, que Ángel De Brito le tocara la panza, él otro se abalanzó sobre Moria Casán y tras rodearla con un cinturón empezó a bailar detrás de ella.
Tinelli, rápido de reflejos, los sacó de allí y los llevó a la pista, en donde los hombres hicieron lo que fueron a hacer, sacarse la ropa. Con ropa interior negra que tenía sus nombres impresos, los bailarines amagaron con sacarse la ropa. Al costado había mujeres filmando y Marcelo hizo el comentario sobre las mujeres que se quejan de esto en televisión, como ninguneando el discurso feminista. Ante la confesión de una de ellas de que era bailarina de burlesque, el conductor la llevó al centro y lo demás es una sucesión de imágenes con el bailando del 2000, que daba más vergüenza ajena que otra cosa.
Después llegó el turno del Tirri, el primo de Tinelli, que iba a bailar cumbia. Para acompañarlo, al estudio del Bailando, llegó toda la gente de Pasión de Sábado, con productores, conductores, bailarinas y el siempre vigente Alcides.
Después de enfrentar a sus bailarinas con las de Pasión y decir que las chicas del staff del programa de cumbia eran gauchitas porque comían cualquier cosa y las de su programa eran problemáticas porque una era vegana, la otra solo comía sushi, y hacer de lo “groncho” una virtud, le prestó atención a Alcides, quien terminó cantando Violeta en el medio de la pista, con trencito y todo.
Una oda a los ‘90-2000, con todo lo peor de esa época, que sí, en algún momento causó gracia, pero ya quedó demodé, o no. En la Argentina ya nada nos sorprende y que vuelva una época tan polémica no nos escandalizaría tanto como otras cuestiones más profundas.
¿Está bueno que nada nos sorprenda? No sé. Viendo 15 minutos de este programa es como viaje en el tiempo en el que hay un sinfín de agravios disfrazados de chistes. Un comentario de una chica trans y uno de los reidores de siempre poniendo voz gruesa. Un Tinelli metiendo alfajores enteros en la boca de la gente.
Y así desde que arrancó esta nueva edición del bailando. Participantes agrediendo entre sí y él, el conductor del programa, haciendo un circo con la frágil salud mental de un participante.
Algo que se vivió en medio de tanto caos y pasó un tanto desapercibido hasta que la agredida anunció su renuncia al programa, fue que Coti Romero, ex Gran Hermano, hizo alusión a que, entre dimes y diretes, acusaban a Zaira Nara de estar en el programa por lo que elegantemente se conoce como “casting sábana”, claro que ella fue más soez y no es necesario reproducir lo que dijo.
¿En serio? ¿En el 2023? ¿Qué pasó con la libertad de la mujer, el empoderamiento y la sororidad? Mujeres peleándose entre sí, sacando lo peor de sí y con un nivel de agresividad letal. Creí que ya estábamos a años luz de eso. Parece que no.
Qué poco pillo es Tinelli, me sorprende, de no emular algo de Gran Hermano. Haciendo una lectura muy por arriba, ganó Marcos, el pibe que menos problemas dio en la casa, el que menos ruido hizo. Como productor y hombre de tele, debería haber leído eso como el mensaje de que la gente ya está cansada del conflicto.
Convivimos día a día con violencia en el aire. Los precios que suben es violencia, la inflación es violencia, la incertidumbre es violencia y, en ese escenario, la gente quiere prender la tele y desconectarse. Pero el público maduró, está buscando otra cosa.
No es que esté buscando la solución a todos nuestros en televisión, y menos en el Bailando, pero sí creo que Tinelli tiene todo a su alcance para dar un mensaje que claramente no está dando. Sus bailarinas siguen siendo todas preciosas, lindas y hegemónicas, su discurso sigue avalando ese show monstruoso en el que no le importa mostrar cómo se llevan a un famoso en ambulancia por un ataque de pánico, como tampoco le importa violar la intimidad de otro leyendo los mails que le mandó, en este caso Alexis, ex GH, a su ex novia Coti.
Siento, después de haber visto este programa, que no sólo no vamos para adelante, sino que vamos para atrás. Por un par de horas fue volver a los años 2000, a lo más feo y bizarro. Un Tinelli moderno y de pelo claro que se quedó en una época nefasta.
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