Un día Natalie Pérez sintió que “se le estaba pasando la vida” y decidió a irse por todo: a lanzar su carrera musical, a desintoxicarse de las cosas que le hacían mal y hoy, a sus 35, está en un estado de plenitud profesional y personal que no pocos envidiarían. La pandemia, que para muchos fue un quiebre, para ella fue un renacimiento.
Lo prueba su segundo disco, “Detox”, que dio a conocer en 2020. Y también lo demuestra que haya podido balancear de tal manera su vida que puede un día hacer un show multitudinario y al otro ensayar para una obra de teatro que será furor en el próximo verano: “El divorcio”, que protagonizará con Luciano Castro, Carla Conte y Pablo Rago en Mar del Plata. De esto y otras cosas habla en esta nota que dio a diario Clarín.
-No te animabas a cantar hasta que en un momento, a los 30, te lanzaste…
-Desde la actuación me tocó cantar muchas veces porque en todas las novelas infanto-juveniles que hice siempre tenía que cantar. Por una razón u otra me hacían cantar. Entonces sentía que estaba bueno porque era a través de un personaje. Empecé a quedar en obras musicales de teatro y todo el mundo me decía “dale, canta, está bueno”. En mi casa siempre me dijeron que tenía que cantar y yo decía “no me animo”.
-¿Por qué no te animabas?
-Me parecía muy íntima la situación de cantar, sobre todo la de componer. Sentía que a través de un personaje había una máscara, algo que me estaba protegiendo. Quizás era eso: un miedo, un pudor de escribir mis canciones, mis historias y cantarlas, ponerle la voz. La voz refleja todos nuestros estados. Cuando estás emocionado, enseguida se ve.
-¿Qué hizo que te decidieras a mostrarte sin esa máscara?
-Que un día dije “se me está pasando la vida, la juventud y todo” y creo que está bueno intentar hacer las cosas que a uno le gustan. No quedarse con las ganas. Yo siempre digo que si vos laburás y no jodés al otro, tenés que hacer lo que te gusta. O por lo menos intentarlo. Si no, siempre hay otros nuevos caminos por tomar. Pero dije ¿y me voy a quedar con esta sensación de qué hubiera sido? Si es algo que lo re puedo hacer, es algo artístico, me formé para esto, ¿qué me traba? Entonces fue eso, decir: “Che, ya no soy más una adolescente”. Soy una mujer joven pero bueno, se pasan los años también. Me empezó a dar miedo y me dije que es ahora, tiene que ser ahora. Entonces fue medio como un impulso a probar.
-Has comentado que estás en la búsqueda de tu identidad musical, ¿esto se traslada también a vos como persona?
-Sí, claro. Escribir para un artista, o para cualquier persona, está buenísimo porque es como ir al psicólogo un poco, hacés una catarsis. La letra viene de historias, de anécdotas, de momentos, de experiencias. Entonces escribir todo eso, automáticamente modifica mi presente todo el tiempo. Porque voy aprendiendo de mí misma, de otras situaciones. Veo, leo y escucho las primeras canciones que hice y obviamente digo ‘ay no, por qué puse esto’. Es una evolución también, es parte del camino, nadie nace sabiendo nada, entonces voy aprendiendo de todo. De mí sobre todo.
-¿Y qué es lo que buscás?
-Además de la identidad musical, que es mi búsqueda, también es una búsqueda personal, de evolucionar en todos los sentidos, de ser mejor persona, de cuando alguien me dice algo responder bien y no responder mal… Estoy buscando evolucionar o mi mejor versión que creo que nunca se termina… Es como cuando te acercás al horizonte y el horizonte siempre está lejos, pero también eso es una motivación para seguir avanzando. Entonces es un poco eso. La perfección no existe, ir en búsqueda de la perfección quizá te puede enloquecer, pero digo cómo acercarse a lo mejor de uno en todo sentido.
-¿Sos muy autoexigente?
-Yo no me había dado cuenta que era autoexigente, me lo empezaron a decir distintas personas: mi profe de guitarra, mi profe de canto, mis amigas. Pero yo no me daba cuenta de esa exigencia que tenía conmigo misma. Que la tengo, pero también soy como súper relajada, me perdono un montón de cosas. Estoy aprendiendo, me equivoco y creo que de ahí se arranca. Aprender a equivocarse, aceptar los errores, perdonarse, perdonar a los demás…
-Cuando lanzaste “Detox” dijiste que tenía que ver con años tóxicos que atravesaste, ¿cómo fueron esos años?
-Estaba trabajando demasiado, demasiado, demasiado... Toda mi vida no paré de trabajar. Y siento también que en ese exceso de trabajo estaba tapando quizás otras cosas… como ¿cuándo te dedicas un rato para vos? Sea ir al psicólogo, hacer gimnasia, ir a pintarme las uñas o a teñirme el pelo. Siempre evitaba todos esos momentos. Era trabajo, trabajo, trabajo. Y eso te contamina porque uno también tiene que tener una vida social, que este trabajo de repente tiene que querés ir a bailar con tus amigas y si estás en la novela del momento es un caos. Entonces me empecé como a encerrar mucho, mi vida, mi guarida, mi casa, mi guitarra, mis animales... Y después que a veces quizá uno no toma buenas elecciones y no tiene buenas juntas, por decirlo de alguna forma. Son compañías divertidas para un momento y después sentís que ya no es más por ahí.
-¿Qué fue lo que más cambió en vos durante esos años tóxicos?
-Quizás lo que cambió en mí tenga que ver con la inseguridad y la seguridad. Antes todo me daba inseguridad, que un poco habla de la autoexigencia... No era buena en nada: no era tan buena persona, no era tan linda, no era tan buena amiga, tan buena novia, tan buena hija. Siempre medio que me doy con un caño. Y empecé a perdonarme y a quererme, que creo que es al final lo que tenemos que hacer: aceptarnos, perdonarnos, querernos. Ir buscando mi mejor versión me hizo entender que las personas que están al lado mío, o que yo quiero al lado, me tienen que aceptar y querer como soy y el que no quiera estar es porque bueno, tendrá otro camino, algo mejor… y no depende de mí.