A 40 años de la muerte de John Lennon: cómo fue el día que la música se quedó sin su héroe

El 8 de diciembre de 1980 se cometía el asesinato más terrible y famoso de la música. La crónica de la noche y la grandeza de un hombre que cantó al amor y a la paz.

A 40 años de la muerte de John Lennon: cómo fue el día que la música se quedó sin su héroe

¿John Lennon? ¿O Jack Lemmon? El periodista Alan Weiss, quien a causa de un accidente en moto estaba de casualidad en la guardia del Roosevelt Hospital de Manhattan, no podía descifrar bien el nombre que balbuceaban los médicos. O no podía creerlo: en esa noche en la que la temperatura bajaba de cero grados, era el dios mismo de la música, ex integrante de Los Beatles, el que se estaba desangrando en una camilla, con cuatro balazos gatillados directo al pecho.

Ese 8 de diciembre de 1980, Weiss no sabía que iba a vivir en primera persona uno de los días más tristes para la música. Un auto que lo había levantado por los aires lo había dejado confundido y con heridas leves, pero aun así pudo seguir la situación de cerca y así -mediante un telefoneada de contrabando- ser el primer periodista que confirmó al mundo que John Lennon había sido asesinado. El canal en el que trabajaba, ABC7, tuvo la negra exclusiva.

El disco "Double Fantasy" se lanzó pocos días antes de su asesinato.
El disco "Double Fantasy" se lanzó pocos días antes de su asesinato.

En esos minutos vio escenas dantescas. Lennon había ingresado bajo el seudónimo de John Doe, un nombre ficticio que usualmente se usa en Estados Unidos para reservar identidades. Cuando una enfermera le sacó su billetera del bolsillo pudo comprobar quién era. Un médico, ante el pecho abierto del ídolo, intentaba estimular los latidos del corazón con su propia mano. Una mujer asiática, tapada en un tapado de visón, iba y venía por los pasillos gritando. La acompañaba el productor musical David Geffen. Cuando le dijeron que no habían podido hacer nada más para revivirlo, su desconsuelo le hizo a Weiss confirmar que se trataba de Yoko Ono. Fue declarado muerto a las 23.15.

Pocos minutos después los reporteros taparon la salida del hospital, dejando para la historia las fotos de la viuda más famosa y odiada de la música en su momento de más grande dolor.

Con el correr de las horas se reconstruyeron los hechos: poco antes, a las 22.50, Lennon se había bajado de su limusina frente al edificio Dakota, donde vivía junto a Yoko Ono y su pequeño hijo Sean, y fue interceptado por un fan al que había visto pocas horas antes ese día y al que le había firmado la copia de “Double Fantasy”, que había sido lanzado pocos días antes. “¡Mister Lennon!”, le gritó, y una vez capturada la atención, apuntó su pistola 38 y le asestó cuatro balazos, que impactaron en su hombro, tórax, pulmón y arteria subclavia izquierda. Solo le erró un tiro.

Lennon pudo sostenerse unos pasos más hasta llegar al pórtico del edificio, mientras el asesino, quizás incrédulo de su delito, solo se quedó inmóvil, dejando que lo arrestaran. Cuando John Lennon cayó a la vereda helada, dejó tirados alrededor los casetes de “Walking on Thin Ice” que había terminado de grabar un ratito antes en el estudio. “Hielo, hielo, hielo”, canta ahí la juguetona voz de Yoko Ono, una voz totalmente ajena a los males del mundo.

El asesino se llama Mark Chapman. En ese entonces tenía 25 años y dijo no haber podido resistir a las “voces” que lo impulsaron a matarlo. Fanático de los Beatles desde muy joven, cristiano practicante y con un fuerte instinto de culpa, destruyó sus discos el día que Lennon proclamó en una entrevista con el London Evening Standard que los cuatro de Liverpool eran “más populares que Jesucristo”. Probablemente desde ese día lo odió y se organizó durante meses para el magnicidio.

Está sentenciado a cadena perpetua y este año se rechazó su unédicima solicitud de libertad condicional. Está convencido de que Jesús lo ha perdonado.

Las repercusiones

Es una “gran tragedia”, afirmó horas después del asesinato el presidente electo de Estados Unidos, Ronald Reagan, mientras que miles de personas se empezaban a congregar en torno al Dakota, cerca de Central Park. El 14 de diciembre, entre 100.000 y 200.000 personas desafiaron el frío para rendirle tributo.

En Miami, Los Angeles, Chicago, Seattle o Boston, decenas de miles de admiradores se reunieron “en parques, plazas, simples estacionamientos o en el anfiteatro natural de Red Rocks, en las Rocosas, donde los Beatles habían dado un concierto en 1964”. Centenares de radios estadounidenses divulgaron incesantemente música de los Beatles durante toda una jornada, y observaron los diez minutos de silencio deseados por la viuda del músico.

“Hay que remontarse a la trágica muerte de John Kennedy o del pastor Martin Luther King en los años 1960 para encontrar semejante conmoción por la muerte de una personalidad”, aseguró ese día la agencia AFP.

En el Reino Unido, el impacto fue enorme. En Liverpool, ciudad natal del músico pacifista, “unas 20.000 personas cantan a coro ‘Give Peace a Chance’”, al final de un concierto organizado en su honor ese 14 de diciembre.

Junto al pequeño Sean.
Junto al pequeño Sean.

Como en las épocas de la Beatlemanía, los fans lloran y se desmayan. “John Lennon no ha muerto. Mientras viva su música, él no morirá”, lanza el antiguo empresario del grupo, ante la enlutada muchedumbre.

Los homenajes atravesaron la cortina de hierro y llegaron hasta Moscú, donde la policía tuvo que intervenir para dispersar a centenares de jóvenes congregados cerca de la universidad, portando retratos de Lennon.

Hoy, cuatro décadas después de ese día que enlutó al mundo, aún se venden a elevados precios en las subastas algunas de las reliquias del ex-beatle: el piano en el que compuso “Imagine” fue vendido en 2000 en Londres por 2,45 millones de euros y una de sus guitarras por más de 2 millones de dólares en Estados Unidos en 2015. Algunos nostálgicos tampoco dudaron en pagar 182.000 dólares, por un par de sus famosos anteojos de sol redondos, e incluso 35.000 dólares en Texas en 2016 por un mechón de su cabello.

Esa triste noche se encendió un mito que todavía fulgura. El 5 de diciembre de 1980, tres días antes de morir, John Lennon le dijo a la revista Playboy que él no creía en el ayer y que la vida recién empieza a los 40 años, edad que había cumplido el 9 de octubre de ese año. “¿En qué creo entonces? En todo lo que está por venir”, lanzó, como una misteriosa premonición de su futuro eterno.

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