“Quien puede con lo menos puede con lo más”, asentó alguna vez Robert Bresson. Y hoy lo sutil, lo pequeño, lo íntimo, parece haber quedado relegado en el cine por la urgencia, la estimulación y la desmesura. Como si cada obra debiera ser una épica extendida de la extrema felicidad o el sufrimiento, tanto de los seres que habitan el relato como de sus creadores. Afortunadamente, algunos cineastas aparecen para hacer honor a las máximas del maestro francés: es el caso de Guillaume Brac, uno sin ego y, a la vez, declarado crítico de la pantalla elitista.
El director es uno de los más sólidos en el ejercicio de plasmar en imágenes las complejas relaciones que establecemos los seres humanos. Parece haber bebido bastante para sus trabajos de la contemplación visual y de los personajes de Éric Rohmer, un tono en el que se ubica “¡Al abordaje!” (À l’abordage, 2020), su última película. El filme pasó por la Berlinale el año pasado y llegó por estas latitudes en la plataforma MUBI, donde están disponibles sus propuestas anteriores.
Básicamente, “¡Al abordaje!” es la historia de tres jóvenes incompatibles que pasan su verano de camping en el sur de Francia y se enfrentan al amor, a las fricciones sociales y a sus propias frustraciones. Sin empalagar al espectador, Brac apuesta por un cine amable, abierto y sensible, que acaricia el alma cuando uno ni siquiera sabe que lo necesita. Se sitúa en fragmentos de la vida, recordándonos el potencial que tiene cada ordinario momento para transformar a quien lo atraviesa. O en otras palabras, esa experiencia extendida de vida que solamente el cine puede crear.
En la película tenemos a tres veinteañeros (dos negros y uno blanco) de distintas realidades en París. Una noche, el entusiasta Félix (Éric Nantchouang) conoce a una chica del sur llamada Alma (Asma Messaouden), con quien se queda hasta el amanecer a orillas del Sena. Él no quiere que el abrazo sobre el césped pase al olvido, así que convence a su amigo Chérif (Salf Cissé) de acompañarlo en un viaje a la región de Drôme, donde Alma pasa sus vacaciones.
Mientras Félix se gana unos mangos cuidando ancianos, el tímido Chérif se las arregla como repositor en un supermercado de barrio. Ambos contactan al chofer de una app, el educado y “nene bien” Édouard (Édouard Sulpice), para que los lleve al sur del país. Las cosas no salen como se esperaba, y el improvisado trío termina instalado en carpa a la vera de un río durante una semana. Allí fluyen las infinitas posibilidades de la juventud: el destino, la transformación y la fraternidad.
“¡Al abordaje!” apela a resignificar el verano, entendido para Brac como una distensión admisible de los límites propios de la estructura espacio-tiempo. Es la ilusión de la libertad, de lo eterno y de lo inesperado.
Para el elenco, el director francés eligió rostros ignotos del Conservatorio Nacional Superior de Arte Dramático de París. Además, en su intento de reforzar el realismo, decidió coquetear en algunos tramos de esta comedia romántica con el documental, algo que ya había desarrollado en la recomendable e igualmente veraniega “La isla del tesoro” (L’île au trésor, 2018).
Brac enfrenta a dos polos opuestos como son Félix y Édouard, pero halla en sus conflictos (uno se obsesiona con la chica que lo repele, al otro le urge que alguien lo aprecie) el potencial de entendimiento de la generación centennial. Sin embargo, quien se gana merecidamente la atención en el relato es Chérif, el temeroso y apático del trío, al forjar un encantador vínculo con una joven mamá llamada Hélena (Ana Blagojevic). Entre sutilezas, la pareja de tortolitos exorciza la tensión racial, los roles de género y la asignación de clase.
“¡Al abordaje!” también es una interpretación de Brac sobre la tradición del cine francés y el necesario traslado a las inquietudes actuales. Hay cierto eco obvio de “Pauline en la playa” (Pauline à la plage, 1983) por una cuestión de influencias, pero lo que en otras manos sería condena del pasado, aquí es diálogo y comunión.
Brac quiere honrar a sus ídolos y conectar a los jóvenes con otras épocas. De por sí, el inicio del viaje es posible gracias a que Félix le consulta a una de las ancianas que cuida si vale la pena el riesgo de recorrer 600 km por amor. Y ella, con envidiable franqueza y sabiduría, le confía que es mejor arriesgarse que no hacer nada: “Si es terrible, lo sabrás”. Frase reciclada, sí, pero recordatorio de las falencias de una juventud atosigada.
Con la política casi omitida en el filme, Brac podría haberse limitado cómodamente a la comedia de enredos. Ejemplos a lo largo del metraje le sobran: la convivencia en la carpa, la excursión donde sale todo mal, la noche de karaoke… Pero para él es necesario el riesgo unido a la entretención, como la frase de asalto típica de los piratas explicitada en el título.
“¡Al abordaje!” no es una película de tuertos, maleantes y desalmados. Brac confía en una generación que sea capaz de devolver la innata condición lúdica e inesperada del cine.