Hoy HBO inaugura su temporada de documentales 2020. Y para abrir el ciclo invita a sumergirnos en la biografía de un genio. El laureado documental “Piazzolla, los años del tiburón”, quinto largometraje de Daniel Rosenfeld, captura desde la intimidad al gran compositor y bandoneonista, que el año próximo cumpliría 100 años. Se podrá ver a las 22 en la señal HBO, y también quedará disponible en el streaming, HBO Go.
El filme, que se estrenó en cines argentinos en agosto de 2018, recorre vida y obra del artista a partir de archivos privados abiertos por su hijo Daniel, un material sutil y sensible desde el que Rosenfeld plantea una aproximación novedosa. “Para mí significó un privilegio poder ingresar a ese mundo privado no como alguien que quiere espiar, sino como alguien que quiere entender de dónde viene la música”, confesó el cineasta durante una entrevista con Télam.
El realizador y productor, de 47 años, celebró que la película sobre el compositor de “Adiós Nonino”, “Libertango” y “Oblivion” -por citar apenas tres piezas de su profusa producción- se pueda ver en un medio como HBO, que “permitirá que se vea en toda Latinoamérica de una manera masiva”.
En esa veta, el hacedor de filmes como “Al centro de la Tierra”, “Cornelia frente al espejo”, “La quimera de los héroes” y “Saluzzi, ensayo para bandoneón y tres hermanos”, agregó que “el hecho de acercarle a Piazzolla a la gente está muy bueno porque estamos camino a sus 100 años de Piazzolla y sigue siendo impresionante la vigencia de su música”.
“Este estreno -ponderó Rosenfeld- puede hacer que mucha más gente se logre meter en el arco musical de Piazzolla, que es inmenso y que vio cambiar la música y el mundo”.
“Es una película sin entrevistas, armada a partir de los archivos inéditos que muestran la cocina de un artista, cómo se crea algo, cómo se arma, cómo se desarma y cómo es tan importante el amor, el desamor, los lazos de las familias a la hora de crear. Todo ese cóctel está en la película y yo me siento más cerca de una historia cuando me puedo identificar. Y esta película es también una película sobre una hija buscando a su papá y un padre encontrándose con su hija y sobre Daniel, último testigo de ese núcleo familiar de la infancia”, explica.
-¿Hubiera habido documental si no contabas con ese archivo familiar?
-Pescar, componer y salir de gira eran como tres grandes actos para una película de Piazzolla, pero de no haber habido archivos muy íntimos no me hubiera sentido capaz, porque lo más importante de Piazzolla es su música y había que poder contar algo distinto y trabajar en la dramaturgia del filme. Fue fundamental encontrar esos archivos y cuando los hallamos en el garage de Daniel nos dieron la posibilidad de meternos en la intimidad creativa de Ástor.
-¿Sentiste que con la película lograste ir más allá de una obra musical descomunal?
-Hay un cliché de lo que uno piensa que es Piazzolla, pero hay muchísima gente muy joven que vio la película sin estar metida en su universo musical y, claro, lo ve como alguien que rompe moldes, que persigue un sueño, alguien que lucha por algo que quiere, que va mucho más allá de lo que puede pensarse. Y también habla de qué es hacer vanguardia.
-Además, y no solamente en el título, aparece a alegoría del tiburón que ayuda a delinear al personaje...
-Lo de los tiburones provoca diferentes lecturas, no es algo que tenga un único sentido, Es el momento de la infancia donde Daniel pescaba con su papá, es lo que dice Ástor sobre esa experiencia en la que pescar es esperar y cuando espera muchas ideas musicales vienen y es también la inmensidad del mar en el sentido de su época más creativa. Por otro lado la fuerza de ese animal en el agua haciendo esos ruidos está muy bien plasmada en su tema “Escualo” y uno puede imaginar todo eso junto al escucharlo.
-Pese a tu conocimiento previo sobre la música y la vida de Piazzolla ¿hubo algo que te sorprendió de esta exploración para el filme?
-Hay algo que me sorprendió realmente. Yo tenía el sentimiento de que la música de Piazzolla estaba muy unida al Río de la Plata, a Buenos Aires, a Montevideo, a Mar del Plata y al hacer la película me di cuenta que la gran unión de su música era con Nueva York. Su música pertenece ahí porque es el lugar de la infancia y pude entender lo importante que era esa ciudad para él y por eso quiso sistemáticamente ir a vivir allí para repetir la historia de su papá, de Nonino. Hay algo que al final no quedó en la película, pero Ástor cuenta que cuando su papá volvía de trabajar, él lo veía llorar escuchando tangos y entonces dice “a mí no me gustaba esa música que lo hacía llorar a mi papá”.