Su taller no es un lugar sagrado, pero si su reducto. Sus hijos transitan por el lugar, mientras Campi prepara las máscaras, pelucas y vestuario de sus personajes. Una tarea que se repite todos los días como parte del ritual de la creación.
Martín Mariano Campilongo, más conocido como Campi lleva treinta años en la actuación y aunque siente el mismo vértigo y nervios a la hora de subir a un escenario, sabe que a lo largo de su derrotero no traicionó su pasión; hacer reír a la gente. Del off porteño llegó a la televisión con el “Tigre” Pucheta y la Nona Anyulina, personajes que descollaron en la tribuna de “Nico”, el programa conducido por Nicolás Repetto en 1994.
Después vino VideoMatch y la caracterización de los políticos le valió el reconocimiento popular. El latiguillo: “Usted es un pusilánime” parodiando al militar Aldo Rico logró ablandar a uno de los personajes más controvertidos de la política en aquellos años.
Hoy, Campi es quien trae el humor y las risas a “Flor de Equipo”, el programa de Telefe conducido por Florencia Peña, donde el actor sorprende cada mañana personificando a alguno de los invitados. Un ida y vuelta delirante que se roba todas las miradas.
“Estoy en el taller terminando la máscara de Fernando Burlando, armando la nariz de goma y viendo la peluca que voy a usar”, dice al teléfono el comediante que con sus intervenciones consigue picos de rating en la mañana.
Pero su talento y cintura para el humor es a base de un trabajo minucioso, que comienza en el taller armando las máscaras y el vestuario de los personajes, hasta el momento en que se prenden las luces del estudio o el escenario y despierta carcajadas sin descanso al público.
“Yo no concibo mi laburo de otra forma. Podría llegar y que me esperen con una peluca que nunca vi o el vestuario. Para mí el laburo de jugar a ser otro es de punta a punta, no un tramo final. Yo disfruto todo el camino de armar un personaje. Desde que empecé esta profesión hace 30 años hago esto, armo el personaje desde mi casa, lo voy puliendo y de alguna manera es terapéutico. Es una parte del laburo que me gusta mucho y que no estoy dispuesto a perder. Es mi estilo.
-¿El taller es un lugar sagrado o se comparte con la familia?
-Es mi lugar, pero entran al taller. De hecho acá en frente está Isabela estudiando para un examen, como es el lugar donde hay mejor señal de internet se vino a estudiar acá. Es un lugar abierto a mi familia, pero es mi reducto.
La caricaturización de Juanse, Lizy Tagliani, Daniel Araos, Carmen Barbieri, su compañero Paulo Kabla o Marcelo Polino, hasta Abel Pintos son parte de los famosos que visitaron el programa y el actor puso el cuerpo para interpretarlos y tener un mano a mano delirante.
“Juanse puso como condición de ir al programa si hacía la personificación. Y ya me pasó con Abel Pintos lo mismo. Y se armó esa dinámica que es parte de la visita, me traen vestuario para estar iguales. Lizy me trajo zapatos, es como jugar entre ambos y es genial. A mí me divierte mucho, porque no es una zona de riesgo, vienen a jugar, saben que mi juego es inofensivo, que no los voy a poner en orsai ni mucho menos, nos divertimos todos. Si tengo que hacer un personaje que es prejuzgado por mí, prefiero no hacerlo. Pero no me suele pasar y por lo general también los elijo. Es de a dos el juego, me tiene que entretener y divertir.
-Además de este juego que se da en la tele, ¿qué personaje todavía no te animás a personificar?
-Mañana (por el martes pasado) me toca Burlando y la última palabra la voy a tener cuando la tenga armando en mi cara, porque es un personaje que lleva mucha prótesis y me da un poco de miedo. Entonces adelanté que si no me gusta como quedó, no lo hago. A esta altura elijo que hacer de acuerdo al resultado. Yo hago la caricatura, que no sea dañina, no hago imitaciones, no me considero un imitador. Cuando empecé a laburar uno de mis primeros trabajos fue hacer caricaturas en una revista y ahora hago lo mismo pero en mi cara.
-De todo el proceso de interpretar el personaje, ¿cuál es el más engorroso?
-No, no hay algo que me parezca difícil. Yo soy un actor y lo disfruto mi trabajo. Además tengo que pagar cuatro coberturas médicas de los chicos (ríe). Pero no me considero un imitador, soy comediante, soy actor. Al no pensar que sos un imitador me aliviana la presión, porque no me meto la presión de que tiene que estar igual y hago divertir a la gente.
-¿Hay mucho de improvisación en el mano a mano al aire en el programa?
-Sí. Siempre tengo una base, pero con Juanse no usé nada de la base que tenía. Lo que sucede es que nadie me ve antes que salga en vivo, ni la conductora, solo el productor que me lleva hasta el piso. Entonces es una sorpresa para todos y es mi estilo de laburo. Yo laburando con Tinelli era igual; Marcelo no me veía hasta que salía al aire. Hoy hay mucha confianza y saben que va a estar bien. Hoy Juanse pidió verme antes y fui a su camarín, pero sin el armado del muñeco. Y el humor es sorpresa, porque sabes que el tren va a ir para la derecha y de pronto volantea y va para la izquierda. La sorpresa es el humor.
Con el cierre de los teatros por la pandemia, Campi dejó las tablas obligado aunque viene de protagonizar un éxito de la calle Corrientes. Se trata de “Los Bonobos”, una comedia producida por Yankelevich y protagonizada por Lizy Tagliani, Peto Menahen y Oski Guzmán.
-¿Cuándo comenzás tu show sentís el mismo vértigo en el teatro que en la tele?
-La verdad que antes de salir al teatro o al piso, me arrepiento de haber vendido el videoclub (ríe). Me da mucho vértigo y pasaron 30 años y la sigo pasando mal cuando estoy por salir. Me pongo muy nervioso, me da miedo y esas inseguridades del actor las tengo intactas. Pero piso el escenario o un set de grabación y doy gracias a Dios que vendí el videoclub.
-Sin falsa modestia, ¿te considerás uno de los mejores comediantes de la Argentina?
-No. Trato de no creer nada de eso. Una vuelta salía de hacer “Videomatch” en el antiguo Telefé, y en la puerta había una señora que me ve y me dice: “Campi vos sos el mejor. Miro el programa por vos”. Y me abrazaba. Entonces yo me re inflé. Y atrás mío venía Yayo y la misma mujer le dijo lo mismo. Entonces a partir de ahí yo no creí en eso. Yo hago mi laburo y no creo si soy el mejor o el peor. Soy alguien que sabe hacer su trabajo y me encanta lo que hago.
-Si haces un solo personaje ¿te aburrís?
-Sí, no sé si me aburro, pero se me hace largo el año. Me tocó hacer tiras y disfruté mucho del elenco, de los compañeros, pero que todo el año sea el mismo personaje se hace cuesta arriba. Ahora con la publicidad del supermercado todas las semanas va cambiando el sketch y el personaje. Me contrataron por una campaña de seis meses y voy a sorprender con distintos personajes todo el tiempo. Es parte de mi estilo, no me repito y también me contratan sabiendo eso.
-¿Ves comediantes de afuera?
-Sí, todo el tiempo. Durante muchos años soy el director Artístico del Festival de Humor Argentino. Entonces estoy obligado a ver cosas del resto del mundo y me da curiosidad, estoy todo el tiempo nutriéndome de eso.
-¿Cuál es la clave para hacer reír en estos tiempos?
-Los argentinos tenemos la capacidad de empeorar día a día, siempre se puede estar peor (ríe). Lo hemos demostrado a lo largo de la historia. Hay distintos recursos, Les Luthiers tiene un humor más rebuscado e intelectual. Y puede ser que lo mío sea un humor más sencillo y popular, para que lo entiendan todos. En este momento que estamos viviendo, hoy vale el humor que une y no separa. Nos damos cuenta que nos podemos reír de lo mismo, no es momento de molestar al otro. El humor es una herramienta perfecta para molestar al otro y al mismo tiempo para enamorar. Es un abanico de opciones. Y es momento de elegir ese humor que nos une y nos podemos reír de lo mismo, sin lastimar el doble. Creo que hoy, ese tipo de humor vale el doble.
-¿Tu familia heredó ese interés por la actuación como vos?
-La más grande está estudiando Administración de Empresas, nada que ver (ríe). Las dos más chicas sí, son más histriónicas. Pero la más graciosa de mi casa es mi mujer. Es desopilante, todo el tiempo. Ella tiene el primer lugar.