En la trinidad de los tenores famosos italianos de la primera mitad del siglo XX hay tres nombres: Enrico Caruso (el más famoso, sin dudas), Beniamino Gigli y Tito Schipa.
De los tres, el único que visitó Mendoza fue Schipa. Y dos veces: tal como contó él en un extenso reportaje que aquí rescatamos y que es un documento histórico de gran valor, aquí tenía uno de sus mejores amigos. Quizás por eso nuestra provincia, tan lejana de su Lecce natal, fue una de las primeras ciudades que le abrió los brazos en los principios de su carrera. Y siempre lo agradeció.
La ilustre segunda visita, que es la que quedó mejor documentada, fue en 1934: por esos años, ya era un verdadero divo, aclamado no solo en los teatros, sino también en el cine, a través del cual habitualmente se daban a conocer los cantantes famosos.
A continuación, el reportaje que Los Andes publicó el 31 de julio de 1934, el día después de la llegada de Schipa. Al día siguiente, el 1 de agosto, dio un único concierto en el Teatro Independencia. El autor de la entrevista se desconoce.
"Eran las 14.20 horas de ayer cuando el avión “Santa Mariana” aterrizaba en el aeródromo de Los Tamarindos. El sol de la tarde, fuerte, esmaltaba la plataforma de aterrizaje y ponía brillos de plata en las alas del majestuoso pájaro mecánico que descendía. Hay pocas personas en el campo de la Panagra. Solo aquellas que están en el secreto.
Tito Schipa llega.
Sí. Porque el gran tenor italiano, cuyo arribo estaba señalado para el día de hoy, quiso entrar a Mendoza silenciosamente, de incógnito, sorpresivamente diremos, escapando a las manifestaciones populares que se originan siempre a la llegada de las personalidades famosas. Cuando la portezuela del avión se abre y aparece por ella el divo, se produce una pintoresca congestión frente a la máquina. Los amigos de Schipa se precipitan a su encuentro y por unos momentos se figura que se pierde en un tropical remolino de abrazos. Dejamos que se sosiegue el rumoroso júbilo, y nos acercamos entonces al ilustre viajero.
-¿Ya el reportaje?- exclama, sorprendido y sonriente- ¡Y yo que creía venir realmente de incógnito!... Bien, bien, estoy a la orden de Uds.
Hacemos el viaje de vuelta a la ciudad en el automóvil que ha ido a esperar al tenor. En el camino, mientras el auto devora la carretera del Borbollón, Schipa hace el elogio entusiasta de nuestra ciudad, de nuestra campiña, de nuestro cielo.
Afectos antiguos
-Créame - nos dice. No son mis palabras sobre Mendoza las obligadas que debe pronunciar todo viajero de paso, las circunstanciales y diplomáticas del turista. Vengo a Mendoza porque me gusta, porque amo a su público, porque ocupa un lugar importante en mis afectos sentimentales. Aquí - y nos señala Schipa al señor Humerto Giannicari que ha ido a esperarlo a Los Tamarindos- tengo a uno de mis mejores amigos. Nacimos en el mismo pueblo, fuimos compañeros de infancia y de los años mozos y amigos siempre a través del tiempo. Además, recuerdo siempre con cariño a Mendoza porque fue una de las primeras ciudades en que actué como cantante, en el periodo inicial de mi carrera.
Con María Barrientos en el Municipal
-¿Hacia qué año fue? - Preguntamos
-Con precisión no podría decirles- responde. Creo que era allá por 1912 o 1913, en el primer año de mi actuación en los tablados líricos. Trabajé entonces junto a la estupenda cantante que fue María Barrientos, en el teatro Municipal. Llevamos luego nuestra conversación con Tito Schipa a un terreno más personal.
-¿Cuál es su personaje favorito, su ópera favorita?, decimos.
-Inclino mis simpatías por el soñador Werther y “L’elisir d’amore”, aunque es casi par mi predilección por las óperas “Lucia di Lamermoor” y “El barbero de Sevilla”.
Tango, fox-trot y “canzonetta”-
Sabemos que Ud., señor Schipa, es entusiasta cultor de la música, de las canciones populares americanas, ¿siente preferencia por alguna?
-¿Se refieren al fox-trot? No lo canto nunca.
-No, no- aclaramos. Hablamos del cancionero americano, en general.
-Hay motivos mejicanos y centro-americanos que me agradan mucho por su dulzura melódica. Pero por sobre todo ellos coloco al tango. Hay en él concentrada fuerza expresiva, hondo sentimiento y es por ello que me gusta cantarlo. Vale para mi tanto como las “canzonettas” napolitanas.
Un poco de cinematógrafo
-¿Es cierto que filmará películas en Hollywood? Requerimos luego.
-Exacto. Pero primero cumpliré un contrato con una productora italiana en Roma, con la que ya filmé “Tres caballeros de frac”. He recibido ventajosas propuestas de las empresas yanquis para hacer películas de largometraje y creo que no pasará mucho tiempo sin que me vean Vds héroe de alguna comedia-musical americana. En Estados Unidos, por otra parte, ya llevo hechas más de 20 películas, aunque todas de cortometraje, en las que aparezco cantando solo o en dúo.
-¿Y resulta más provechosa la actuación en el cine que en la escena lírica?
-Eso depende, es un asunto elásico. Todo va en los contratos que se firmen.
¡$40.000 en una función!
-¿Cuál es la mayor suma que ha recibido por función?
-Este también es un asunto elástico. Así, por ejemplo, en el Metropolitan Opera House, de Nueva York, en las temporadas de ópera, percibo 3.500 dólares por función. En el Colón, de Buenos Aires, vengo percibiendo en liras un equivalente de 14 mil pesos argentinos. Ahora bien: en un solo concierto en el Teatro Municipal de San Francisco de California, que tiene una capacidad de 13 mil personas, obtuve un beneficio neto de 12 mil dólares, o sea algo más de 40 mil pesos argentinos.
Vamos entrando, mientras conversamos con el famoso tenor, a las calles céntricas de la ciudad. Arriesgamos entonces las últimas preguntas.
-¿Solo el concierto del miércoles ofrecerá?
-Únicamente. Luego me dedicaré a mis amigos y a visitar de nuevo muchos lugares de esta provincia que me son gratos. Y el viernes parto a Buenos Aires, para cumplir esa noche mi compromiso en la ópera “La sonámbula”, en el Colón.
-¿Y sus actividades futuras? Interrogamos finalmente, a tiempo que el automóvil se detiene frente al Plaza Hotel.
-Ópera y conciertos en Río de Janeiro, ópera en el teatro Scala de Milán, ópera en el Metropolitan House. Siempre canto- nos dice estrechándonos cordialmente las manos, en despedida- matizando con un poco de cinematógrafo.