Es frecuente ir a ver una película y escuchar en la sala a algún desconocido de la fila de adelante remarcar en voz alta (¡shh!) lo que “descubrió” en pantalla, como si el resto no fuera capaz de hacerlo. Algo como que en “Avengers: Endgame” (2019), hay un guiño a la pelea del ascensor en “Capitán América y el soldado del invierno” (Captain America: The Winter Soldier, 2014), a su vez inspirado en un momento similar visto en “Duro de matar 3: la venganza” (Die Hard with a Vengeance, 1995). Que en “Red social” (The Social Network, 2010), Mark Zuckerberg crea una cuenta con el nombre Tyler Durden como el protagonista de “El club de la pelea” (Fight Club, 1999). Y que todas las películas de Pixar comparten un mismo universo porque siempre muestran la famosa pelota, la camioneta de Pizza Planet o el código A113.
Estamos ante las referencias que directores (y productores) insertan a mansalva en sus películas para generar una complicidad automática con los espectadores. Ya sea para conectar eventos a modo de serial -como pasa con cada entrega del Marvel Cinematic Universe (MCU), sus vínculos a viñetas específicas y las escenas poscréditos- o para homenajear alguna obra propia o ajena, lo que fortalece un tejido cultural que genera gratificación en el visionado.
No es un concepto nuevo, por supuesto. Tomando la teoría bajtiniana, la filósofa y teórica búlgaro-francesa Julia Kristeva utilizó la noción de intertextualidad para referirse a una relación de reciprocidad que se da entre los textos, lo cual provoca que cada uno reaccione a otro precedente porque absorbe y transforma. Es similar a lo explicado por una de sus influencias y referente en la semiología, Roland Barthes. En su libro “S/Z” (1970), el francés definió que todo texto es una “cámara de ecos”, en el sentido de resonancia de discursos por la que el lector toma una posición de dominio que juega y moviliza los roles definidos con el autor.
Este espacio de encuentro entre ambas partes tiene ejemplos en el cine de diversas maneras, ya sea como una broma interna, la aparición inesperada de una persona, una ruptura de la cuarta pared, un simbolismo o una conexión a modo de homenaje. El propio Alfred Hitchcock fue uno de los primeros en jugar con los llamados easter eggs (huevos de Pascua), respetando su prolijidad y elegancia características.
En “Ocho a la deriva” (Lifeboat, 1944), el maestro del suspenso aparece en el aviso publicitario de un diario, mientras que en “Festín diabólico” (Rope, 1948) muestra su perfil en un cartel de neón ubicado en el exterior de la habitación donde transcurre toda la acción.
Antes que Stan Lee compartiera pantalla con sus héroes en carne y hueso, Hitchcock realizó cameos en la mayoría de sus filmes, casi siempre en los primeros minutos de metraje, con la intención que luego los espectadores no se distrajeran buscándolo. Por mencionar algunos, en “Intriga internacional” (North by Northwest, 1959), el director pierde el colectivo cuando aparecen los créditos; en “Psicosis” (Psycho, 1960) está camuflado en el exterior de la oficina donde Marion Crane trabaja; y en “Los pájaros” (The Birds, 1963) sale de la tienda de mascotas con sus dos perros Sealyham terrier.
Otro modelo de in-joke es el caso del actor Kevin McCarthy, quien irrumpe en el remake de “Los usurpadores de cuerpos” (Invasion of the Body Snatchers, 1978) y dice la misma frase que en la película original de 1956: “¡Están llegando!”. Nadie mejor para advertirlo, ¿no?
Como guiños también pueden recuperarse los dedicados entre Sam Raimi y Wes Craven. Para “El despertar del diablo” (The Evil Dead, 1981), Raimi incluyó en un plano el póster de “Las colinas tienen ojos” (The Hills Have Eyes, 1977), tal como hizo Craven en esta última con el afiche de la spielbergiana “Tiburón” (Jaws, 1975). Más tarde, imágenes de “El despertar del diablo” aparecen en la tv cuando Nancy se duerme en “Pesadilla en la calle Elm” (A Nightmare On Elm Street, 1984). Y el icónico guante de Freddy Krueger se aprecia en dos tomas de “Evil Dead II” (1987), colgado en la pared de la cabaña.
Otro par de amigos que hizo uso del recurso fue el de Steven Spielberg y George Lucas.
El director de “Indiana Jones y los cazadores del arca perdida” (Raiders of the Lost Ark, 1981) añadió un jeroglífico de R2-D2 y C-3PO y en la secuela (“Indiana Jones y el templo de la perdición”, 1984) bautizó un club como Obi-Wan. Lucas devolvió el favor en “Star Wars: Episodio I - La amenaza fantasma” (Star Wars: Episode I - The Phantom Menace, 1999), al insertar digitalmente a E.T. como integrante del Senado.
Algunas referencias son más poéticas: las naranjas volcadas en la calle cuando le disparan a Vito Corleone en “El Padrino” (The Godfather, 1972) o la X que se ve en varios planos detrás de los personajes de Leonardo DiCaprio, Matt Damon y Martin Sheen en “Los infiltrados” (The Departed, 2006). Y otras pueden funcionar como “predicciones” (o testeo de mercado), como el cartel en Times Square de Batman vs. Superman en “Soy leyenda” (I Am Legend, 2007), nueve años antes del estreno de la película de superhéroes.
También está el caso de “The Disaster Artist” (2017), que exige un vínculo previo del espectador con los despropósitos de lo que terminó siendo “The Room” (2003). Similar es “Mi nombre es Dolemite” (Dolemite Is My Name, 2019), donde se simula el rodaje y la recreación de un hit del blaxploitation, “Dolemite” (1975). Igualmente, esta última sale airosa, ya que evita quedarse en la anécdota y reivindica el material original.
La lista de referencias es infinita, pero no por eso exenta a seguir un patrón. En 2014, investigadores de la Universidad Northwestern de Illinois hicieron un análisis de más de 15 mil películas, lo que permitió posicionar cuáles son las más referenciadas por otros directores.
En base a los datos de IMDb, identificaron que “El mago de Oz” (The Wizard of Oz, 1939), “Star Wars: Episodio IV - Una nueva esperanza” (Star Wars, 1977) y “Psicosis” (1960) encabezan la lista con 565, 297 y 241 citas, respectivamente. Una de las conclusiones del estudio señala que el pico de menciones suele darse 25 años después del estreno, mientras que las comedias son las que más suelen incluir enlaces al cine de acción.
Debido a la redituable nostalgia, las conexiones entre las películas son cada vez más extrañas, incluso con reformulaciones al concepto raíz. En 2019, Marvel Studios llamó a J.K. Simmons, el J. Jonah Jameson de la trilogía de Spider-Man de Raimi, para que repitiera el papel en el universo del actual arácnido. Cuando Spielberg adaptó en 2018 la novela “Ready Player One”, la saturó con tantos personajes de la cultura pop que derivó en un “¿Dónde está Wally?” al verla. Ni hablar de “Star Wars: Episodio VII - El despertar de la fuerza” (Star Wars: Episode VII - The Force Awakens, 2015) y su calco espiritual de la del ´77…
El problema no es la referencia per se sino cuando la escena, secuencia o largometraje completo establece una relación de dependencia con el guiño para justificar su razón de existir. Entonces, ¿intertextualidad o vaguedad del fanservice? Gracias al primer ejercicio, muchos activan su memoria y conocen el origen del eco; mientras que con el segundo, se limitan a una experiencia que perdió su gracia al prender la luz.