La palabra detox o desintoxicación se puede escuchar a diario y está en boga a la hora de proponer nuevos paradigmas alimenticios. No basta con consumir un jugo desintoxicante o verde para sumergirnos en el verdadero cambio hacia una forma de alimentación equilibrada y natural.
“Limpiarnos de las crecientes toxinas alimentarias y medioambientales. Así, todo lo que contribuya a limpiar nuestro cuerpo de toxinas tiene derecho a llamarse “detox””, afirma la Licenciada en Nutrición Natalia Amengual.
Por eso, la desintoxicación es un proceso para iniciar un cambio profundo. Y como todo proceso, requiere de tiempo, predisposición y la erradicación de malas costumbres, para dejar ese lugar de confort y que el cuerpo experimente un proceso, con cambios físicos y emocionales.
Siete días para iniciar un cambio
Para sentir una transformación interna es necesario cumplir un proceso de siete días como mínimo de depuración.
“Detox es un proceso para un cambio. Pero la idea es que ese proceso te meta en cierta profundidad donde tu cuerpo depure y tu cuerpo deje ese lugar de comodidad y confort. Por eso cuando dicen tres días de desintoxicación no funciona, porque cuando se pone profundo e interesante y comienzas a extrañar las harinas o el café, y eso no se trasciende, no se va a producir el cambio”, advierte la Natalia Amengual autora de “Detox 21. Tres semanas para mejorar tu vida” (Planeta), el libro donde brinda el paso a paso para comenzar un proceso de 21 días, el cual tiene que ser monitoreado por un especialista.
Claro que no todas las personas pueden adoptar este proceso. Las personas con patologías previas e indicaciones alimentarias deben tener una autorización previa de un profesional, al igual que no es recomendado en mujeres embarazadas y menores de edad.
“Con un proceso de siete días se tiene un panorama respecto a los hábitos y a darte cuenta cuánto necesitas las harinas o las carnes, o si te aburre comer vegetales. Lo que vas a tener es un espejo enorme para darte cuenta del camino que debes seguir en tu alimentación”.
¿En qué se basa este proceso? La idea es dejar de lado las harinas, hidratos, café, azúcares, carnes y lácteos, para consumir frutas, jugos, infusiones y verduras de hojas verdes y hortalizas.
“Es buscar alimentos que actúen como medicina y sean más depurativos y desintoxicantes, como por ejemplo el apiol, que tienen ciertos alimentos como el apio y el perejil. El apiol es una sustancia que limpia e incluso purifica la sangre. Se convierten en aliados de los órganos emuntorios que son los verdaderos responsables de la desintoxicación. El aloe vera, la spirulina, el kale, la manzana verde, las hojas verdes”.
Volver al biorritmo natural de nuestro organismo es el principal objetivo de este proceso, que al encontrar un equilibrio alimentario, permite regular la energía, el sueño, la ansiedad, regula el peso corporal, disminuye la presión arterial, entre otros beneficios.
“Somos más parecidos a las gallinas de lo que creemos, porque tenemos un ritmo circadiano, va con el sol. Entonces nuestra biología de seis de la mañana a una de la tarde va a ser un proceso de eliminación de toxinas. De una hasta las ocho de la noche es un proceso de digestión. Y de 20 horas a 6 de la mañana un proceso de asimilación de los nutrientes. A partir de las ocho de la noche, el cuerpo debería dejar de comer para que el cuerpo haga el proceso de absorción correctamente. Si uno no acomoda el biorritmo nunca vas a dejar de estar cansado. Porque la energía está al revés, el cuerpo funciona mal con los horarios, entonces es un gasto energético perpetuo”, sintetiza la especialista.
El día después y los cambios de hábitos
Tras vivenciar el proceso de depuración y desintoxicación, el post resulta el verdadero desafío para mantener a largo plazo un cambio alimenticio y nutricional.
La primera fase llegará con proponernos cambiar alimentos refinados, harinas y grasas, por opciones naturales y que permitan un balance interno en nuestro organismo.
“Primero hacer la experiencia del cambio de lugar donde hacemos las compras, en una dietética nos encontramos con variedad de alimentos. Como arroz integral, unas buenas lentejas o lentejas turcas y ahí experimentamos en probar otros granos por ejemplo. Pero sobre todo organizarnos en la compra y elegir a quien le vamos a comprar. Una vez que eso está organizado, el resto viene por añadidura, porque vamos a tener que cocinar lo que tenemos en la heladera y en la alacena”, aclara Amengual sobre el camino certero para lograr el equilibrio.
El siguiente paso es aprender a cocinar los alimentos y no desaprovechar la variedad que podemos encontrar y consumir, más allá de lo que conocemos y nos gusta.
“Hay que acostumbrarse a comer verduras de estación, hay de todo para reemplazar esos vegetales que no son de la época y que hoy son caros. El morrón, rabanito, remolacha, repollo colorado. Por ejemplo, la remolacha se come el bulbo en ensalada y con las hojas haces una tortilla o tarta deliciosa. Pero hay que salir de los esquemas. El tomate está caro, no hay que comprarlo porque no es de estación. Si hacemos siempre lo mismo, nos perdemos de probar otras cosas. Por eso es importante empezar a moderar y la variedad es la base de la alimentación y el camino es basto”.
Las carnes y proteínas no son mala palabra, sino simplemente hay que limitar un consumo de dos o tres veces por semana, equilibrada en porciones que no superen el 40% del plato.
“La moderación permite darle la posibilidad a otro tipo de proteínas como los cereales y legumbres, que amplían nuestra dieta. O los hongos, que tienen una proteína completa. La alimentación es de lo que se regenera tu cuerpo, y si es de mala calidad estás más expuesto a las enfermedades. Hipertensión arterial, diabetes, colesterol, triglicéridos, cáncer, problemas circulatorios, sobrepeso, donde mires la alimentación es la base de todas esas enfermedades”.