De a poco se van sumando más artistas que vuelven al rubro del teatro de manera presencial. Algunos con clásicos de su carrera y otros apostando a nuevos proyectos que la cuarentena agregó a su repertorio.
Ese es el caso de Diego Flores, que luego de dos unipersonales donde relataba vivencias de un lasherino en distintos contextos, la cuarentena trajo esta tercera y última parte. No muy abocado al stand up sino más bien a la narrativa, esta idea nació como una obra preparada para presentar en ciertos espacios luego de años de incursionar en el mundo de este género.
“Yo vengo de la narración oral, me encanta la cuentería y hace como 5 años con Pichón Villalobos empezamos a trabajar juntos y nos propusimos hacer un espectáculo de stand up. Es una moda muy rentable pero en algunos cursos les enseñan a guionar el humor, yo trabajo más sobre la escena, el cuerpo, la dinámica que tiene que ver con lo espectacular”, cuenta el actor sobre sus primeros pasos en el stand up.
Y sobre el nacimiento de esta trilogía que ha desarrollado durante algún tiempo cuenta: “Me armé un show que fuera más para bares y ahí escribí ‘Lasheryno’. Venía a hablar un poco de lo que fue querer hacer teatro viniendo de Las Heras. A los dos años, me separé, crisis, me fui de viaje y me pasaron setenta mil cosas así que cuando volví escribí el segundo unipersonal que se llamaba ‘Un lasherino en el Caribe’ y fueron básicamente esas vacaciones. Y ahora en la cuarentena que prácticamente la pasé solo, que he escrito un montón y de hecho estoy haciendo un compilado de cuentos del lasherino, escribí éste y la trilogía cierra con este ‘Decamerón’ que tiene algo de stand up, algo de intro, magia, las cosas que no me divierten las hago espectáculo”.
Después de haber relatado varias de sus anécdotas, esta tercera parte llega con la idea de contar cómo se vivió la pandemia en dicho departamento mendocino.
“La obra es una reversión del ‘Decamerón’ de Boccaccio, se refiere a la peste bubónica en Italia y yo hablo de la cuarentena en Las Heras. En esta obra los personajes son 4 y se quedan encerrados en mi casa, comienzan a contar sus historias pensando que la cuarentena iba a ser 15 días y termina siendo un año.”
Y explica que si bien en las tres interpreta historias que vivió durante algunas etapas de su vida, es la marginalidad quien resulta ser el hilo conductor entre estos tres relatos.
“Si bien soy un sin tierra, siempre viví en Las Heras, para mí siempre ha sido un tema decir que hago teatro porque siempre me miran mal, y en los lugares más teatreros decir que hago otras cosas también. Soy una especie de sin tierra en ese sentido. Creo que eso ha sido interesante poner y Las Heras viene a contar eso, hay como una especie de humorada del lasherindio o todo lo mal visto de ahí y creo que eso es lo que me atrapa. Me identifico mucho con el margen.”
Este sábado a las 22 se sube al escenario de la Nave Cultural para darle cierre a esta trilogía que sin dudas lo indentifica.
El 2020 desde una vivencia actoral
Durante muchos meses hemos hablado de la difícil crisis que ha vivido el mundo durante la pandemia. Pero no todo fue malo. Muchos buscaron reinventarse e incluso aprender que los planes no siempre resultan como uno lo espera.
“Aprendí este año a no planificar, soy muy neurótico y de hecho un lasherino del Caribe después me hicieron ver que la mitad del monologo es lo que sufro antes de llegar a Colombia. Me pasan tantas cosas y soy tan neurótico que este año me enseñó entre tantas cosas que eso me lo tengo que guardar y disfrutar lo que pasa en el momento”, expone Diego.
Y cuenta que si bien él pudo salir a flote con distintos proyectos, muchos compañeros sufrieron de de la baja que provocó el Covid. “Este año me pasó de tener compañero y compañeras artistas que de repente estaban vendiendo sus cosas para poder llenar la heladera y eso me hizo mierda. Tengo 40 años y que hoy en día que yo viva del teatro es una locura. Este año tan raro yo terminé vendiendo cuentos por Whatsapp a España, ahí fue cuando dije si bien es una tremenda crisis yo estoy convencido de que no sirvo para otra cosa. Cuando actúo siento que tranquilamente puede ser la última vez porque en el fondo sé que no hay otra cosa después.”
- ¿Cómo sobrellevaste tu profesión durante estos meses?
- Terminé de dar un taller de monólogos, en enero largo un taller de teatro de verano. Di talleres online y me pasó que estaba muy negado a la virtualidad y las clases, di un taller de narración oral escénica virtual y como soy muy obsesivo con todo me tomé un mes y medio para estudiar la dinámica, las herramientas virtuales, mass media, entonces generé algo que me gusto y lo ofrecí. Me di cuenta de que la ventaja que tiene internet es que los contactos que dejé en distintos lugares se sumaron al taller, en un momento de 15 alumnos 10 eran de otras provincias.
- Muchos dicen que lo virtual no se compara en nada a lo presencial, ¿vos cómo lo viviste?
-Yo le terminé encontrando el gusto a lo virtual pero ahora no tengo tiempo, yo preparaba un video que mandaba y al otro día hacíamos un zoom respondiendo dudas y debatiendo. Estudié cómo funciona la percepción de las personas frente a las pantallas.
- ¿Qué experiencia tuviste con el streaming?
- Nosotros hicimos una obra “Frío, calor, lluvia” que transmitimos en vivo, es el vínculo de un hijo y una madre muy enfermizo. A mí me gusto mucho, el texto es bellísimo y siento que se parece demasiado al teatro, son 50 minutos en que lo que estás viendo pasa en tiempo real. El concepto de convivio que plantea este vínculo de quien ve teatro y la persona que está haciendo teatro tiene esa fábula dentro de quien lo está viviendo, en el tecnovivio que es lo que se produce a través de la pantalla, influyen dos factores: tiempo y medio. No es lo mismo verlo en un celular, un tele o una compu, y el tiempo es que al ser en tiempo real en ningún momento vos podés pausar lo que estás viendo.