No hay ni que decirlo: al cine de Corea del Sur hay que prestarle atención. Ya lo proclamaron el año pasado los Oscar, cuando le dieron por primera vez el premio mayor a una película en habla no inglesa (“Parasite”). Pero más allá de Bong Jong-ho, director maravilloso y bastante difundido en Occidente, hay una enorme industria por descubrir.
Una industria que ofrece de todo: hasta zombies, sí. Quizás el fenómeno de “El ejército de los muertos” (“Army of the Dead”), estrenada el pasado 21 de mayo en Netflix, sirva de gancho para empezar a adentrarse en un mundo que tiene justamente en los muertos vivientes una de sus mejores cartas al mundo.
Basta remarcar que, quien haya visto en esa plataforma “Tren a Busan 2: Península” (“Train to Busan 2”, también conocida como “Estación zombie”), el argumento del último exitazo de Zack Snyder le sonará sospechosamente parecido: un escuadrón convocado por un magnate quiere hacerse con un botín de varios millones de dólares que ha quedado dentro de una ciudad infectada (Seul en la versión coreana; Las Vegas en la estadounidense).
Tres zombies a la carta
En el mismo catálogo de esta plataforma se puede encontrar “Tren a Busan”, estrenada en 2016 en Corea del Sur. Se trata de una producción coreano-estadounidense que significó un taquillazo en su país e incluso en otras partes del mundo. Muchos, a raíz justamente de ella, empezaron a prestar atención a lo que estaba pasando en los cines del otro lado del mundo.
La historia gira en torno a un padre que tiene que llevar a su hija a la casa de su madre en Busan, pero en el tren, a último momento, se infiltra una mujer infectada, que termina expandiendo el virus entre los pasajeros y convirtiendo el ameno viaje en una lucha por sobrevivir en un espacio pequeño y cerrado. Pero de fondo, hay otra historia: el padre, ausente la mayor parte del tiempo a causa de su trabajo, tendrá que demostrarle a su hija lo importante que ella es para él. Así la protegerá hasta la llegada a Busan, que es el único lugar seguro porque está protegido por el ejército.
Muy esperada también fue su secuela de 2020, “Tren a Busan 2: Península” o “Estación zombie 2: Península” (también en Netflix). Tanto así que llegó a ser seleccionada para proyectarse en el Festival de Cannes del año pasado, después pospuesto y reducido a su mínima expresión tras la pandemia.
La historia de la secuela gira en torno a un soldado que es enviado junto con un equipo de surcoreanos (una nueva clase de inmigrantes por el mundo) para recuperar un camión lleno de dólares que había quedado varado en alguna ruta de Seúl. La ciudad obviamente está infestada de zombies, aunque hay algunos seres humanos que lograron sobrevivir militarizándose y una buena familia que vive a escondidas.
Detrás de las escenas de acción hay varios dramas humanos: el más importante es el que une al líder del equipo con la familia, porque antes de huir los vio pidiendo ayuda en la ruta y se la negó. Este reencuentro se convierte también en una segunda oportunidad para demostrar su solidaridad y conocerlos de cerca. De fondo, también se cuestiona la xenofobia y la codicia.
Otro filme que también tuvo repercusión gracias a Netflix fue “#Vivo” (2020), en donde un gamer se ve atrapado en el departamento de su familia después de que una invasión de violentos zombies ocupara la ciudad. Cuando se empiezan a acabar las provisiones y descubre que hay otros sobrevivientes como él decide salir de su refugio, pero no será fácil poder escapar de esos inmensos edificios de departamentos. El drama de fondo es el de este joven adicto a la tecnología, algo que lo llevó a distanciarse cada vez más de su familia, víctima de los ataques. Además, pese a tener un celular inteligente y hasta un drone, los dispositivos tecnológicos no lo ayudarán mucho.
Otras películas, quizás menos popularizadas, son “Rampant” (2018) y “The Odd Family: Zombie on Sale” (2019).
Los yanquis ¿se quedan atrás?
El cine de zombies parece ser un género que progresa gracias a las grandes ideas. Tal como el cine policial, cuyas viejas fórmulas (heredadas de la literatura) ya fueron exprimidas y, después de un siglo de películas, ya no sorprenden a los espectadores contemporáneos, los muertos vivos tienen que salir a cazar nuevas narrativas.
En esta carrera, quien lleva la delantera es la industria coreana: logra no solo partir de premisas interesantes explotadas en otros géneros (el cuarto cerrado, el tren en movimiento, la búsqueda del tesoro), sino que las contrasta con dramas humanos, que son los que le dan espesura humana a la historia: es difícil, por ejemplo, que logremos empatizar con los personajes estereotipados y militarizados de Zack Snyder, quien pese a sus intentos de profundizar en los sentimientos de algunos personajes fracasa rotundamente.
“El ejército de los muertos”, de hecho, amplía el cine de género hacia una estética de ciencia ficción y de cine de superhéroes, cuyas peleas radiantes de luz contrastan con los ambientes nocturnos y cavernarios de las películas de zombies. Snyder, mente oriunda del Universo DC, aporta toda la grandilocuencia de la acción y el protagonista, Dave Bautista, a quien ya vimos en Marvel, lleva a pensar que solo una mole con preparación militar puede hacer frente a estos extraños seres infectados, pues hay algunos que hibernan en la oscuridad, otros que se “deshidrataron” y necesitan lluvia para “activarse” y otros que se organizan como tribu y hacen sacrificios humanos.
Porque sí: ya hay algunas teorías que sostienen que incluso hay zombies robots (¿¡WTF?!), quiebres espacio-temporales onda “Dark” y hasta naves espaciales que justificarían próximos encuentros con alienígenas. Snyder, quien debutó como director haciendo un correcto tributo a George A. Romero en “El amanecer de los muertos” (2004), no tiene forma de justificar este entrevero, que por demás es bastante entretenido (aclaremos).
O sí: “El ejército de los muertos” es una película que todo el tiempo está a punto de reírse a carcajadas de sí misma y eso hace que, pese a todo lo anterior, le perdonemos sus groseras incongruencias y excesos. Porque todo es un show.
Y en los shows no hay tanta intención de edificar contenidos morales, como sí hacen las películas coreanas. Ya en la entrevista que diario Clarín le hizo a Bautista la semana pasada, ante la pregunta correspondiente de si le veía relevancia política a una trama que exuda machismo y salvajismo bélico, respondió: “Creo que de alguna manera hay un trasfondo político. No sé si es una trama política, el núcleo de esta película es su valor de entretenimiento. Ya sabés, es un apocalipsis zombie. Y hay un robo. Es una película de atracos de zombies con muchas relaciones incluidas, y con algunos matices políticos, que creo que la hacen muy interesante. Pero es un filme liviano, no creo que sea una película política, pero creo que hay, absoluta, definitivamente algunos pequeños matices políticos en ella”, dijo sin abundar ni explicar a qué se refería.
Lo que queda claro, también, es que este filme tiene el propósito de inaugurar una franquicia (ya hay una película precuela y una serie de televisión de estilo animé anunciadas) y eso le agrega un peso extra a la necesidad de éxito. Ojalá, en última instancia, sea un estímulo para descubrir otras del género.