Podría ser uno de los cientos de documentales de crímenes reales que estrena Netflix en su plataforma, al estilo: “White boy” o “Screwball” solo por citar ejemplos.
Pero “El estafador de Tinder” es otra cosa y curiosamente, o no tanto porque en temas de marketing nada está librado al azar, llega en el mes del amor y los festejos de San Valentín.
Esta película es más que un producto audiovisual compuesto de entrevistas testimoniales, combinadas con datos fríos en contraplanos de montaje, para trazar el crimen en cuestión.
El primer asunto interesante de “El estafador de Tinder” es el tema. Nada más actual que el matcheo virtual y sus aspectos oscuros, miedos todos que agitan a quienes recurren a las aplicaciones para encontrar a su media naranja: casi la mitad del planeta, diríamos.
De hecho la idea está tan a flor de piel que también al director y guionista Who se le ocurrió hacer una película sobre una mujer que, luego de una cita a ciegas pautada por Tinder, cae en un infierno inesperado. El film se estrenó en Amazon Prime y es una muy defectuosa ficción llamada “Causalidad” e interpretada por Juana Viale.
Pero volvamos a “El estafador de Tinder”. La trama es la historia de un ladrón israelí, Simón Leviev -entre otros alias- que se hace pasar por magnate y seduce a mujeres a través de la aplicación y las redes, para robarles millones de dólares con los que llevar una vida de ensueño. Hasta ahí, interesante ver cómo hizo el muchacho -medio petisón y no tan agraciado- para lograr su cometido: la narración atractiva y frenética logran ese cometido.
Pero hacia la mitad del filme la cosa se pone todavía más sabrosa porque las víctimas planean su venganza. Todo, entonces, se vuelve asunto de misterio, saltitos en la silla, para este juego del “cazador, cazado”.
La película arranca con el testimonio de una de las damnificadas, la noruega Cecilie Fjellhøy que piensa en ese “match” de Tinder como la posibilidad de vivir su propio cuento de hadas. Cita ella a “La bella y la bestia” como película marcadora de su vida.
Y ahí el film nos sume en un frenético ir y venir por las fotos de Instagram, internet, videos, chats y más para mostrarnos el perfil de Simón Leviev, un magnate de los diamantes que viaja en aviones privados, viste etiquetas multimillonarias, come restaurantes y duerme en hoteles para pocos y tiene una colección de Ferraris y Rolls-Royce apabullantes (un aparte: recomendadísimo el podcast “Basta chicos”, sobre la historia de Ricardo Fort, que está en Spotify). El perfecto sueño del consumidor/a que habita en el Primer Mundo. ¿Cómo no se iba a enamorar?
Con este testimonio de Cecilie, que después se nos develará una mujer diferente a lo que parece, la película compone el imaginario total que subyace en este argumento: una suerte de ensoñación entre las películas de Disney y la tentación de acceder a ese mundo que solo se ve en la revista Forbes; combinado con esos mandatos actuales de mostrar en nuestras redes, no lo que somos sino aquello a lo que aspiramos.
Sí: muchos y profundos temas contemporáneos se van cruzando en esta narración hecha de miles de retazos que adquieren a veces un tono didáctico, otras una atmósfera de misterio, unas más de denuncia policial; y otras de pulso realista respecto a la desigualdad del mundo, en el que las clases medias de las naciones ricas viven un estándar al que nuestras sociedades pobres (que las sostienen) no pueden acceder.
El desguace de procedimientos de malversación de este galán para la foto devela también cómo, a través de la mediatización de nuestras vidas, se montan universos paralelos que nada tienen que ver con el barro cotidiano en que nos movemos: todos somos “otros” en esa virtualidad de fotos y detalles en primer plano que es la vida contemporánea.
Así, la estafa emocional y económica de Leviev se despliega brutal y voraz ante nuestros ojos incrédulos.
La base del relato es la de una película de crímenes reales pero su directoria, Felicity Morris, tiene la inteligencia de abrir el juego a otros géneros cinematográficos: la comedia romántica, las películas de chicas al estilo “Sex and the city”, el policial y el melodrama.
En ese contexto, las tres entrevistas a las que apela, son base fuerte para ir cruzando las narraciones y climas de la película. No son meros testimonios sino que se vuelven personajes, protagonistas que accionan y reaccionan contra el villano.
Por eso “El estafador de Tinder” es bastante más que un true crime remanido y sin vuelo. Se vuelve extravagante y atrapante narración que mezcla romance, violencia, suspenso y crimen. ¿Hay marketing? sí; pero también con qué sostenerlo
La ficha
“El estafador de Tinder” (The Tinder Swindler, Reino Unido, 2021, 114 min.). Género: Documental. Dirección: Felicity Morris. Montaje: Julian Hart. Música: Jessica Jones. Con: Cecilie Fjellhøy, Pernilla Sjöholm, Ayleen Charlotte. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: Buena.