El fotógrafo Andrés Bonafede revive el daguerrotipo en Mendoza

Ha logrado recrear esta técnica -que no se usa aquí desde 1860- de forma segura, ecológica y más accesible. Además, quiere homenajear al primer fotógrafo de la provincia, Adolfo Alexander. Su investigación y sus proyectos.

El fotógrafo Andrés Bonafede revive el daguerrotipo en Mendoza
Un daguerrotipo actual hecho por Andrés Bonafede frente a los portones del Parque General San Martín.

Mi primer encuentro con la fotografía antigua fue con fotografías tiradas a la basura”, nos cuenta, con un dejo de cruda ironía, el fotógrafo, investigador y docente Andrés Bonafede.

Así lamenta la pérdida constante del patrimonio fotográfico de la provincia, al tiempo que se prepara para dar una gran noticia a la comunidad mendocina: después de casi cinco años de incesante investigación, ha logrado crear una técnica alternativa, más económica y segura (para los seres humanos y para el medio ambiente), de hacer daguerrotipos.

Sí, leyó bien: daguerrotipos, el primer procedimiento fotográfico de uso generalizado y libre, que el francés Louis Daguerre difundió y “regaló” al mundo en 1839. Han pasado casi dos siglos del invento y esta innovación hecha por este joven mendocino tiene un sentido práctico pero también simbólico: hacer un relevamiento fotográfico de la ciudad, un proyecto que lleva inconcluso desde 1860.

Los inicios

El interés de Andrés Bonafede por la fotografía viene de mucho antes: cuando tenía unos 15 años, leyendo un libro de química, se enteró de que usando sales provenientes de la plata, en determinados estados químicos, se conseguían imágenes. “Me llamó muchísimo la atención que las fotografías que estaban en mi casa estaban hechas con plata”, recuerda. Después, con la ayuda de vecinos y mucha tenacidad de autodidacta, pasó largas horas en bibliotecas y laboratorios: el primero que tuvo, dice, lo montó con objetos rudimentarios como latas de leche.

Tiempo después tomó contacto con un fotógrafo viajero que hacía colodión húmedo, “un proceso fotográfico de 1850 sobre placas de vidrio”. “Durante un tiempo estuvimos haciendo eso y después él siguió su camino”, comenta.

Pero la chispa ya había aprendido y siguió creciendo. Se dedicó al estudio de la materialidad fotográfica y de los procesos a lo largo de la historia y un día conformó el espacio de fotografía cooperativa Disparo Analógico en Casa Colmena, donde despuntó también su vocación docente.

El encuentro

El daguerrotipo entra en mí prácticamente por una exigencia”, dice sobre cómo comenzó esta investigación que hoy da sus frutos. “En un momento se organizaron acá en Mendoza unos congresos de historia de la fotografía y vino desde Buenos Aires Abel Alexander, un historiador de la fotografía muy importante. En el intermedio me acerco a él, nos ponemos a charlar y ahí surge una amistad mágica. Él ha sido, es y seguirá siendo una fuente de inspiración muy grande, porque no solo me abrió las puertas de su conocimiento sino también de su amistad, y todo el tiempo me ayuda y me orienta en mis investigaciones”, reconoce.

Continúa: “Resulta que Abel Alexander es el tataranieto del primer fotógrafo de Mendoza, Adolfo Alexander, quien llegó en 1852, se instaló, tuvo tres estudios y se encargó de fotografiar a todas las personalidades de la provincia de la época del pre terremoto”.

Bonafede cuenta lo que pasó: el tatarabuelo Alexander trabó una muy buena relación de amistad (ambos eran alemanes) con el geólogo Hermann Burmeister, quien detectó movimientos sísmicos preocupantes, por lo que le recomendó que se fuera. Se instaló en Buenos Aires un año antes del terremoto de 1861, que como sabemos destruyó la ciudad. Pero aquí se desgrana una curiosa historia.

Antes de que Alexander se fuera, Cornelio Moyano -el gobernador de entonces- le encomendó que hiciera un relevamiento fotográfico de la ciudad. Se sabe que alcanzó a hacerlo y que lo entregó antes de su partida. Al día de hoy no se sabe qué pasó con esas imágenes, de valor histórico y patrimonial incalculable. “Esos daguerrotipos no han aparecido. O están guardados y nadie lo sabe, o están en la colección fotográfica de alguna familia que no sabe de qué se tratan, o están enterrados en algún edificio demolido después del terremoto”, piensa Bonafede.

El pedido

A raíz de esta historia es que Abel Alexander le sugirió a Bonafede que se pusiera a investigar la técnica del daguerrotipo, con la idea de alguna vez volver a hacer placas daguerreanas en Mendoza.

Pero lo motivó no solo el pedido de Alexander, sino también “el hecho de saber que en la provincia no se hace esto desde 1860. A nivel mundial, éste es uno de los procesos fotográficos más exquisitos y difíciles de desarrollar, porque el nivel de complejidad que tiene es altísimo. Hay que pasar por muchas etapas para poder hacer una placa de daguerrotipo en buenas condiciones”, explica.

Sigue: “Originalmente se hacía sobre chapas de plata pura. Cuando Daguerre lo estudió, usaba láminas de dos milímetros o un milímetro y medio que pulía a un espejo para poder hacer la fotografía sobre esa superficie. Cuando el proceso se hizo de libre acceso, los ‘protofotógrafos’ lo tomaron para hacerle modificaciones: una fue eliminar la plancha de plata pura y usar planchas de cobre a la que se le añadía una fina lámina de plata”.

Otro de los daguerrotipos de Bonafede.
Otro de los daguerrotipos de Bonafede.

Después se desarrolló, explica, el proceso de recubrimiento galvánico: “en una cubeta con cianuro de plata se coloca la chapa de bronce, un electrodo del otro lado de plata pura, se conecta electricidad entre el bronce y la plata y se hace circular corriente. La plata se disuelve en el químico y se adhiere a la placa de cobre. Esto es un plateado electrolítico, y hasta el día de hoy los daguerrotipistas contemporáneos usan placas obtenidas con este sistema”.

Pero hay un problema, alerta: “Hay que saber de mucha química, de electricidad, y hay que tener una cantidad de normas de seguridad enorme porque si esa solución de cianuro de plata no se maneja bien no es solo contaminante, sino letal”.

La investigación

Cuando empecé a investigar y vi que esta era la única forma de hacer daguerrotipos hoy me dije que no podía hacerlo: porque estaba fuera de mi alcance técnico, económico... Pero ahí empecé a desarrollar otra investigación: ¿cómo conseguir superficies plateadas sin usar cianuro?”.

Después de mucho trabajo, Andrés Bonafede logró reemplazar esa solución por una que deposita una capa de plata sobre las láminas de metal sin necesidad de usar ni cianuro ni corriente. “No fue solo crear técnicamente una nueva forma de hacerlo, sino introducir una innovación. Eliminar una serie de pasos y reemplazarlos por otros menos nocivos. Esta manera es el resultado de una investigación de prácticamente cinco años. Un camino súper difícil y largo porque no he contado con apoyo de nadie”, apunta.

El futuro

Este método no es solo una forma de hacer fotografías”, dice, “sino que es la primera forma que existió en todo el mundo de hacer fotografías de libre acceso”. “Hoy la fotografías las usamos en los celulares, tablets, notebooks, y las hemos convertido ya no en una herramienta para contar sino en una forma del lenguaje. Desconocer su origen quizás es jodido para los productores artísticos, porque te coloca en un lugar de menos herramientas: cuando tenés el dominio de la creación de imágenes en diferentes superficies esa capacidad de controlar la materialidad de la obra como artista te da otras herramientas para la narrativa”.

Los futuros desafíos están en adaptar los procesos fotográficos históricos a las nuevas narrativas, a las nuevas formas de contar”, define sobre esta novedosa técnica, que planea incluso difundir porque ya está desarrollando “cámaras” para que cualquier persona con conocimientos básicos pueda animarse a hacer sus daguerrotipos.

Lo que me gustaría hacer, que es una deuda pendiente con Abel Alexander, es poder recorrer la provincia y fotografiar lugares importantes. Poder hacer un viaje por el interior de la provincia, acercarme a bodegas, a lugares turísticos y emplazamientos importantes que han marcado la ciudad contemporánea”, dice. Después podría armarse una muestra o incluso un libro, “que recopile no solo el desarrollo de la técnica, sino esta puesta en valor de su uso”, sugiere.

Por otra parte, nos cuenta que, antes que eso, necesita reponer materiales y adquirir otros nuevos, por lo que necesita algún tipo de financiación, subsidio o mecenazgo, ya que las becas para este tipo de investigaciones artísticas son casi inexistentes. Para contactarse con él pueden escribirle al e-mail: andresbonafede@gmail.com.

Finalmente, manifiesta que sigue trabajando para abrir algún día el Museo de Historia de la Fotografía de Mendoza. Con este objetivo a largo plazo es que viene recopilando colecciones y viejas cámaras: pide a los mendocinos que no tiren sus viejos archivos familiares y que, si piensan hacerlo, se los donen; él se compromete a conservarlos e inventariarlos. “En esos pedacitos de papel está la memoria de todos”, concluye.

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