Ya todos sabemos que la industria audiovisual (y agreguemos musical, también) de Corea del Sur está arrasando. “Parasite”, de Bong Joon-ho, terminó de consagrar el cine de ese país cuando fue premiada con el mismísimo Oscar a Mejor Película en 2020: inédito para cualquier película de habla no inglesa.
Pero hasta ahora faltaba una serie que estuviera a la par en popularidad. Una serie que lograra imponerse en el streaming de todo el mundo y que pudiera derribar las barreras que existen en el mainstream: culturales, idiomáticas, etcétera... Para eso, tenía que llegar “El juego del calamar” a Netflix.
Fue hace poco más de diez días que ese servicio de streaming la lanzó en simultáneo en todo el mundo. Dividida en nueve episodios, logró posicionarse rápidamente en el ranking de lo más visto en los países asiáticos, pero también logró interesar a Occidente. Por estos días, sigue siendo lo más visto en toda Latinoamérica y hasta Estados Unidos. Y las redes, el gran termómetro de lo que le está interesando a una sociedad, no paran de generar memes de esta serie shockeante, violenta y sangrienta.
Es así: el argumento gira en torno a 456 personas que, desesperadas por su situación económica (todos son deudores crónicos), compiten en un misterioso juego de supervivencia que consiste en superar varios juegos infantiles. Quien logre ganar se llevará un gran premio y los perdedores, simplemente perderán la vida instantáneamente.
Esta serie se trata de un proyecto del creador y director Hwang Dong-hyuk, quien en una entrevista para el portal de NME, compartió que la historia fue escrita hace 13 años atrás en el año 2008, pero que debido a lo escabroso de la trama no logró conseguir quién se sumara al proyecto.
“El juego del calamar” (o ‘Squid game’ en inglés) debe su nombre a un popular juego infantil de los años ‘70. Éste consiste en el enfrentamiento de dos jugadores dentro de las formas de un círculo, triángulo y cuadrado que dan la forma del calamar. Este, además, es el último juego por el que pasan los sobrevivientes en la serie para llevarse el premio final.
El éxito de la serie puede deberse a varias cosas: la principal quizás sea por cómo logra combinar un ambiente distópico (tan común por estos tiempos) con los problemas reales de hoy en día en una sociedad, como la desigualdad. Las ficciones surcoreanas suelen usar sus historias para plantear crítica social, y en general de forma bastante directa: ¿qué es “Parásitos”, sin ir más lejos, que una metáfora descarnada de la dependencia recíproca de ricos y pobres? Así, esta serie vendría a juntar ese espíritu crítico característico con un entorno conceptual y distópico al estilo de series como “Black Mirror”. Y lo logra muy bien.
Es que este contenido original de Netflix no se ahorró presupuesto: es una gran producción con escenarios imponentes y un diseño minimalista y enfermizo.
Y también hay que destacar la elección de personajes: el guion es efectivo juntando en el “juego” a seres humanos en toda su diversidad. El protagonista es, sin ir más lejos, un ludópata vicioso y desaliñado, vago y abandónico. Sin embargo, logramos empatizar con él mientras duran las pruebas, que comparte con un amigo empresario endeudado, un anciano enfermo terminal y un inmigrante indio. Todos son las caras tristes de un sistema que los excluye y que se motoriza, al igual que los juegos infantiles, por la competencia sin piedad.
Hasta ahora no existe confirmación de que pueda haber una segunda temporada, a que todo el mundo ya la está pidiendo.