El sábado de la semana pasada, la película “Akelarre” de Pablo Agüero arrasó en los premios Goya, que se dan anualmente al cine español. Cinco premios: diseño de vestuario, maquillaje y peluquería, efectos especiales, música, y dirección artística. Casi a la par, el filme “Las niñas”, de Pilar Palomero, obtuvo cuatro reconocimientos, entre ellos mejor película.
Pocos días después, el mendocino Pablo Agüero respondió desde Europa estas preguntas vía e-mail. La emoción todavía estaba fresca en el recuerdo y, en una suerte de alineación de los astros, coincidió con otra noticia importante: el estreno masivo de “Akelarre”, pues desde el jueves se puede ver en los cines (consultar cada cartelera) y, con mucha más proyección inclusive, en Netflix.
Nacido en nuestra provincia en 1977 y radicado en Francia, Agüero pasó gran parte de su infancia en El Bolsón, una parte de su vida que le sirvió de inspiración a la hora de escribir el corto con el que empezó a llamar la atención en los circuitos europeos, “Primera nieve”, que fue premiada por el jurado en el Festival de Cannes de 2006. Dos años después, su primer largometraje, “Salamandra”, compitió en Un Certain Regard. Era una historia expandida de aquel corto, al que la crítica alabó por su particular belleza.
Desde entonces, este joven cineasta ha dirigido “77 Doronship” (2009), “Madres de los Dioses” (2015), “Eva no Duerme” (2015) y “A Son of Man” (2018), ésta en codirección con el ecuatoriano Luis Felipe Fernández-Salvador.
“Akelarre” muestra cómo seis adolescentes vascas son acusadas de brujería por un grupo de funcionarios de la Inquisición. Ambientada en bellísimos paisajes con bosques y acantilados, en algún momento incierto del siglo XVI o XVII, esta película se destaca por ofrecer un punto de vista distinto a la narrativa convencional de la quema de brujas. Aquéllas no eran viejas curanderas, apunta Agüero, sino adolescentes rebeldes. El diálogo que se establece entre esta historia y los actuales movimientos feministas es inevitable.
Hablamos, en definitiva, de un drama con mucha carga política, en lugar de una película de terror. Cuenta con las estupendas actuaciones del español Alex Brendemüh y de Daniel Fanego, quien ya ha trabajado con Agüero. Y, entre todas las jóvenes actrices debutantes, sobresale Amaia Aberasturi.
-La primera pregunta es obligada: ¿esperabas que a la película le fuera tan bien en los Goya? ¿Qué sentiste esa noche donde, uno tras otro, llegaste a contar cinco premios?
-Percibo la multiplicidad de los premios como un reconocimiento a la creación colectiva. Es así como yo concibo el cine, por eso intento que no haya puestos técnicos, sino que en cada área haya una profunda búsqueda creativa. En mi película anterior, “Eva no duerme”, sucedió lo mismo. Fue la película más premiada de los Cóndor de plata. Las dos son transgresoras, tanto en el fondo como en la forma. Por eso me siento doblemente orgulloso de que las hayan premiado así. “Akelarre” está rodada en gran parte en euskera, idioma que fue prohibido hasta en pleno siglo XX, protagonizada por actrices desconocidas y trata un tema que puede ser perturbador. Aun así, sin tomar caminos trillados, ha sido un éxito en salas y obtiene un gran reconocimiento crítico.
-¿Qué reflexión te despierta que lo más destacado del cine en español, como “Akelarre” y “Las niñas”, sean películas que se pueden considerar feministas?
-Siento que la innovación artística va de la mano con cierto compromiso político, porque no se puede ser indiferente a la evolución de la humanidad. Entonces es lógico que las obras más destacadas estén abordando los conflictos actuales de la sociedad y tomando posición a favor de la igualdad.
-¿Cómo fue creciendo en tu cabeza la idea de hacer “Akelarre”?
-La certeza fue inmediata, como una revelación; pero luego tardé diez años en encontrar la forma adecuada y el dinero para realizarla. Todo comenzó por un libro secreto, “La bruja”, del gran historiador Jules Michelet, que fue escrito a fines del siglo XIX y prohibido durante 50 años. Ese libro muestra hasta qué punto el mito de las brujas es una superstición alentada desde centros de poder para justificar la represión del pueblo, en particular de los jóvenes rebeldes y de las mujeres. Inmediatamente sentí que era necesario contar esa historia hoy. Pero eso fue 8 años antes de “MeToo” y “Ni una menos”. En ese entonces los productores no comprendían en qué una historia de caza de brujas podía hablarnos de la sociedad actual.
-¿Desde el principio supiste que esta historia iba a ser un drama histórico, en lugar de una típica película de terror?
-Sí. En todas las ficciones literarias y cinematográficas que conozco, finalmente las brujas existen. Y tuve mucha presión de productores para que en Akelarre también sea así. Pero justamente, mi intención era hacer la primera película de caza de brujas donde no hay brujas. Porque el terror viene de otro lado, viene de la represión de los inquisidores. Si hubiese hecho una película fantástica o de terror, habría sido más comercial, pero iría en contra de las convicciones que motivan “Akelarre”.
-Me parece muy acertada la forma en que relajás con el humor una película que, de otra forma, habría sido insoportablemente cruel y oscura. ¿Lo ves así?
-Me cansé de ese lado demasiado serio del cine de autor. Creo que hay que tener la humildad de divertir. Y en el caso de un tema tan oscuro, sí, la risa se vuelve doblemente necesaria. Además los represores tienen a veces argumentos tan absurdos que resulta casi imposible representarlos si no es en tono cómico.
- Me llamó la atención que, salvo un par de escenas explícitas, preferiste dejar afuera de los límites de la cámara toda la violencia extrema, e incluso eludiste la clásica (y morbosa) representación de una mujer siendo quemada. ¿Fue una decisión con perspectiva de género? ¿Hay que ir hacia una nueva representación del cuerpo de la mujer en el cine?
-Cuando escribí no se hablaba todavía de “perspectiva de género”, pero sí intento, desde mis primeras películas, de devolver la dignidad a los oprimidos y en particular a las mujeres. Sigo sin entender por qué a nadie le molesta que la profesión femenina más representada en el cine - ¡de lejos! - siga siendo la de prostituta. Y el hombre, policía. Creo sencillamente que hay que salir de esos clichés que encierran a la gente. Pero también debo admitir que siempre me ha incomodado la manera hiper-sexualizada en la que representamos a la mujer, en particular en Argentina.
A lo largo de su filmografía, Agüero demostró su interés por acercarse a la dimensión mística de algunas mujeres: desde “Madre de los dioses”, un documental sobre algunos cultos patagónicos, hasta “Eva no duerme”, sobre el triste peregrinaje del cadáver de Eva Perón, ya convertida en mito.
Que no sorprenda, entonces, si su próximo proyecto vuelve sobre la historia y sobre personajes que merecen una revisita. Nos adelanta, de hecho, en exclusiva, que está preparando “una película de acción humanista y política, basada en un momento crítico de la vida de Juana Azurduy”.
Agrega: “Lo co-escribimos con Nicolás Britos y estamos ahora buscando financiamiento. Es una historia que nos pone frente a nuestra propia capacidad de luchar por utopías hoy. Es una mujer con cuatro hijos, luchando a punta de machete para liberar un continente”.