En las anteriores notas estuvimos tocando varios temas informativos con la intención de expandir nuestra conciencia y aprender otros panoramas. En esta oportunidad nos iremos a un enfoque destinado más a la reflexión.
Cuando empezamos a cultivar nuestra espiritualidad, nos encontramos con un proceso individual y personal que debemos hacer desde nuestro interior para reflejarlo en nuestro exterior, pero sabemos que no es lo único, la vida no es meramente individual, fuimos diseñados para ser seres sociales, eso quiere decir que parte de nuestra naturaleza es relacionarnos con otras personas, crear vínculos y experiencias compartidas.
Parte de los aprendizajes del despertar espiritual (si así lo quieres llamar), es entender que nada sucede porque sí, todo tiene un porque y un para qué. La misma naturaleza es un claro ejemplo de esto, siempre está trabajando con un propósito mucho más grande de lo que pensamos, el sol no brilla todos los días porque si, el agua no es agua por el azar, todo absolutamente todo tiene un propósito. Desde que entiendes este principio empiezas a concientizar todo lo que sucede o llega a tu vida, empiezas a estar atento a descubrir el propósito verdadero de cualquier situación o persona.
Cuando empiezas a ver la vida desde esta perspectiva, entiendes el gran poder que tienen las personas que te rodean, el impacto que puede llegar a causar bien sea positivo o negativo. Es por eso que a lo largo de la historia humanidad se han escuchado dichos y refranes como: “Te conviertes en las personas con las que pasas más tiempo”, el clásico “dime con quién andas, y te diré quién eres”, o como diría el escritor Jim Rohn “eres el promedio de las 5 personas que te rodean”. Así que si, es una realidad y está comprobado científicamente que el ser humano es una especie de esponja que va absorbiendo actitudes, hábitos y reacciones de otras personas, generalmente con las que pasa más tiempo.
Pero la influencia no es el único rol que cumplen las personas que nos rodean, acá también entra en papel una ley llamada “Ley del Espejo” que nos indica que los sentimientos o pensamientos negativos que tenemos hacia alguien, está en nuestro corazón y no en la otra persona. Es decir, las demás personas se vuelven espejos porque nos muestran y nos ayudan a reconocer aspectos de nuestra vida que no afrontamos y vemos reflejados en ellos. Es por eso que a través de los juicios y señalamientos constantes que sometemos a nuestros familiares, pareja y amigos, obtenemos un indicativo de la frecuencia en la cual estamos vibrando y las cosas que hacen falta por atender y solucionar.
Errores que cometemos cuando empezamos a adoptar este estilo de vida:
Hay algo muy importante que me gustaría destacar y hacer énfasis, y son las famosas trampas del ego. En la actualidad se tiene muy presente este principio de cuidar, cultivar y elegir bien tu círculo social, pero a veces es llevado a un punto extremista de volverse “exquisitos” o merecedores de decir quien sí o quién no. Desde mi perspectiva y visión personal efectivamente atraemos lo que somos, pero otras veces atraemos a quienes nos necesitan.
Tu evolución espiritual no es solo para ti, es para que lo compartas con los demás, de eso se trata parte de la vida. Cuando Dios te pule como un diamante volviéndote más fuerte y más sabio, no es para que esos aprendizajes los guardes para ti y los tuyos, esa energía recibida debes transmutarla y transferírselas a todas las personas con las que te topes, con amor, con empatía, con compasión y entendimiento. Nunca olvidarse que uno también es un ser humano con fallas, errores, pruebas y situaciones por superar. Otras de las trampas del ego en el despertar espiritual es el hacerte creer que eres un proyecto finalizado, un ser que ya ha alcanzado la iluminación completa, por lo tanto los demás pasan a ser inferiores, equivocados o rivales. Y este amigos míos, es uno de los peores errores que podemos cometer. Cuando entendemos la profunda conexión, la unión y la fuerza espiritual que nos une y nos hacen prácticamente uno, la compasión es el resultado inmediato.
Tú no tienes que preocuparte por volverte exquisito con las personas y proteger excesivamente tu energía, necesitas ocuparte en fomentar y hacer crecer tu buena energía, la energía que el Ser Superior te otorga como creación suya cuando decides conectar con él. No necesitaras huir y esconderte de las malas energías que tengan tus amigos, familiares, pareja o cualquier otra persona, porque estarás fortalecido en el poder de la Luz y entenderás la gran herramienta que puedes llegar a ser. Concientizar esto te hace entender que la energía de Dios te acompaña y es mucho más poderosa que cualquier otra cosa, tan mágica que cuando aprendes a confiar y a utilizarla se vuelve algo extremadamente contagioso, y ahí comienzas a ser una lámpara que por dónde camina emana luz.
Ahora bien, otra de las trampas del ego es llevarte al estado opuesto del anterior, es decir un estado excesivo de compasión, a un punto donde te ves afectado o cargas en tus hombros las situaciones negativas o los egos de las demás personas. Debes ser compasivo, pero también debes entender que cada persona está viviendo su proceso, puedes ayudarla y darle lo mejor de ti, pero si esa persona no quiere avanzar y su enfoque y vibración están en otra frecuencia muy distinta a la tuya, no pasa nada, recuerda que todo tiene un por qué y un para que, y si esa persona está en esa situación es parte fundamental en su proceso para crecer y evolucionar.
Rodeate de personas vitamina, son aquellas que te inspiran a ser mejor persona, a que saques la mejor versión de ti, te motivan a seguir creciendo y evolucionando, te inyectan de su energía positiva, celebran tus éxitos y te animan en tus fracasos. Pero recuerda: antes de rodearte de ese tipo de personas, tienes que serlo. Y si alguno de los que te rodea no tiene esas cualidades, pues se tú la persona vitamina que lo ayude a superarse a sí mismo.