Militante, desde los derechos de la mujer hasta la importancia de las letras en la cotidianidad humana. Multifacética, extrovertida, dedicada, valiente, librepensadora y por sobre todas las cosas, una gran mujer.
Nacida en 1934, cordobesa de sangre, mendocina de corazón. Su despedida no es menor. No habrá grandes multitudes en su puerta ni personas esperando posar junto a su cuerpo, pero que marcó corazones, lo hizo. Una mujer dedicada a su trabajo y convencida de sus pensamientos y convicciones.
Atea, feminista desde antes de que exista el feminismo, dedicada a la lucha por los derechos civiles y humanos. Una persona que sabía lo que quería y trabajaba en promover su pensamiento. Una escritora política, que sin impartir una ideología dejaba en claro su postura.
A los nueve años escribió su primer cuento y desde allí supo lo que le deparaba el destino. A sus 86 años, es la escritora de teatro que más fue representada fuera de la provincia.
Una argentina del mundo. Nació en Vicente López, Buenos Aires, vivió parte de su infancia en Chile y se formó académicamente en Córdoba. Una joven Susana se enamoró y se mudó a Mendoza a mediados de los años ’60, a partir de allí jamás se fue.
El arte la atraviesa, escribió poesía, novelas, cuentos y obras teatrales. Sus trabajos fueron traducidos a varios idiomas y sus obras recorren las carteleras de todo el país y el extranjero.
La cautivó la magia del teatro y, desde que en 1965 vio su primera obra en escena “Esos Muchachos Revoltosos”, inspirada en sus vivencias universitarias en Córdoba, especialmente en los sucesos que se producían en el emblemático barrio Clínicas. Comprendió entonces que el compromiso era definitivo. Se recibió de escribana pública, pero su vida iba a estar destinada a ‘las tablas’.
Siguió con “Las termitas”, farsa política que recreaba el golpe militar que derrocó al presidente Umberto Illia, y que en Mendoza fue dirigida por Rafael Rodríguez.
Fue desde allí que escribió más de 30 obras teatrales. Fue directora de Cultura de la Municipalidad de la Capital de Mendoza, docente y sus obras figuran en la bibliografía obligatoria en la Escuela de Teatro de la Universidad Nacional de Cuyo.
Su obra más conocida es “Cantando los Cuarenta”, que lleva 30 años en cartel en diferentes teatros del país. Además, fue representada en Tel Aviv, Israel, en el marco de un Encuentro de teatro argentino-israelí en 1993.
Su obra “Cóndor” recibió el premio A las Tablas en Mendoza y se representó en Mendoza y Córdoba. Fue traducida al inglés y llegó a los escenarios de Londres con excelentes críticas de los medios especializados.
“Ante la Puerta” fue representada en el Teatro San Martín de Buenos Aires en 1974 y ganó el Premio González Cadavid. “La Formimaquia” fue estrenada en el Teatro Nacional Cervantes, en 1985 dirigida por Néstor Romero y Horacio Medrano.
El Club de Autores de Buenos Aires premió su obra “Nos: Los Artistas” en 2002 y fue seleccionada por la revista Dionisio y la Asociación de Actores como fin del ciclo “Del Buen Sol al Obelisco”, que consiste en un intercambio entre dramaturgos mendocinos y porteños. Ese mismo año escribió su reconocida novela “Nadie muere del todo en Praga”.
Su obra “Lengua a la Vinagreta” ganó el primer Premio del Concurso de Obras Breves de la Universidad de Morón donde fue estrenada y luego permaneció tres años en cartel en Mendoza.
Vale como síntesis de cuatro décadas de teatro que se cumplieron en octubre de 2007 con el estreno de “Gineceo”, obra con Mención Especial de los Premios Presidencia de la Nación, en el marco de la Feria del Libro Provincial.
La última obra escrita por la dramaturga fue la novela “De polen y cenizas”, editada por Ediciones Culturales de Mendoza y presentada en ‘La noche de las librerías’ de 2018, con prólogo de la docente Elia Ana Bianchi de Zizzias, una de sus grandes amigas.
Una figura para recordar, una mujer con convicción y decidida en sus ideales. Una artista que más allá de sus obra, deja enseñanzas que permanecerán vivas durante mucho tiempo.
Estás en el corazón de la producción cultural
Por Elia Ana Bianchi Zizzias (Educadora)
Hasta siempre querida amiga. Qué profundo dolor me produce tu partida. Ya no habrá nuestras acostumbradas conversaciones sobre libros, arte, política y tantos otros temas en los que compartíamos ideas, saberes o hechos simples de nuestra vida cotidiana.
Te conocí “Cantando los cuarenta”, bastó este hecho para que sintiera una gran empatía con tu fino humor y tus agudas críticas. Después, “Lengua a la vinagreta” en el bar de Los Angelitos”. Pero fue el privilegio de leer el manuscrito de tu novela “De polen y cenizas” lo que me permitió descubrir parte de tu vida tan difícil, en contextos familiares y políticos en un país que nos siguió doliendo hasta nuestros días. Te admiré por tu inteligencia aguda y despierta, por tu compromiso democrático, por la valentía que expresan tus palabras y por tu conducta ejemplar. Solías recitar un poema de Ricardo Guiraldes, que describe tu actitud frente a la vida:
¿Cómo podría loar la audacia y ser modesto?
¿Cómo podría cantar la libertad y ser sometido? ¿Cómo podría cantar el valor y ser temeroso?
Para poder ser suficiente, es necesario no haber pedido.
¿Qué autoridad lleve mi mano? Ninguna. Ni tengo quién me lleve ni quiero ser llevado.
Estarás en el corazón de la producción cultural de nuestra Mendoza y más allá, quizás caminando nuevamente los senderos de Kafka en tu nostálgica Praga.
Te has ido con una sonrisa, como siempre enfrentaste los dolores y disfrutaste tus logros, pero, especialmente, sintiendo el amor de tu familia y de tus amigos. ¡Hasta siempre!
Una dama de la Literatura
Por Mercedes Fernández (Periodista, escritora)
Decirle adiós a una amiga es duro. Pero pensar en que esa amiga hizo escuela con su quehacer literario compensa en algo la tristeza.
Susana Tampieri fue y será para siempre, parte de nuestra historia cultural. Ya la pienso, a través de la humedad salobre de saber que no volveremos a poder abrazarla, y ya se me impone como era. Bella, adusta, serena. Temible con la palabra. La escrita y la otra. Dueña, absoluta podría decirse, de una ideología que la caracterizó en la honradez y en la sólida factura de la importante obra que deja.
Compartí con Susana presentaciones en el teatro Quintanilla. Y vuelvo a vernos, fotografiadas las dos, sentadas en primera fila junto al “Viti” Fayad, entonces intendente. Jóvenes y sonrientes ambas. Y recuerdo esa fotografía que buscaré esta tarde para corroborar que Susana tenía una bella sonrisa triste. Era una dama elegante, distinguida, melancólicamente triste. Casi pudorosamente triste. Por eso nos deja páginas impregnadas de esa suerte de férrea conciencia existencial, angustiada. Una clase de conciencia social que cargaba en la obra y que se correspondía cuando te miraba con esos enormes ojos indagadores que la caracterizaban.
No, no le digo adiós a Susana Tampieri. Le digo gracias. Por lo que deja. Por las charlas y los cafés compartidos casi al pasar, pues cuidaba del tiempo para los demás. Pero, sobre todo, le digo gracias por haber decidido que la literatura (el teatro, las novelas, el legado valioso de su narrativa) quedará para siempre en nuestras bibliotecas como prueba irrefutable de que el arte siempre tiene un por qué y un para quién.