Enero en la Mendoza sanmartiniana

La literatura mendocina escrita en honor al Libertador es copiosa y abarca desde novelas hasta poemas heroicos. Marta Castellino repasa algunos en esta columna, motivada por un nuevo aniversario del Cruce de Los Andes.

Enero en la Mendoza sanmartiniana
La Gesta Libertadora tiene resonancias especiales cada enero en Mendoza.

“Al pie de los desnudos Paramillos, / Que son en la alta cordillera real / Como un burdo sayal, / Levantó SAN MARTÍN en Plumerillos / La cuna de su hueste redentora”

Julio Fernández Peláez. “La epopeya de los Andes” (1932).

En una nota anterior aludimos a una de esas representaciones sociales que son inseparables del nombre de Mendoza: la de “ciudad heroica”, inseparablemente unida al recuerdo de la gesta sanmartiniana, tal como aparece en nuestra temprana novelística histórica, por ejemplo en las novelas “La ciudad heroica” de Rosario Puebla de Godoy (1904) o “Gloria cuyana”, de Julio Olivencia Fernández (1927).

Ahora bien, enero resulta un mes estrechamente unido al hecho histórico de la partida del Ejército de los Andes, que tuvo lugar bajo “El sol de fuego de un día de verano, [que] reverberaba en las nieves de la montaña andina y se extendía por el llano, cual luminoso velo que, al reflejarse en los blanqueados edificios de la ciudad, producía esa deslumbrante blancura que obliga a entornar los ojos ó a protejerlos [sic] con las manos al mirar” (Puebla de Godoy), y por lo tanto resulta propicio para echar una mirada a la copiosa literatura sanmartiniana escrita en Mendoza.

En primer lugar, la novela de Rosario Puebla, que nos relata los preparativos de la marcha en estos términos, casi como testigo presencial: “Desde temprano, el Ejército vestido de gala […] se movió de ‘El Plumerillo’, en dirección a Mendoza, haciendo su entrada por la calle de la Cañada, al son de marchas triunfales y rodeado de numeroso pueblo que había acudido de todos los puntos comarcanos” (Puebla de Godoy, 1904: 183). Y sigue la descripción: “El día era espléndido; un sol radiante iluminaba con sus potentes rayos la cresta de los Andes haciendo resaltar su eterno festón de nieve y, aunque en pleno estío, soplaba una ligera brisa de la sierra, refrescando el ambiente” (193).

Se narra a continuación un hecho crucial para el orgullo mendocino: la entrega del bastón de mando del General San Martín a la imagen de la Virgen del Carmen de Cuyo, actualmente conservada en la basílica de San Francisco de Mendoza, hecho tristemente opacado en la actualidad por la clausura impuesta por los guardianes del templo al camarín de la Virgen, donde se conserva la preciada reliquia, por supuestos problemas de infraestructura, privando de esta manera a los turistas y a todos los mendocinos de la posibilidad de visitarlo.

El testimonio histórico de la ceremonia nos ha llegado también por la novelística, en este caso, Gloria cuyana: “[…] dejóse guiar San Martín por el ejemplo del virtuoso General Belgrano y quiso que también el Ejército de los Andes contase con su santa ó patrona protectora y habiéndose efectuado con ese motivo una reunión de jefes, se eligió en ella á la Madre de Jesús, bajo la advocación de Virgen del Camelo. Y como se imponía proceder con toda premura y en un acto público a la bendición solemne del emblema y a la proclamación de la patrona del Ejército, resolvió revestir a aquel de toda la suntuosidad que permitían las circunstancias y fijó como fecha […] el 5 de enero” (Olivencia Fernández, 1927: 186).

El texto mencionado nos ofrece una detallada descripción de la ceremonia que tuvo lugar entonces, en la que se realizó también la bendición de la bandera de los Andes: “En el atrio de la Iglesia de San Francisco estaba el General San Martín, acompañado de sus edecanes y ayudantes […] el clero regular y representantes de diversas órdenes monásticas, vecinos distinguidos y numerosos empleados de la administración civil. Una guardia de honor del Regimiento de Granaderos y un piquete compuesto de delegaciones de los cuatro cuerpos de infantería, se adelantó y penetrando al templo, regresó á poco, escoltando la imagen de la Virgen del Carmen, conducida en andas por conspicuos ciudadanos y el cortejo todo se puso en movimiento hacia la Iglesia Matriz, donde se hallaba depositada la bandera á bendecirse” (1927: 201).

A comienzos del siglo XX, coincidiendo con la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo, las letras mendocinas registran un auge de la poesía patriótica, dentro de la cual cabe incluir algunas de las composiciones de Eduardo Ruiz incluidas en “Versos” (1906), como “La jornada de los Andes”, un extenso fragmento de otra composición mayor, dedicada al Gran Capitán de los Andes y su gesta andina, en la que el comienzo, con imágenes grandilocuentes que dan cuenta del silencio y la soledad nocturna, recuerda el poema de Olegario Andrade, “El Nido de Cóndores”, de tema análogo. El momento escogido por el poeta para cantar a los héroes es la partida del Ejército de los Andes, que el texto sitúa el 15 de enero (de 1817), si bien los historiadores no están acordes en esa fecha.

Por citar solo otro ejemplo, más tardío, y coincidente con el centenario de la muerte del Libertador, podemos mencionar la obra de Julio Fernández Peláez. A pesar de haber nacido en La Habana (todavía española) en 1895, se lo considera mendocino por haberse radicado en Mendoza, junto con su familia, desde 1919. Particularmente se lo asocia con la ciudad de Maipú, en la que reside la mayor parte de su vida y cuya biblioteca municipal lleva su nombre. Se lo reconoce como docente, literato, historiador y político. Falleció en Mendoza en 1969.

Como señala Hebe Molina en un trabajo de próxima aparición, “La obra literaria de Julio Fernández Peláez tiene como línea vertebral el tópico de la heroicidad de los patriotas”, en el que se incluye “la construcción del tópico de San Martín como enviado de los antiguos Incas para liberar las tierras americanas, y en la caracterización de los mendocinos como pueblo libertario, gracias a la simbiosis de las sangres aborigen y española, consideradas ambas como de origen heroico”.

Dentro de su producción patriótica podemos mencionar “Aleteos de cóndores: Poemas épicos, Glorias de la Patria y Laureles de Cuyo” (1932). El volumen abarca trece poemas, varios de ellos laudatorios de la gesta sanmartiniana y, por supuesto, el extenso poema épico titulado “La Andiada o Canto esencial de América del Sur” (1953), con el que “corona su labor de reconstrucción histórica y literaria de las hazañas de José de San Martín. Y lo hace poco después de las conmemoraciones por el centenario del fallecimiento del Gran Capitán” (Molina). En esta obra, según explica Gloria Videla de Rivero, se presenta “un modelo heroico” (2003: 19) que eleva la estatura del Gran Capitán a una altura mítica.

Baste esta enumeración incompleta de textos referidos al Gran Capitán de América para recordarlo en este tórrido enero, ciento veinticinco años después de aquel en que dio comienzo su gloriosa campaña en pos de la libertad de América.

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