Ernesto Sabato: el legado de un intelectual existencialista y desafiante

Una serie de aniversarios nos ponen frente a una de las plumas más íntegras, actuales y críticas de nuestra literatura. Desde el desencanto juvenil con la ciencia a los valores que acompañaron su vida casi centenaria.

Ernesto Sabato: el legado de un intelectual existencialista y desafiante
El escritor falleció hace exactamente diez años.

Ernesto Sabato fue un ensayista prolífico, un novelista de poca producción (pero de valor inestimable) y sobre todo un intelectual desafiante, de esos que saben que el mejor lugar siempre es la crítica y el inconformismo. Por estos días, cuando su figura se intercepta de varios aniversarios importantes, es imprescindible recordar su importancia dentro de nuestras letras; ya no solo argentinas, sino hispánicas.

Hoy son 10 años desde ese 30 de abril de 2011 en el que falleció, a pocas semanas de cumplir 100 años; y el 24 de junio serán, entonces, 110 años de su nacimiento. Además, se celebran las seis décadas de “Sobre héroes y tumbas”.

El desencantado

Pocos recuerdan el hecho sustancial de la vida de Sabato: que su enorme carrera literaria comenzó después (y también a raíz) de abandonar una prometedora carrera profesional en la Física, una disciplina en la que se doctoró y en la que obtuvo becas muy codiciadas, que le permitieron trabajar en París (en el mismo laboratorio que fundó Marie Curie) y en Massachusetts (en el mítico MIT).

Pero algo cambió. Con solo 28 años, iba camino a convertirse en un científico especializado en la radiación cósmica y una rutilante carrera docente en la Universidad de La Plata, pero coincidieron los infortunios: Perón lo obligó a renunciar en 1945, pues sus críticas a cualquier clase de militarismo en la Democracia se hacían oír; pero, principalmente, cambiaba su propio espíritu. En París había conocido el surrealismo de André Breton, que imponía como única realidad el sueño y el inconsciente, y sintió cada vez más que la ciencia era incapaz de explicar el sentido fundamental del alma humana.

Ernesto sabato en su casa de Santos Lugares. Foto: Eduardo Grossman (2001)
Ernesto sabato en su casa de Santos Lugares. Foto: Eduardo Grossman (2001)

Durante ese tiempo de antagonismos, por la mañana me sepultaba entre electrómetros y probetas y anochecía en los bares, con los delirantes surrealistas”, recordó alguna vez Sabato, quien aprovechó los embates peronistas del 45′ para escribir y documentar, en un primer libro conciso y monumental, sus pensamientos sobre la ciencia y el ser humano.

“Uno y el Universo”, publicado ese año, no solo es su primer libro, sino que lo pone en la vanguardia de todos aquellos ensayistas y filósofos, como sus contemporáneos en la Escuela de Frankfurt, que alertaban sobre la deshumanización que conlleva la evolución tecnológica y la falsa neutralidad de la ciencia. Con este libro recibió su primer premio literario.

El comprometido

Sabemos que apenas tres años después publicó “El túnel” en la revista Sur, que fue la novela que lo popularizó. En ella volcó toda su desolación existencialista, por lo que por momentos esa escritura se parece a Jean Paul Sartre (a quien admiró toda su vida y llegó a retratar, y todavía hoy en su casa de Santos Lugares se puede ver esa pintura) o Albert Camus, quien habrá sentido esa resonancia argentina de su “étranger” y por eso animó tanto para que “El túnel” se difundiera en Francia (no es casual tampoco que, en una de sus traducciones al inglés, la novela se presentara como “The Outsider”).

La vida de Ernesto Sabato, en ese itinerario de ensayos demoledores y novelas espaciadas, fue una sucesión de actitudes que pondrían orgulloso al intelectual más ortodoxo: pasó por varios trabajos, pero renunció (al cabo de poco tiempo) a la mayoría de ellos. Las discrepancias no se negocian. Fue una sucesión de otros desencantos.

1984. Ernesto Sabato entrega el informe de la Conadep a Alfonsín (DyN/Archivo).
1984. Ernesto Sabato entrega el informe de la Conadep a Alfonsín (DyN/Archivo).

El caso por antonomasia fue en 1955, en el marco de la autodenominada Revolución Libertadora. Mientras Borges gozaba de las delicias de haber sido nombrado director de la Biblioteca Nacional, al punto de que fantaseaba con abandonar su departamento para irse a vivir ahí a tiempo completo (lo consignan los diarios ladinos de Bioy Casares), a Sabato lo habían nombrado interventor de la revista Mundo Argentino. Al año siguiente renunció sin dudarlo, pues había conocido las torturas militares y los horrorosos fusilamientos de José León Suárez en 1956, los mismos que inspiraron “Operación Masacre”.

Los nombramientos y renuncias fueron habituales, pues Sabato tuvo como eje siempre sus propios principios. Se mantuvo al margen de compromisos políticos pero también de etiquetas: cuando a mediados de los 60′ ya sonaba el Boom Latinoamericano, que ante todo fue un fenómeno comercial, Sabato reprobó que se lo incluyera en la explosión. Se consideraba un “francotirador” de la misma y llegó a proclamar su condición de outsider: se consideraba “anterior”, “exterior” y también “posterior” de ese fenómeno.

Por eso se entiende que, en 1984, no hubiera firma de la cultura más íntegra y autorizada para dar a conocer el informe de la Conadep, que daba cuenta de las desapariciones perpetradas por la última dictadura. Aunque hoy se relativice, y muy sabidas son las controversias en torno a la firma del escritor en el prólogo y las opiniones que desacreditan su postura de entonces, el valor de esa pluma septuagenaria denunciando lo que pocos aún se animaban a denunciar, pese a las amenazas que sufrió por parte de grupos neonazis, es una de las páginas más honrosas de nuestra historia política.

El físico que alguna vez soñó con los misterios del mundo subatómico llegó a ganar el Premio Cervantes en 1982, algo que solo antes había obtenido Borges. Y tuvo muchas más distinciones, entre doctorados honoris causa, ciudadanías ilustres y más galardones literarios. Las bondades de haber tenido esa larga vida. Pero nadie puede asegurar que ese escritor anterior, exterior y posterior de 99 años, cuando ya estaba ciego y se dedicaba a pintar retratos de otros desencantados como Sartre o Nietzsche, ese 30 de abril de 2011, no se haya sentido también ajeno al tiempo.

Una invitación

Para conmemorar estos diez años sin Sabato, la fundación que lleva su nombre, y que preside su viuda Elvira González Fraga , organizó una serie de charlas virtuales. Comenzaron a principios de este mes y continuarán en mayo.

El miércoles 12, a las 17, habrá una lectura online de fragmentos de “Informe sobre ciegos”, el capítulo más famoso de “Sobre héroes y tumbas”, y el viernes 14, a las 12, se cerrará el homenaje con una charla entre Pilar del Río Saramago, Evangelina Soltero, Fanny Rubio, Fernando Rodríguez de la Fuente y César A. Molina.

Para presenciar el ciclo se debe entrar a www.fundacionernestosabato.org con dos días de anticipación, o enviar correo a fundacionsabato@gmail.com o inscribirse en la página de Facebook.

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