“Las energías sacadas afuera como palabras dichas o escritas, más tarde o más temprano, resultan ser curativas”, reflexiona Bettina Ballarini. “Lo mismo pasa con la mayoría de las formas de expresión, verbales y no verbales. No soy nada original. Eso ya lo descubrió Freud y por lo menos un siglo y medio de terapias concomitantes”.
Se refiere al epígrafe de Graham Greene que le da la bienvenida al lector en su último libro, “En casa: variaciones sobre la misma pandemia” (Jagüel, 2022), escrito durante la cuarentena. “Escribir es una forma de terapia” es la frase que toma del británico.
Y completa: “Pero, y a pesar del epígrafe de Greene, creo sobre todo en la escritura como oficio (en especial respecto de la poesía lírica), no como una circunstancia histórica o biográfica que promueve la confesión, sino como práctica permanente, militancia y búsqueda”.
Escritora, docente, investigadora, fotógrafa, editora y guionista, Ballarini es una artista que maneja distintos lenguajes para expresar. Y la pandemia de Covid-19 puso a prueba su sensibilidad: “Con este libro me pasaron algunas cosas, además de la pandemia que nos impactó a todos”, nos cuenta.
“Por un lado, me rondaba la idea de escribir otro libro para cumplir con mi plan de producción de uno cada dos años y, aunque hay tonos que vienen con uno (algo así como un karma; en mi caso la nostalgia con la que a veces miro el mundo). Y vino a suceder la pandemia. Y vino que tuvimos que quedarnos ‘en casa’ a pesar de que no ha sido mi hábito más propio. Soy población de riesgo y eso, como a la mayoría, también me produjo el escozor del miedo. Me gusta mucho la vida. Entonces… Me reencontré con aquel poema de Blas de Otero que Paco de Lucía hizo canción: ‘Me queda la palabra’. Un texto se fue hilvanando con otro y, cuando armé la estructura del libro, vino el epígrafe de Graham Greene. Pero en la poesía, no todo es una planificación tan clara como un discurso didáctico. Queda siempre el caudal de misterio en que la literatura nos fusiona con el mundo y no se puede explicar”.
El contexto traumático marcó el ritmo del poemario: “La muerte dejó / más que antes / de guardar las formas / en estos días”, se lee “Hoja”. Los sentires se fueron atravesando en el confinamiento.
-En algún momento los episodios más duros de la pandemia ya pasaron y ya se habla de una “pospandemia”. Pero, ¿cuándo te diste cuenta que el libro ya estaba terminado y tenías que “soltar” estos poemas?
- Solté estos poemas en libro cuando me di cuenta de que ya no tenía capacidad de escribir, desde mí, variaciones sobre el mismo asunto que nos preocupaba y nos preocupa a todos. También es cierto que, una vez que había cerrado el libro y lo había enviado a diseño gráfico, sentí que me faltaban unos tres textos. No por número, sino por el sentir en la experiencia de la pandemia y la nueva experiencia tan contante y sonante de la muerte. De allí surgieron “Cucarachas”, “Para curar de palabra” y “Después”. Como es de suponer, eso me valió el reto de la diseñadora con la que trabajo hace quince años, Clara Luz Muñiz, porque hubo que maquetar de nuevo... Creo que ya me perdonó (ríe). Suele pasar esa sensación de que los libros no están acabados, aunque se suelten.
- Los apartados “Big Bang” y “Génesis” dan la idea de que, a la par de la escritura, hubo un proceso de “renacimiento”. ¿Lo viviste así?
- Tal vez “renacimiento”… Lo que comprendo en este proceso de escritura es que elegí para las partes de la estructura lo del “Big Bang”, el “Génesis” y una cita de Charles Darwin como referencia y replanteo sobre la incógnita que atraviesa a la Humanidad respecto de la Creación. No soy filósofa, de modo que solo pude esbozar poemas en ese sentido.
- Como en otros poemarios anteriores, volvés a unir la palabra con la fotografía. De hecho, casi todos los poemas tienen una foto que los acompaña. ¿Cómo se dio el proceso de conjunción de ambos lenguajes? ¿Escribiste sobre las fotos o al revés?
- Sí, la palabra vinculada con la imagen ha sido mi búsqueda más constante. De a ratos he priorizado la palabra sobre la imagen, y viceversa. Inicialmente pensé “En casa: variaciones sobre la misma pandemia” con ilustraciones originales de María Marta Ochoa, la artista plástica mendocina que ha interpretado con mayor sensibilidad mis textos. Pero, antes de que ella comenzara con el trabajo de ilustración, quisieron la pandemia y los modos de comunicación que se afianzaron en este contexto, que encontrara en las redes las fotos de Maby Ciaffone, de Buenos Aires. Me disculpé con María Marta y me comuniqué con Maby para pedirle autorización sobre sus fotos. Clara Luz me sugirió que incorporara algunas de mis fotos que me encontraron por el mundo “presencial” y también otras de objetos de mi casa. Creo en el libro que es trabajo de búsqueda de equipo hasta encontrar la voz con que se muestra.
- Un fenómeno interesante que veo es que, pese a que la pandemia nos marcó a todos y a todas, todavía no se habla lo suficientemente de esta experiencia en los libros que se están editando, las películas que se están filmando (de hecho, muchas eluden completamente su existencia), etcétera. ¿A qué atribuís esa falta de discursos artísticos en torno a un hecho como ese?
- A mí me parece que los hechos que conmueven la Historia necesitan justamente de distancia histórica y estética para ser reflejados desde el Arte. Si no es crónica. Yo escribí “ipso pucho”, mientras lo vivíamos, porque hablo mucho (ríe) y el aislamiento fue largo. Muchos han escrito en las redes crónicas valiosas sobre el asunto, también hubo convocatorias de concursos literarios internacionales y algo he visto en el “gigante de streaming”, como se dice. Pero ya llegará la maduración y la elaboración artística. Cuando nos calmemos de la cercanía del hecho.
Más novedades de Jagüel
Ballarini también es editora de Jagüel, una interesante plataforma para las letras mendocinas. Nos informa sobre las últimas publicaciones:
“El pan, las nueces y la canela”, poemario de Gloria Bratschi, una de nuestras importantes comunicadoras sociales. El poemario está ilustrado con fotos tomadas por ella misma y elabora un discurso femenino que se detiene en el universo de la cotidianeidad.
“Algunos rostros de Dios”, de Olga Ballarini, una mendocina resiliente de muchas batallas, es la segunda edición de un poemario publicado hace más de diez años atrás, ilustrado por renombrados plásticos locales con repercusión internacional. Los poemas ahondan en la presencia y ausencia de Dios en ámbitos como la pobreza, la injusticia, el autoritarismo, la soledad y el amor.
“Devuélvanme la muerte” de Ambrocina Cismondi (Adriana Correa) es una novela que integra nuestra Colección Arriba pasa el viento - narradores mendocinos contemporáneos y recrea los hechos que condujeron a la injusta muerte de Monseñor Enrique Angelelli, Obispo de La Rioja. Desde la perspectiva de voces plurales y una técnica narrativa muy contemporánea que imbrica esas voces narradoras con la densidad de lo lírico, el texto demanda la necesidad de justicia sobre la verdad.
“También hemos publicado, dentro de nuestra Colección Herramientas Para el Aula un texto necesario para las aulas del inglés técnico: ‘Guía en español de gramática inglesa para el inglés técnico’, de Joaquín Llobell”, finaliza Ballarini.