No s’estrañen si mi canto / Tiene un poco de dureza./ Es com’una flor que nace/ Aprietad’entre las piegras”. Félix Dardo Palorma. Pulso de raíz
La obra de Félix Dardo Palorma (1918-1994) constituye una parte fundamental del patrimonio cultural de los cuyanos, en primera instancia porque que ha sido el creador de obras consideradas “clásicas” en el cancionero de raíz folklórica de nuestra región. Su labor autoral y compositiva es considerada por el público en general, y por periodistas especializados, músicos, estudiosos del folklore, investigadores, docentes, entre muchos otros, de una calidad excepcional. Pero además sus creaciones configuran una suerte de eslabón fundamental que articula el sentimiento genuino de las expresiones de la tradición con un espíritu de innegable renovación e innovación, sin perder su sentido verdaderamente “popular”. No en vano, algunos de los referentes fundacionales del recordado movimiento del “Nuevo Cancionero”, como Armando Tejada Gómez, Eduardo Aragón o Tito Francia, han considerado la obra de este ilustre paceño como clave para el surgimiento de dicho movimiento; una “llave” que permitió continuar una línea creadora inspirada no solamente en la tierra, en su paisaje, en sus bellezas naturales, sino en su gente, en las mujeres y hombres que han labrado una historia, un cultura, una idiosincrasia, que es claramente identificada a nivel nacional, y que se fortalece precisamente con las expresiones artísticas que, como en el caso de Palorma, abrevan en sus raíces y se proyectan a nivel universal.
Félix Dardo Palorma nació en San José de Corocorto, en el antiguo Yopacto de los nativos huarpes (hoy departamento La Paz), el 23 de mayo de 1918. Desde muy joven se incorporó al conjunto “Brochazos de tradición”.
En 1941 se radicó en Buenos Aires y en 1951 ganó el concurso para componer la música de la película El Camino del Gaucho, que para la Twentieth Century Fox dirigiera Jacques Tourneur. Actuó en radio “El Mundo” y “Radio Belgrano”.
Luego retornó a Mendoza y se radicó definitivamente en la provincia. Es autor de alrededor de 300 canciones registradas en SADAIC (entre otras, “Póngale por las hileras”, “La refranera”, “La viña nueva”).
Falleció el 18 de abril de 1994.
Su obra poética comprende los siguientes títulos: Ecos de cencerro; Poemas lugareños (1948); Pulso de raíz (1948) y Lo que no ha sido vive sólo en Dios (1989). Su consideración nos impone una primera referencia al folclore literario, es decir esa parte de nuestro patrimonio cultural que comprende creaciones en prosa o verso, de carácter anónimo, oral y tradicional.
Cuando estos fenómenos pierden esos rasgos de anonimia y tradicionalidad, al convertirse en fuente de inspiración para escritores individualizados que crean siguiendo el modelo heredado, pero agregándole rasgos propios de su talento creador, surgen la denominadas “proyecciones folclóricas”, es decir, aquellas creaciones que se inspiran en la realidad folclórica, cuyo espíritu trasuntan, pero producidas fuera de ese ámbito y que no cumplen (como se dijo) con la totalidad de los rasgos que caracterizan los fenómenos folclóricos.
Este folclore poético es un tesoro que tardíamente fue descubierto por los investigadores, apenas a tiempo para salvar sus reliquias, de las que dan testimonio los monumentales Cancioneros de Juan Alfonso Carrizo, en primer lugar, y luego los de Jorge Furst, Orestes Di Lullo, Guillermo Terrero, Juan Draghi Lucero, Alberto Rodríguez... que recogen composiciones “directamente de la boca del pueblo, de gente nacida y criada en la campaña, a veces en las mismas sementeras donde trabaja, gente que vive al margen de la vida de la ciudad, sin la menor noticia de la literatura de los libros”.
Entre los rasgos característicos de esta lírica folklórica pueden destacarse los siguientes: el acusado conceptismo que es la base de buena parte de los procedimientos característicos del género (reiteraciones, paralelismos, antítesis, encadenamientos, juegos de palabras, etc.); el gusto por locuciones consagradas poéticamente (frases sobre situaciones espaciales o temporales, fórmulas alocutivas, designaciones del ser amado); el uso frecuente de elementos impresivos (exclamaciones, vocativos, preguntas retóricas, etc.) y la importancia estructural y expresiva del estribillo.
En la poesía tradicional argentina llama la atención su rigor métrico: no sólo se ciñe a los versos de arte menor, sino también a una estricta regularidad estrófica; otra de las constantes formales de nuestra poesía tradicional es la rima, con gran preponderancia de la consonancia sobre la asonancia. Dentro de la preferencia por el verso octosílabo, en estas tierras cuyanas arraigaron en forma especial ciertas combinaciones estróficas; como dice Alberto Rodríguez, “En versos de todas clases y medidas, pero preferentemente en décimas, octavillas y cuartetas, se cantaron con o sin guitarra, las más variadas penurias y aventuras ocurridas en tierra cuyana”; estas composiciones se cantaban también con acompañamiento de arpa o requinto.
Este marco de referencia es necesario para justipreciar la obra poética de Palorma que corre paralela a sus composiciones folclóricas. Si leemos su poemario Ecos de cencerro; Poemas lugareños advertimos en él la configuración de una suerte de “diario íntimo”, profundamente afincado en la tierra, cuyos temas principales son el canto, el paisaje y la vida rural (costumbres, vestimentas típicas), el sentido de la vida, el paso del tiempo, el viaje y la distancia. Es notoria presencia constante del yo lírico que se define como cantor y como habitante del medio rural y partícipe de la historia patria.
En cuanto a la métrica, predominan los versos octosílabos agrupados preferentemente en cuartetas, con rima asonante. El lenguaje poético se caracteriza por una sugerencia de oralidad, que lo aproxima a la poesía de los cancioneros, del mismo modo que varios de los recursos empleados, propios de la lírica tradicional, como apóstrofes, apelaciones al auditorio, el uso de la segunda persona plural que supone un auditorio presente, interrogaciones retóricas y comparaciones con elementos de la realidad circundante, como “canto” / “flor que nace…”, al igual que las metáforas, al modo de “es badajo el corazón”; paralelismos, antítesis y reiteraciones
En cuanto a su segundo poemario, Pulso de raíz, reitera los mismos temas: referencias autobiográficas (niñez), costumbres, etc., en versos de medida variable, aunque con cierta predominancia del octosílabo. Igualmente, el estilo se aproxima al de la poesía popular, con recursos propios de la poesía tradicional: anáforas, reiteraciones, etc. La novedad respecto del anterior lo constituyen ciertas imágenes en cierto modo vanguardistas: “La tristeza endrina de piel atezada / la idea, cocuyo de fluctuante luz”, con lo que este volumen representa un grado más lejano de proyección folclórica.
Cabal representante de la lírica cuyana, la obra de Palorma se construye en una ecuación perfecta entre tradición y originalidad. Aprovechando todas las sugerencias de la poesía popular en cuanto temas, formas poéticas, recursos expresivos… se abre sin embargo a una renovación poética que cuajará años después en poetas como Arando Tejada Gómez y en fenómeno conocido como “Nuevo Cancionero”.