Cuando los latidos ya nos anunciaban el final del “Himno de mi corazón”, las seis voces se fueron convirtiendo en un susurro cálido y el Teatro Independencia, detrás de los barbijos, contenía el aliento. Pedro Aznar, Orozco-Barrientos, Javier “Pulpo” Montalto, Gabriela Fernández y Fran Figueroa habían unido sus voces para la eterna melodía que Miguel Abuelo y Cachorro López compusieron en 1984.
Tantos años después, junto a destacados instrumentistas mendocinos y una porción de las cuerdas de la Orquesta Filarmónica de Mendoza, que dirigía César Iván Lara, los versos se resignificaban: “Que no se rasgue como seda / El clima de tu corazón”, le cantaba a los mendocinos Fernández, en lo que a esa altura de la noche ya era el fin de la Fiesta de la Cosecha 2021, pensada por primera vez (casi exclusivamente) para su transmisión vía streaming.
Era el final, pero no: nada impidió que los aplausos trajeran de vuelta al escenario a Aznar, la principal figura de esta edición, y que ofrendara “A primera vista”, otra bella canción que invita a corear. “Amarazáia zoê, záia, záia / A hin hingá do hanhan”, le respondió el público, que incluso siguió pidiendo más, por lo que Fernando Barrientos y Raúl “Tilín” Orozco salieron a repetir el hit sísmico que minutos antes había marcado el primer clímax de la noche: “Chilenitas”, donde las palabras “Si naufragar es preciso, es mejor que sea con vino” fue de las pocas alusiones explícitas a la bebida que nos congregaba.
Fue un cierre en lo alto de una noche que empezó tímida, a las 22 en punto, y que fue seguida en las primeras horas por unos dos mil usuarios en YouTube y 250 personas en la Enoteca. Adentro del Independencia, en cambio, el aforo estaba limitado y Cruz Roja Internacional había organizado, informado y hecho ingresar al público con toda la rigurosidad del protocolo.
Para muchos y muchas era la primera vez que volvían a una sala después del confinamiento, por lo que nueva experiencia todavía no acababa de ser internalizada cuando subieron al escenario, para interpretar “Criolla”, el director Lara, una formación de cuerdas, los percusionistas Matías García y Matías Gorordo, los vientos de Sebastián Alcaraz (al igual que los anteriores, tras una mampara transparente) y la guitarra de Polo Martí, quien fue al igual que otros años el director musical del espectáculo. Los impecables arreglos, en este desafío de ofrecer pese a las restricciones un concierto equilibrado, con riqueza tímbrica y con climas, estuvieron a cargo de Joaquín Guevara y Juan Emilio Cucchiarelli.
Todavía estaba muy presente la última edición en el aeropuerto, cuando Andrés Ciro Martínez y la Orquesta Filarmónica de Mendoza habían repetido la exitosa fórmula de unir clásicos populares todos los recursos que da un organismo sinfónico. Y unos años más atrás, en 2015, Aznar ya había hecho lo mismo.
Los que esperaban algo parecido, se encontraron con otra cosa: las exigencias del protocolo impusieron otro tipo de espectáculo, en el que no hubo derroche de canciones. Un concepto más modesto y un repertorio calculado casi con cronómetro.
La primera parte, con la Orquesta como protagonista, empezó con “Criolla” y siguió con dos piezas académicas desconocidas por el público en general: una “Fuga criolla”, de Juan Bautista Plaza, y “Brejeiro”, el primer tango brasileño de Ernesto Nazareth. Se echó de menos que el director no presentara las piezas ni que se diera, por parte de él o de cualquier organizador, una bienvenida al público. Así, reinó en los primeros minutos una sensación de protocolo y distanciamiento no solo entre los asistentes, sino entre los asistentes y los artistas.
La calidez llegó con Orozco - Barrientos, quienes abrieron la segunda parte exactamente 15 minutos después del inicio del show y que dedicaron la primera interpretación “a estos tiempos tan difíciles”. Sincronizaron sus guitarras para “Llegado el tiempo de amar”, tonada de Félix Dardo Palorma que nos enseña que “suele aliviar más el llanto que la risa”. Después, para “Los ojos del amor” se sumaron Gabi Orozco, hijo de Tilín e integrante de Usted Señalemelo, y Joaquín Guevara en guitarras. En “Chilenitas”, como decíamos, se vivió la primera ovación de la noche.
Entonces llegó “Pulpo” Montalto para pedir palmas en la chacarera “La flor azul”, interpretada por los tres.
Buscando siempre el recambio sobre el escenario y la variedad de voces, salieron los Orozco - Barrientos y llegó Fran Figueroa, vocalista de la ascendente banda mendocina Spaghetti Western. La brillante introducción de Alcaraz creó el clima perfecto para evocar entre ella y Montalto “Sueño de un tomero”, zamba de Goyo Torcetta y Daniel Morcos, a la que siguió “Madre y sol”, de Martí y Marcelino Azaguate, un aire de huayno dedicado a las mujeres de América.
A las 22.48 apareció Aznar y enamoró. Para mantener la emoción en lo alto, sacó del cofre del cancionero ese himno de resistencia que es “Como la cigarra”. Su voz, siempre tersa y limpia, se llenó de esperanza al contrastar las palabras de Walsh con nuevas cigarras y nuevas vueltas de la guerra. “Qué mensajes cobra esta canción de María Elena después de un año tan duro”, sugirió el pasar, mientras se preparaba para dar vueltas en los “Remolinos” del Nolo Tejón, en cuya segunda estrofa se sumó Gabriela Fernández pidiendo un “¡Viva!” para el autor de esta cueca. Enormes aplausos para los dos.
Del fervor cuyano, las luces marcaron un paso a la intimidad y se hicieron tenues. Como tenue también empezó “Barro tal vez”, del Flaco Spinetta, en la voz de Aznar. ¿Versión de antología? Quizás: su vibrante interpretación fue de esas que no se ahorran ni sentimiento ni voz. Cuando un artista deja todo y merece una ovación.
Así, habíamos llegado al “Himno de mi corazón” y los seis cantantes dieron el último mensaje de esperanza. Esa palabra fue el alma de esta inédita Fiesta de la Cosecha. Vendrán tiempos mejores, volverán las miles de personas al aeropuerto y, después de que las reinas corten sus racimos en vivo, volveremos a brindar a lo grande. Pero que hoy, al menos, la música nos dé un abrazo.