“Insistimos y existimos en la relación estética entre lo material y el abstracto, las cosas y el ambiente”, dice el contundente texto que escribió Francisco Borsani para su muestra “Esplendor”, en el Anexo del Museo Municipal de Arte Moderno de Mendoza (Parque Central, Ciudad).
Es todo un manifiesto: “Decadentes / A veces pienso que somos decadentes / Asumimos que detrás de lo lindo, siempre algo está roto, podrido, perdido / Sentimos que no somos suficientes, que paseamos en el vacío eterno al que tanto tememos / Flotamos, en la nostalgia y la inseguridad / Dudamos, y aún así nos sumergimos en la realidad paralela de la que vivimos huyendo / Una anomalía constante / A ratos, bailamos en la esperanza de que esta mierda se termine / El esplendor. Ese que a veces tomamos como último recurso para evadir la sobriedad de lo cotidiano”.
Pendula entre el pesimismo y el nihilismo, pero es en realidad más que eso. “Cuando digo ‘Esplendor’, me refiero un poco a ese momento de explosión de sentimientos feos que nos suceden en algún momento de la vida”, reflexiona con nosotros el artista, cuyas piezas se verán hasta el 19 de junio de forma libre y gratuita (martes y viernes de 12 a 19 y sábados, domingos y feriados de 16 a 20).
“Es esa autodestrucción que tenemos, que llevamos adentro y no nos animamos a resolver. ‘Esplendor’ es esa luz, pero que en vez de llevarte a un lado de esperanza te lleva a un lugar donde se refleja lo autodestructivo de uno, llevado a la fealdad. Es un poco lo que no nos animamos a decir, a reflejarnos. Son los miedos, las inseguridades y todo eso que nos limitamos a mostrar. Eso está reflejado en las obras, llevándolas a una gran anomalía”, nos explica Borsani.
Son 33 obras, de las cuales 16 son esculturas y 17 pinturas (óleos, acrílicos, crayones pastel). Las esculturas están realizadas en cartapesta, algunas están pintadas con acrílico, otras con esmalte sintético, y todas barnizadas con laca brillante. “Y actualmente estoy empezando a trabajar con cemento”, apunta sobre su trabajo con los materiales.
De las esculturas, destaca las que están cartapestadas con fotos tomadas por él, “en diferentes situaciones o lugares que me llevan a ciertos lugares, sensibilizándome”.
-Carteras, zapatos, camisas... ¿Qué quisiste decir a la hora de resignificar estos objetos cotidianos?
- Soy diseñador de indumentaria, y me interesó mucho poder plasmarlo en lo que es mi obra. Me gustó mucho resaltar la cotidianeidad de las prendas que llevamos todos los días con nosotros al igual que eso que cargamos, esos sentimientos, lo que nos guardamos y no nos animamos a decir. Quise llevar estos objetos a un lado feo, destructivo, dejado, jugando con dos polos opuestos como son la belleza estereotipada y la monstruosidad.
Los inicios
“Desde muy chico siempre me llamó la atención todo lo que tuviera relación con alguna rama del arte”, nos dice. “Siempre me gustaron mucho los musicales, ver la estética de cada película que miraba, siempre observando mucho y generándome dudas. En el colegio creo que tuve solo un año de artes plásticas y luego nunca más, por lo que creo que surge más de cuando acompañaba a mi papá a muestras de amigos de él que eran artistas, y ahí me empezó a llamar más la atención”.
Sigue: “Siempre tomaba algún taller relacionado al arte, como por ejemplo dibujo, fotografía, cerámica. Empecé a vincularme más cuando arranqué la carrera en Diseño Gráfico. Ahí pude trabajar y acercarme un poco más al arte. Tomé cursos de fotografía en Buenos Aires también y luego comencé a diseñar ropa, y eso me disparó a querer comenzar a pintar de una manera más seria. Siempre pinté y dibujé, pero en momentos que tenía libres. Actualmente hago esculturas y pinto”.
-¿Pero cómo te definís, entonces?
-Como respuesta básica me definiría como artista, pero creo que va un poco más allá de eso. Yo conceptualizo mis sensaciones, lo que pasa en mi cabeza y trato de traerlas a la realidad a través de los materiales y la obra en sí, trato de canalizarlo en lo que hago o creo. Definiría también que lo que hago sería crear, crear lo que me pasa en mi vida cotidiana, mis sensaciones. Todo lo que me pasa y pueda tener algún tacto sobre eso trato de llevarlo a la realidad.
La convocatoria
-Esta muestra surge de una forma especial...
-Apenas leí sobre la convocatoria para exponer temporalmente en la sala del Anexo del MMAMM mandé mi proyecto sin dudarlo. Yo me encontraba en Buenos Aires, haciendo talleres de escultura y pintura. De ahí quedé seleccionado y me avisaron que querían que inaugurara el 5 de mayo. Yo ya tenía el proyecto cerrado pero me gustaba la idea de abrirlo a otras esculturas y otras pinturas, así que empecé a trabajar en otras obras. Cuando definí lo que quería sumar, cerraba perfecto con el proyecto.
-¿Cómo fueron los días de preparación?
-Fueron unas semanas intensas de mucho trabajo. Le pedí el taller a un amigo, que me lo prestó para pintar y llevar algunas esculturas. También trabajé en mi departamento que es un monoambiente, tenía esculturas por todos lados. Fue intenso pero un proceso muy lindo, del cual aprendí muchísimo, rescaté un montón de cosas y lo disfruté mucho.
El mensaje
- Una de las características del Anexo es su vinculación con lo social, porque está en un espacio que motiva mayor flujo de gente. ¿Qué esperás que se lleven de la muestra las personas que la visitan?
-Espero primero que puedan disfrutar del recorrido, que se hagan preguntas, que generen respuestas. Que se puedan sentir identificados con lo que se está expresando, y sentir que sea una vía para canalizar lo que le esté pasando a cada uno en ese momento.