-Algún cuento más, amigo ¿Quiere? Me gustan sus cuentos para los niños grandes.
-Bueno, le contaré una historia cuyos protagonistas son usted y yo.
-Magnífico. Entonces, “hubo una vez…”
-Sí, hubo una vez. Ocurrió cuando “el cuando” aún no existía y ellos era espíritus de luz […]
Galina Tolmacheva. “Rebelión de las botellas” (1973).
Con estas palaras se inicia el volumen de cuentos que Galina Tolmacheva (1895-1988), docente y escritora rusa, publicara en 1973. En nota anterior hemos evocado la figura de esta mujer, cuya significación para el teatro mendocino Ariana Gómez y Mariana Sarale (“Deconstruyendo aspectos del mito de Galina Tolmacheva y el Teatro Independiente en Mendoza a mediados del siglo XX: voces y silencios femeninos en el discurso teatral de la época y su continuidad en nuestros días”, Melibea, 2019) caracterizan así: “fundadora de una etapa pedagógica del teatro local que perdura hasta nuestros días […]. Mujer decidida y fuera de los cánones de su época, la pedagoga ucraniana, lejos de tornarse un referente en su género, tuvo que masculinizarse para sobrevivir en un mundo de hombres y de este modo ejercer lugares de poder: ser docente y directora teatral dentro de la Universidad de Cuyo en la primera mitad de la década de 1950″. Lo dicho delinea sin duda una personalidad singular.
Volviendo a la obra literaria de Tolmacheva, tiene para mí un significado especial: fue la primera presentación de un libro a la que asistí. Estaba cursando el año inicial de la carrera de Letras; los primeros días de vida universitaria nos incitaban a participar de la “movida cultural” mendocina y asistí con entusiasmo al acto realizado en el antiguo local de la librería “García Santos”, ubicado en la vereda sur de calle Rivadavia (el anterior había estado ubicado en la misma calle, pero más cerca de calle 9 de Julio, en la vereda norte).
Todavía conservo el ejemplar de edición casi artesanal, con una dedicatoria de la autora que releí en ocasión de redactar este comentario: “Que sea feliz” y la fecha: “12/V/73″. Recuerdo que leí con curiosidad este conjunto de “Cuentos y parábolas” (tal como anuncia el subtítulo consignado en la portada), cuyo título remite obviamente a la novela satírica de George Orwell – “Rebelón en la granja”- , publicada en 1945, que constituye una dura crítica al gobierno soviético de Stalin. La asociación se justifica plenamente si pensamos en la biografía de la autora, cuya militancia en contra del régimen comunista reseñamos brevemente en la nota anterior.
En cuanto al contenido, y tal como puede advertirse en la cita colocada como epígrafe, estas páginas instauran un clima particular, casi cosmogónico. En efecto: de las formas narrativas enunciada en el subtítulo, sin duda prevalece el componente parabólico, que a través de una ilustración a menudo desmesurada, busca transmitir un contenido de índole moral, que podría resumirse en el eterno combate entre el Bien y el Mal, escenificado por fuerzas espirituales (ángeles y demonios) que se replica en todo el ámbito terrestre. El combate entre Miguel y el Ángel caído, pero también escenas cotidianas: la gente agolpada en un estadio de box o en una cancha de fútbol o en un supermercado son escenas de este duelo cósmico e inmemorial.
Pero la presencia de Galina Tolmacheva en las letras mendocinas no se limita a su propia producción escritural, sino que destaca también por haber inspirado –sin lugar a dudas- la magnífica novela de Gladys Guerrero Rocamora, ganadora del Premio Diario UNO- Alfaguara de novela en 1998: “Los amantes de Rimbaud” (Alfaguara, 1999). Gladys Guerrero tiene una destacada actuación en el medio literario y teatral mendocino: nacida en 1951 en Luján de Cuyo, ha puesto en escena numerosas obras de teatro infantil con su elenco “Travesuras”. Publicó también “Siete cuentos para dar la vuelta al siglo”, libro para niños (1993). Otros de sus títulos son “Cuentos para Simón” (2016) y “Criaturas imperfectas” (2016). Su trabajo poético “Nosotros los locos”, fue distinguido en las XXVII Justas Poéticas de Dueñas de Palencia en España. Su novela “Juana Díaz” recibió una mención especial del jurado en los premios nacionales organizados por la Subsecretaría de Cultura de la Nación. Con el cuento “La llovizna”, el jurado integrado por Mempo Giardinelli, Angélica Gorodischer y María Esther Vázquez le otorgó el Primer Premio de Avon a la Mujer en las Letras en 1996. Ha sido ganadora igualmente en varias oportunidades del Premio Vendimia de la Región Cuyana en cuento, poesía y literatura infantil. Es, además, autora y directora de obras de teatro infantil y para adultos. Y como vecina de Luján y apasionada por el teatro, su relación con Tolmacheva, afincada en Chacras de Coria, no deja lugar a dudas.
Es cierto que en cuanto abrimos la novela “Los amantes de Rimbaud” la consabida advertencia “Los hechos narrados y los personajes en esta novela son ficcionales”, nos desalienta acerca de la posibilidad de buscar parecidos con la realidad. Pero pocas páginas después, la aparición de un personaje llamado “Galina” que en cierto modo espeja la vida de la protagonista, llamada Anastasia, constituye un guiño al lector que contradice lo antedicho. Igualmente, en otro paratexto que cierra el volumen la autora agradece “a la Sra. Galina Tolmacheva porque con su libro ‘Creadores del Teatro Moderno’ (EDIUNC, 1992) sustentó con alguna cita textual y alguno que otro párrafo descriptivo parte de ‘Vidas imaginarias’, de ‘El gran regisseur’ y de ‘El libro de Anastasia’”. Se alude aquí a algunas de las secciones que, a partir de la alternancia de focalizaciones entre la ya mencionada Anastasia y su amado Konstantin y algunos pasajes de focalización cero, va construyendo una apasionante historia de amor y dolor cuyas peripecias no pueden menos de recordar (y el parecido no es accidental sino esencial) las de la propia Galina, aunque la narradora mendocina haya desplazado en el tiempo la localización de la historia unos veinte años.
Por lo demás, coinciden las circunstancias: su nacimiento en Rusia, el doloroso exilio forzado en Francia, la militancia en contra del régimen soviético, el contacto con otro gran maestro del teatro contemporáneo como fue Komisarjévsky, “el gran régisseur”, la fascinación por la sensualidad triste del tango que la atrajo a la Argentina, Buenos Aires primero y luego Luján de Cuyo. Y Konstantin, el joven pianista finés que se convirtió en su amante y la acompañó a Sudamérica, y con el que vivó una apasionada historia de amor, cuyo trágico final ya hemos relatado en la nota anterior: “En alguna parte, ante mis ojos, el sonido de la bala cayó con un golpe que tenía algo de maldición. […] Fue injusto que no me lo pidiera, aunque ambos lo deseábamos. No recuerdo muy bien lo que pasó en ese momento del después” (Guerrero, 1999: 205).
El texto de Guerrero, densamente poético logra transmitirnos (¿verdad o ficción?) la vívida impresión de una personalidad subyugante.