Son objetos fetiche, objetos de culto, objetos de amor. Muchas pertenecieron a grandes colecciones y otras fueron sencillamente las favoritas, las que acompañaron a sus dueños desde el día cero y hasta el final. Ninguna historia de la música estará completa sin las biografías de estas guitarras, ya sean acústicas o eléctricas. Un repaso por algunas destacadas.
La Martin D-18E de Kurt Cobain
Sería lógico que la lista empezara por la que es, desde hace un par de semanas, la guitarra más cara de la historia. Hablamos de la que Cobain usó en el mítico “MTV Unplugged in New York”, que Nirvana dio en 1993, poco antes de que él se suicidara.
En la casa Julien’s de Beverly Hills, esta Martin D-18E del año 1959, acústica, alcanzó la impresionante cifra de seis millones de dólares. Ese concierto, el más famoso de la famosa banda de grunge, es algo menos que el mito fundante de Cobain. De hecho, el cárdigan verde que usó en el mismo recital fue subastado el año pasado por 334.000 dólares. Así, con el agujero de cigarrillo incluido, se convirtió en el más caro de la historia.
La “Black Strat” de David Gilmour
La guitarra de Cobain destronó a esta de Gilmour, que el año pasado había alcanzado los 3.503.127 euros. Se subastó junto a la colección del músico, que incluía 126 guitarras, algunas de ellas icónicas, que alcanzaron en total los 19 millones de euros en la puja.
Pero la “Black Strat” es especial. Esta Fender Stratocaster de 1969 acompañó a Gilmour durante muchos años de su carrera, y de hecho ella es una de las protagonistas de “The Dark Side of the Moon” y “The Wall”, dos de los álbumes más importantes de la historia de la música.
La Jackson Soloist de Cerati
Fue la guitarra emblemática de los primeros años de Soda Stereo. Cerati solía usar varias en simultáneo, que iba eligiendo de acuerdo a la sonoridad que quería darle a sus canciones. Ésta, puntualmente, es la que le daba atmósfera a “Juego de seducción”, “Nada personal” y otros clásicos más.
Muchos años después, en 2007, cuando Soda tramó el regreso en “Me verás volver”, Cerati quiso recrear la mística de esa vieja guitarra y le pidió a su asistente, Eduardo Barakus Iencenella, que la buscara. Pero la búsqueda devino en rescate, pues la encontró en pésimo estado, archivada en una bodega, con las prensas rotas y los trastes oxidados, por lo que tuvo que restaurarla en un proceso que le llevó 20 días.
La Lucille, de B.B. King
La Gibson ES-335 que era del astro del blues esconde una de las anécdotas más curiosas. Según contó, llamó así a su guitarra después de un accidente en un bar donde tocaba. Dos hombres empezaron a discutir por una chica y, encarnizados en una pelea, sumado a las nulas medidas de seguridad del bar, hicieron que se desatara un incendio, por lo que todos escaparon del lugar. Excepto B. B. King, claro, quien volvió para rescatar a su guitarra.
El peligro que vivió dejó bien en claro el cariño que sentía por ese instrumento. Aun así, se prometió no volver a arriesgar su vida por una guitarra, por lo que la llamó con el nombre de la chica que ocasionó la pelea: Lucille. Afortunadamente, Lucille nunca tuvo que arder en el fuego... No es el caso de la siguiente guitarra de esta lista.
La Monterey Stratocaster de Jimy Hendrix
Hablamos de una guitarra que ya no existe, porque Hendrix la prendió fuego en el legendario recital en el Monterey Pop Festival, de 1967.
No existen notables registros de cómo haya sonado, pero sí se volvió en un ícono del rock por la imagen que quedó en los libros de historia: Hendrix, arrodillado, ve cómo el fuego devora a la guitarra desde su mismo corazón y, extasiado, parece protagonizar un ritual de escándalo y subversión: era rock en estado puro.
Blackie, de Eric Clapton
”Cocaine”, “I Shot The Sheriff”, “Wonderful Tonight”, “Further On Up The Road” y “Lay Down Sally” son algunas de las canciones en las que suena esta bella Stratocaster, un ejemplar que Clapton construyó a partir de tres otras que había adquirido en los setenta. Fue casi la única guitarra que tocó entre 1974 y 1985.
Aún así, la solidaridad del músico pudo más, cuando la subastó por casi un millón de dólares para ayudar a un centro de rehabilitación. Como homenaje, Fender lanzó una serie de 275 guitarras bajo el nombre de “Blackie”, que se agotaron en pocas horas.
La Micawber, de Keith Richards
Una banda legendaria como los Rolling Stones no podía estar afuera de esta lista, puesto que su sonido característico se lo debe también al instrumento que toca Richards, una Fender Telecaster Blonde de los años cincuenta.
¿Quién no recuerda su poder en canciones como “Brown Sugar” o “Honky Tonk Women”? Su curiosa ingeniería, que llevó a Richards a quitar una cuerda para lograr una afinación “abierta en Sol”, le da a la banda su característica contundencia sonora. Por momentos, de hecho, parecen dos tocando al mismo tiempo.
“En otras bandas los músicos siguen al baterista, en los Stones seguimos al guitarrista, que es Keith”, afirmó Ron Wood.
La Pensa de Spinetta
Una de las más importante de las que él guardaba en su colección, hecha a medida por Rudy Pensa, argentino radicado en Estados Unidos, uno de los luthiers preferidos de Lenny Kravitz, Mark Knopfler, Peter Frampton, Dave Grohl, Spinetta y Gustavo Cerati. Además, la guitarra que el Flaco estuvo a punto de vender para poder comer.
Una nota de diario Clarín, firmada por Hernán Firpo, cuenta la historia: el Flaco llamó a Pablo Mangone, un amigo que tenía una casa de instrumentos musicales en CABA, para preguntarle cuándo le daba por ella. El bolsillo, en ese áspero 2008, apretaba. “Trato de vendérsela a alguien que me la preste si la llego a extrañar”, le dijo en ese momento, y Mangone fue esa persona.
Y también fue el ideólogo del legendario recital Spinetta y las Bandas Eternas. Él no podía creer que un procer como Spinetta tuviera que vender su guitarra más querida por no tener plata, así que fundó la idea del recital más masivo y antológico del Flaco, que dio en 2009 y significó su testamento definitivo.
Spinetta fue un apasionado de las guitarras y tuvo muchas( y diversas) a lo largo de su carrera. “Hoy por hoy tengo dos violas que son mis mejores amigas, digamos, que son Pensa”, dijo en una de sus últimas entrevistas. Ahí mismo admitía que con algunas había amistad y con otras antipatía. Por ejemplo, con una Gibson: “La Les Paul se me fue negando, como si fuera, digamos... una ‘prostituta’ demasiado fina para mí”.
La Red Special de Brian May
¿Cómo no incluir en la lista a la guitarra del que es considerado el mejor guitarrista de la historia? De hecho, hablamos de un instrumento que no tiene uno, sino tres bautismos: The Red Special (“La roja especial”), The Fireplace (“La chimenea”) y The Old Lady (“La vieja dama”).
La guitarra de Queen es un verdadero prodigio de luthería. May la construyó entre 1963 y 1964, cuando tenía apenas 16 años, en parte porque su bolsillo no le permitía comprar las Fender o Gibson electrónicas que estaban de moda, y en parte porque quería un instrumento que sonara como él quisiera. En esa hazaña fue clave la ayuda de su papá, que era ingeniero electrónico.
Hecha con restos de una chimenea (de ahí el apodo), un pedazo de mesa, y hasta las agujas de coser de su madre, entre otros objetos, la Red Special llegó a inspirar varias réplicas, incluso algunas comercializadas por Guild o Burns.
Esta guitarra acompañó a May a lo largo de toda su carrera, y lo sigue haciendo aun hoy. Es la que nos hizo erizar la piel en clásicos como “Bohemian Rhapsody” y la que se escucha y se ve en gran parte de las canciones grabadas de Queen, con contadas excepciones.