Desde que Netflix decidió sacarse el fantasma de ser el servicio de contenido audiovisual chatarra en el que estuvo a punto de convertirse, y empezó a darle lugar en su catálogo a contenidos de mayor altura cinematográfica, hemos visto de todo. Se empeñó en captar algunas de las firmas de autor mejor cotizadas entre los cineastas vivos (David Fincher, Martin Scorsese, próximamente Tim Burton, por poner tres ejemplos) con un objetivo claro: convertirse en una opción para el espectador cinéfilo y ganar prestigio en festivales y premios como los Globos de Oro y los Oscar. Todo muy entendible.
Solo tomando conciencia de esto es que podemos entender ese interés, generalmente fallido, por volver al pasado en forma de homenaje. El más ostensible quizás sea el del propio “Mank”, que significó el debut de Fincher en un contenido original de la plataforma: un portento audiovisual que Hollywood, premiando sobre todo la autorreferencialidad de la película, distinguió con diez nominaciones en los últimos Oscar y apenas dos estatuillas, en rubros tal vez menores (Mejor Diseño de Producción y Mejor Cinematografía).
Pero lo que no se puede negar es que “Mank”, ese homenaje verborrágico y vanidoso al guionista de “Citizen Kane” Joseph L. Mankiewicz, contó con mejor suerte que otros productos pensados igualmente para paladares exquisitos. Y aquí vamos a Hitchcock, un director capital que, así como estiró su sombra sobre todos los cineastas de la segunda mitad del siglo pasado, iba a llegar también tarde o temprano al streaming más grande del mundo.
Y llegó en forma de contenido original en octubre del año pasado, cuando se estrenó la remake de “Rebecca”. Dirigida por su compatriota Ben Wheatley y protagonizada por Lily James, Armie Hammer y Kristin Scott Thomas, la película tuvo generalizadas críticas desfavorables. Los que la compararon con la original de 1940, protagonizada por Joan Fontaine y Laurence Olivier, criticaron la falta de atmósfera y la excesiva pose instagrameable; los que vieron la historia por primera vez, cuestionaron el ritmo de la historia, la actuación indefendible de Hammer y una sensación de artificialidad intolerable.
En general, fue considerada una remake gratuita. Y con razón, pues los filmes de Hitchcock son arquetipos del cine: atemporales, efectivos y sobre todo suficientes. El error está en pensar que necesitan filmarse de nuevo solo porque son “viejos”. Y en algunos casos, siguen siendo tan definitivos que cualquier intento de inspirarse en ellos y emular sus trucos narrativos resultaría una copia.
Eso lo demuestra el segundo homenaje a Hitchcock estrenado en Netflix en menos de un año: “La mujer en la ventana”, de Joe Wright, que pese a la mala recepción que tuvo entre la crítica nadie puede acusarla de ser una copia, pues es en realidad un tributo: tanto así que, en los primeros minutos, vemos cómo el personaje de Amy Adams, encerrada en su departamento al igual que James Stewart en “La ventana indiscreta”, está mirando el clásico de 1954. Y hay muchos guiños cinéfilos más.
Pero “La mujer en la ventana”, a diferencia de “Rebecca”, no es un contenido original de Netflix, lo que hace que su fracaso sea menos dramático para la plataforma. En realidad, es uno de los estrenos que venían postergados por la pandemia y que tuvo que verse directamente en un servicio de streaming. Lo que es evidente es que la plataforma creyó que Hitchcock, Amy Adams (“La llegada” y “Hillbilly, una elegía rural”, en Netflix) y Gary Oldman (“Mank” y “La lavandería”, también en Netflix) eran ganchos suficientes.
Quizás injustamente, algunos la acusan de ser la peor película de Joe Wright (“Orgullo y prejuicio”, “Anna Karenina”, “Las horas más oscuras”). Ni la participación de Julianne Moore y Oldman pudo hacer más atractiva una película que, para la mayoría de los espectadores, tiene un ritmo lento, mucho condimento cliché y plot twists de manual.
A lo largo de la historia, al gran maestro inglés lo han querido homenajear muchas películas: baste nombrar “La ventana de enfrente”, de Jeff Bleckner, “Disturbia”, de D.J. Carus, “39 escalones”, de Don Sharp, “Un crimen perfecto”, de Andrew Davis, “Psycho”, de Gus Van Sant... en general, todos intentos insuficientes, cuando no fracasos rotundos.
Los proyectos que sí tuvieron buena recepción fueron aquellos que decidieron ponerse al margen de la copia o el tributo, y buscar una identidad propia y superadora. Por ejemplo, la serie “Bates Motel”, un “spin off” de “Psycho” que se enfoca en la historia de vida del legendario psicópata y no tanto en el suspenso.
Pero ahora nos preguntamos si la tercera será la vencida, porque se anunció una nueva miniserie que unirá a Hitchcock y Netflix. Será una adaptación de “Los 39 escalones” (1935) al formato de miniserie. Estará dirigida por Edward Berger y escrita por Mark L. Smith (“El renacido”), con la actuación de Benedict Cumberbatch en el papel que antaño interpretara Robert Donat.
Se sabe que serán seis episodios y que la historia, que antes era un thriller con trasfondo de espionaje, ahora transcurrirá en la actualidad. Inevitablemente, los distintos contextos supondrán muchos cambios en el guion y la estética, lo que quizás en definitiva sea una ayuda para no tropezar, como vimos, en la redundancia.