Poco probable es, que luego de este 2020, pensemos futuros catastróficos sin estremecernos hasta la médula. Pero a veces, hace falta ver este tipo de películas para darnos cuenta de que puede haber cosas peores. ÍO es el nombre de este film de Jonathan Helpert, homónimo de la tercera luna de Júpiter, donde la humanidad ha ido a buscar refugio luego de que nuestro planeta se volviera inhabitable.
La película fue estrenada en enero de 2019 en Netflix, con una buena dosis de mensajes ambientalistas y conscientizadores para recordarnos las consecuencias de los excesos de nuestra sociedad y del modo de vida generalizado que tenemos como especie.
Al parecer, solo una joven científica -hija de un reconocido investigador de los sistemas ambientales terrestres, que aparentemente vive con ella pero pronto nos damos cuenta que no es así- habita este suelo aunque mantiene comunicación diaria y fluida con la base que alberga a los humanos en IO. Y es aquí dónde uno comienza a preguntarse por qué el director se permitió errores narrativos tan torpes.
La chica investiga, mediante la observación del fuego, algunas mutaciones de mosquitos y una colonia de abejas, cuántas probabilidades hay de que la Tierra pueda volver a ser habitable. Cada noche se conecta a su computadora para almacenar la información y comunicarse con su amor, Elon, un joven alojado, junto al resto de los sobrevivientes, en la base de la lejana luna jupiteriana.
Previamente, las imágenes de una ciudad abandonada hace mucho, por la que la joven científica deambula (remontándonos a Soy Leyenda) mientras narra que no queda un solo ser humano vivo y que hasta los animales han muerto, dejan en claro que no hay forma de sobrevivir en ese ecosistema contaminado.
Entonces, la primera pregunta que el espectador se planteará es ¿Cómo hacer para conectar la PC a la electricidad y -mejor aún- para tener internet y comunicarse con un transbordador espacial al otro lado del Sistema Solar si no hay nada que funcione en toda la faz de la Tierra?
Un romance que no sorprende
Un día aparece un joven llamado Micah, buscando al padre de la chica a quien desea preguntarle acerca del avance en sus investigaciones, y así decidir si continúa en la Tierra o se va en el último transbordador que está próximo a despegar.
A partir de aquí debería comenzar la tensión romántica de la película,-teniendo en cuenta que son los únicos dos humanos vivos- cosa que no ocurre nunca, a lo largo de las casi dos horas de duración.
Muy probablemente esto se deba a la falta de química entre los protagonistas, en la carencia de diálogos interesantes -muchos no conducen a ninguna parte-, y la extremadamente lenta parsimonia de cada escena.
Teniendo en cuenta que toda la película solo tiene cuatro actores (uno de ellos ni siquiera aparece en pantalla y solo se lo conoce por sus audios) estimo que el Helpert debería haber puesto más dedicación al dirigir la dinámica de la historia.
Plagada de tomas “para la foto” y diálogos que quedan en suspenso, da la sensación de que la película hubiera sido concebida solo para el trailer y el afiche. Sin dudas, muchas de esas tomas quedarán en la memoria por la belleza fotográfica, pero nada más.
Entonces, teniendo en cuenta lo que fue este 2020, debemos considerar la posibilidad de que puede haber cosas peores, y no justamente referidas a catástrofes ambientales, sino a producciones cinematográficas que, por suerte, mueren en la pantalla.
IO, sola en la Tierra. 2019. Estados Unidos. Dirigida por: Jonathan Helpert. Protagonizada por: Margaret Qualley, Anthony Mackie, Danny Huston, Tom Payne. Género: Ciencia Ficción. Drama. Romance. Disponible en Netflix. Nuestra opinión: Regular