Poco duró la alegría del regreso de la ficción nacional. “La 1-5/18″, a una semana de estrenarse, ya se volvió un suceso, pero en el peor de los sentidos: es blanco de críticas y hasta de memes, que hieren con el humor. Arrancó el lunes pasado con un pico de 17 puntos de rating y terminó el viernes con 9.6... Una caída que va a tono con la ira recibida: “Villerismo cool”, apuntó Fernando Iglesias; “Son de madera”, disparó Jorge Rial contra los actores, entre los que Esteban Lamothe fue el más golpeado.
Del otro lado, Agustina Cherri estalló en furia y, después de dar una larga explicación sobre su personaje Lola, concluyó: “Estoy contenta con el trabajo que estamos haciendo”. Gonzalo Heredia, más tajante y a su vez sarcástico, tuiteó: “Chicxs, dejo de actuar sin problemas si les pagan el colegio y los gastos varios a mis hijxs. Posta”...
Pero, ¿a qué vienen las críticas a la ficción? Los errores parecieran venir desde el propio nombre, que muchos ni siquiera saben cómo pronunciar. A pocos días de estrenarse la gente ya había tachado toda la nomenclatura innecesaria y la bautizaron, sencillamente, como “La Uno”. Así debería haber sido desde el principio.
El público se sintió decepcionado básicamente por tres puntos: una historia ambiciosa, plagada de personajes e historias que se entrecruzan de una forma no muy clara... Así, lo que en una serie escrita de forma orgánica hubiera sido una virtud, acá es un peligro latente. Dos: artistas que son acusados de malos actores. Tres: un concepto de “lo marginal” que difiere del hiperrealismo que otras ficciones nos suelen mostrar.
Pero además, hay otro factor no menos importante: la gente ha sobrevivido los últimos meses de escasez de tiras argentinas viendo series, muchas de un nivel de producción que podría considerarse cinematográfico. No son pocos los que señalaron esa diferencia de calidad. En efecto, ahora existe otra vara.