Una de las novedades de la Editorial Biblos nos trae una interesante investigación de la filósofa mendocina Belén Ciancio: “Estudios sobre cine. (Pos)Memoria, cuerpo, género”, que ya puede conseguirse en las librerías locales, incluida la Librería Pública Gildo D’Accurzio.
Este libro es una derivación de la tesis doctoral que Ciancio hiciera en España, donde se encargó -entre otras cosas- de delimitar el estatus epistemológico de los estudios de cine, un campo de investigación en creciente desarrollo que tiene en Gilles Deleuze, uno de los filósofos franceses más importantes del siglo pasado, uno de sus padres. En él también abreva el libro, que toma categorías conceptuales de los célebres “Cine-1: La imagen-movimiento” (1983) y “Cine-2: La imagen-tiempo” (1985).
A continuación Ciancio nos da algunas claves para acercarnos a este material imperdible para los amantes del cine.
-¿Cómo fue la investigación que dio origen a este libro?
-Se trata de un trabajo con diferentes dimensiones. Por un lado, un rastreo de archivo, una arqueología y genealogía de los estudios sobre cine en Argentina. También es una cartografía cuyas escalas serían los conceptos de (pos)memoria, cuerpo y género. Se podría decir que este trabajo es también una pregunta por las escalas: por la “imagen del mundo” o representación que producen las cartografías y las películas. A diferencia de otras disciplinas, en este caso no se utilizan números para las escalas, sino conceptos, afectos y perceptos. El libro intenta hacer del género literario “tesis doctoral” un texto de lectura más fluida.
-Sería interesante que cuentes qué son los Estudios de cine y cuál es su estado epistemológico actual.
-Esta pregunta es lo que intento responder a lo largo de todo el libro… Por un lado, un concepto que se ha utilizado mucho, e incluso se ha considerado desgastado, es el de campo de Bourdieu. Una de las hipótesis, planteada es si se trata de un nuevo campo y su autonomía, si es una formación discursiva inter o transdisciplinar, una conjunción de otras disciplinas de larga trayectoria: cine y... filosofía, historia, literatura... Pero intentar delimitar el estado epistemológico actual es un poco pretender fijar el presente de una producción que se caracteriza por una cantidad, velocidad y especificidad considerables. No sólo en Argentina con la fundación de Asaeca (Asociación Argentina de Estudios sobre Cine y Audiovisual) en 2008 y la multiplicación de revistas especializadas, sino en varios países de América Latina. En Mendoza hay menos acceso a los archivos institucionalizados (escritos y audiovisuales), pero si se compara con los comienzos de este milenio cuando organizamos algunos de los primeros cursos de cine y filosofía, la producción tanto teórica como práctica también ha crecido… En todo caso, más allá de la especificidad de un campo, en lo que respecta a la dimensión epistemológica, he intentado mostrar un umbral filosófico que de algún modo está presente en algunos de los primeros trabajos publicados en Argentina, a mediados del siglo XX, en este caso leídos a contrapelo, y que muestran otra relación entre cuerpo, género y performatividad de las imágenes.
-En el título del libro, al lado del concepto de “posmemoria” están los de cuerpo y género, que suelen ser objetos de los estudios de género. ¿Cómo funcionó esa interdisciplina a la hora de analizar el cine?
-Me interesó leer situadamente la producción de autoras que relacionan el concepto de género como representación con códigos cinematográficos. Por ejemplo Teresa de Lauretis, quien además de proponer y luego des-proponer la “teoría queer” (ya institucionalizada, pero que en su momento era una novedad), retomó también la crítica de cine feminista y pensó la relación entre género e ideología, pero no del modo instalado actualmente (la “ideología de género”). En los primeros trabajos de Judith Butler sobre la performatividad del género, éste se relaciona con la idea de un libreto o guion que se representa. Sus conceptos han tenido gran circulación en estos últimos años con la ampliación de la performatividad desde el lenguaje, el género y la dramaturgia al cine y el documental. Estas perspectivas han sido también revisitadas críticamente por activistas y quienes se dedican a estos temas desde los feminismos situados en América Latina o desde los estudios trans. Podría decirse que algunos de estos estudios, incluidos los de cine, se consideran a veces estructuralmente inter, trans o multi disciplinares. Creo que actualmente lo más interesante es cómo funcionan los modos de enunciación en interdisciplinas, qué tienen para decir quienes han sido muchas veces objetos más que sujetos de la representación audiovisual.
-El punto de partida teórico de tu investigación son los estudios sobre cine que hizo Deleuze. ¿Cómo resumirías los aportes de este filósofo a la manera en que entendemos el cine?
-Hay quienes dicen que estos son los peores libros de Deleuze y quizá no tienen demasiado impacto en la mayoría de la producción o crítica de cine. Pero creo que pueden amplificar una constelación de formas de ver y percibir y, sin duda, para quienes se preguntan por la relación entre cine, cuerpo, memoria y filosofía, resultan un desafío. También me parece que el modo como Deleuze ve el cine del tercer mundo, como una especie de nueva base para la relación entre cine y política, más allá del cine del primer mundo, no deja de tener su encanto, aunque es de algún modo anacrónico y le faltan muchas referencias y obras del cine latinoamericano. Una vez un catedrático español me dijo que el cine en Argentina se hacía según Deleuze. No creo que sea tan así, aunque Lucrecia Martel, Albertina Carri o Nicolás Prividera han leído a este autor. Quizá más bien Deleuze es un poco “tercermundista” (no digo que sea argentino), por el modo en que parece querer fugarse de la tradición y el archivo del primer mundo. Hay devenires (mujer, pueblo…) no identidades fijas o supuestas. Pero, también, así como algunas autoras hicieron una crítica al concepto de devenir mujer, desde los estudios sobre cine locales se plantearon otras a la idea deleuziana del cine tercermundista. Hace unos años se hizo un documental basado en sus libros, “Los pensamientos que alguna vez tuvimos”, de Thom Andersen.
-¿Cómo se vinculan los conceptos de imagen y memoria, y qué es la “posmemoria”, uno de los puntos fundamentales de tu investigación?
-El vínculo entre imagen y memoria está supuesto en el concepto de posmemoria, pero ya estaba presente de otro modo en el concepto deleuziano de imagen-tiempo, otra forma de nombrar al cine moderno. Según Marianne Hirsch la posmemoria es una estructura inter y transgeneracional de transmisión de memoria, donde la conexión está mediada no tanto por recuerdos sino por investiduras imaginativas, proyectivas y creativas de aquellos acontecimientos traumáticos que no se han vivido, pero de algún modo se recuerdan. Aquí intervienen efectos perfomativos de imágenes como las fotos, a las que se dedica Hirsch más que al cine. Surgió de una revisión desde el feminismo académico norteamericano de los estudios sobre memoria y también aquí el concepto de género, entendido de modo diferente a Butler o De Lauretis, es fundamental. Desde testimonios, narrativas y obras visuales como las de Lorie Novak o Art Spiegelman en el marco del Holocausto o la Shoá, Hirsch lo extiende a otros acontecimientos: el genocidio armenio, los de Europa del Este, el apartheid, la esclavitud negra, la Nakba palestina, y lo que llama Dirty War en Argentina, término resistido por los especialistas locales en genocidio. Tampoco considera al genocidio constituyente de América. Pero, es un concepto que circuló ampliamente, no sólo en Argentina, y ha tenido diferentes reescrituras y críticas en distintos países latinoamericanos. En este trabajo está reescrito con un paréntesis como modo de evidenciar que no se trata de la misma definición o de una aplicación directa. En todo caso, no se trata de un debate académico, o no sólo de eso, donde pueda dirimirse a priori y como estructura de transmisión y subjetivación. Quizá corresponde a quienes interpela más directamente decidir si es el modo como quieren nombrar sus obras, prácticas o experiencias.
Más sobre la autora
Belén Ciancio estudió filosofía en Mendoza e, intermitentemente, cine y literatura. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Madrid en estudios latinoamericanos, con la tesis que da lugar a este libro. Actualmente trabaja en el Conicet en investigación y docencia. Ha publicado varios ensayos y artículos, entre otros trabajos, acerca de cine y filosofía, Gilles Deleuze, y estudios sobre memoria y género.