“Todo lo que cuento está referido a hechos y personajes reales, que identifico por sus nombres, sin utilizar apellidos. Además transmito la fuerza de seguir luchando que tuvo la gente […]”. José Baidal. Los Andes, 16 de noviembre de 1991 (a propósito de su novela Arenas negras).
José Baidal es autor de una colección de cuentos titulada Cuentos de la Mendoza marginal y este título resulta sugerente, como veremos, en varios sentidos, en primer lugar, nos lleva a planearnos a qué “márgenes” se refiere la narrativa de Baidal: periferia geográfica (zonas alejadas de la capital, suburbios “bravos”, como la Media Luna de Guaymallén…); márgenes de la historia (porque por sus páginas desfilan seres –reales, sí- pero en la frontera indecisa entre la historia y la leyenda o, cuanto menos, personajes secundarios, actores de segundo orden en el gran drama histórico); marginalidad social (porque en algunos de sus cuentos asistimos a tremendos dramas de incuria, miseria y abandono)… polaridad, en fin, entre dos extremos de la geografía provincial entre los que discurre su narrativa: el secano lavallino y Villa Atuel, en San Rafael.
José Baidal nació en San Rafael, Mendoza el 2 de junio de 1920. Ignoramos, a pesar de las búsquedas realizadas, la fecha de su fallecimiento, pero sabemos (indirectamente) que en 2014 ya se había producido su deceso. Radicado en la capital mendocina, se desempeñó como escritor y periodista en el diario Los Andes. Conocemos in extenso su trayectoria literaria gracias a una noticia biográfica mecanografiada por el propio autor y remitida -junto con una nota firmada de puño y letra- al Centro de Estudios de Literatura de Mendoza de la Facultad de Filosofía y Letras, con motivo de su creación en 1988.
En la misiva, el escritor saluda la iniciativa de los fundadores del Centro con estas palabras: “Mis felicitaciones se refieren a que -es mi opinión- nadie puede hablar de literatura argentina, si no conoce los miles de libros inéditos que existen, especialmente en el interior del país. Solo puede hablarse de escritores publicados. Creo que la verdadera literatura nacional está sepultada en el anonimato de escritores inéditos”.
En cuanto su obra publicada, es escasa: conocemos la novela Arenas negras (1991) y los Cuentos de la Mendoza marginal (1997), y sabemos que ha editado también Recuerdos de un condenado a vivir (1954, D’Accurzio); El país del largo viaje (1971, editado en España) y ha participado en la publicación colectiva Cuentos para una noche, de editorial D.G. (1986). Pero la enumeración de la gran cantidad de títulos inéditos que declara en la nota de referencia nos hablan de un escritor muy prolífico. Valga su enumeración para saldar en parte la deuda con su memoria.
Allí se mencionan varias novelas: Vidas gorkianas; El camino de los perros; Los mutilados; Ayelén y Los psiconautas. También se enumeran siete colecciones de cuentos inéditos: Cuentos del desierto; Mundo mapuche; Cuentos y relatos; Tierra huarpe; Este es el otro mundo; Cuentos casi metafísicos; Resumen de cuentos I y una colección sin título todavía. De más está decir que el conocimiento de la totalidad de la obra permitiría ampliar nuestra visión de la temática y el estilo de Baidal, por cuanto algunos de los títulos mencionados sugieren una extensión de la temática realista de su obra publicada.
Obtuvo asimismo numerosas distinciones: el 2° premio en la Bienal de Mendoza, con Recuerdos de un condenado a vivir (el primer premio lo obtuvo Antonio Di Benedetto); el Primer Premio Ensayo “Día de las Américas”, en un certamen organizado por el Club Vito Dumas, de Buenos Aires, en 1957; el Primer Premio Sección Cuento de la Asociación Interamericana de Escritores, en 1960, por El último huarpe (este relato apareció publicado en el diario Los Andes y figura además en la antología de Plus Ultra Cuarenta cuento breves argentinos Siglo XX).
También recibió el Premio Único “Gabriel Miró”, en Alicante, convocado para premiar a la “mejor novela escrita en castellano, rigurosamente original e inédita”, en 1971. Este galardón permitió la edición de El país del largo viaje en España. Esta novela fue elogiada además por Julián Marías en nota aparecida en la revista Jano, de Barcelona, en 1987. Además, en su calidad de miembro de la Real Academia Española, remitió una elogiosa esquela al escritor mendocino, que Los Andes reprodujo el 15 de noviembre de 1987.
Baidal fue finalista del Premio Blasco Ibáñez en 1974, con Ayelén; Otra novela, Los mutilados, ganó el Primer Premio en el Certamen Literario Interamericano (1958-1960) y la Embajada de Panamá; y recibió una mención especial en el certamen de Editorial Atlántida (1982-1983), entre 3.500 trabajos publicados, con “El Purrán” y “El Thapiyal”. La Municipalidad de Las Heras, lugar de su residencia, lo distinguió con una plaqueta de honor por su aporte a la cultura; también obtuvo plaqueta de honor por su actuación como periodista y escritor en el Cuarto Congreso Provincial de Entidades Gubernamentales y Privadas, en octubre de 1982.
Fue delegado por el diario Los Andes al Primer Congreso Nacional de Intelectuales, realizado en Buenos Aires en 1982. Participó asimismo como jurado en diversos concursos literarios y brindó asesoramiento a estudiantes universitarios sobre mitología, cuentos y leyendas mapuches, temáticas sobre las que dictó además varias conferencias.
Como ejemplo de su versación en esos temas citaremos un fragmento de su crónica “Neuquén, el último reducto araucano”, publicada en El Tiempo de Cuyo el 6 de marzo de 1960 (es la segunda de un conjunto de tres notas); en ella leemos: “La nación mapuche fue un gran conglomerado de hombres celosos y amantes de su tierra. No eran tan salvajes como aparecen en las crónicas de la conquista del desierto. El cronista alcanzó a tener noticias de una viejecita que decía haberle cebado mate al general Roca, siendo niña […]”. De esta última afirmación rescatamos la óptica del testigo presencial, el que se documenta in situ para escribir y que pinta seres de carne y hueso, porque esta actitud es la que prevalece también en sus cuentos y sus novelas publicadas, de las que nos ocuparemos luego, en otra nota. Porque, como señala Andrés Cáceres en una reseña titulada “El desierto mendocino en relatos de Baidal” (Los Andes, 15 de mayo de 1998), “Baidal es el tipo de escritor que investiga, se documenta y desde allí hace la elaboración ficcional”.