Muchos recordarán el capítulo de “Black mirror” en el que Miley Cyrus interpreta a una cantante de pop manipulada por su agente. Vive presa de las decisiones, e incluso estupefacientes, que le da su malvada manager. Una situación que termina incluso por hacer peligrar su vida.
Sin embargo, “Black mirror” es una ficción. Y a veces la realidad supera cualquier historia inventada. No es de Miley Cyrus de quien deberíamos hablar ahora, sino de Britney Spears, quien llegó a ser la “Princesa del pop”, la ídola de toda una generación, y que en diciembre cumplirá 40 años.
Desde hace al menos un año, cuando el movimiento #FreeBritney (Liberen a Britney) se popularizó en internet, la salud de Spears preocupa. Y mucho.
Un reciente documental producido entre The New York Times y Hulu echa luz sobre tanta oscuridad, como lo es la vida privada de esta estrella. “Framing Britney Spears”, que traduce la investigación de la periodista Liz Day sobre el tema, presenta la cuestión con crudeza y racionalidad.
En síntesis, la cantante no es dueña de su propia vida desde hace 12 años, cuando su padre Jamie Spears adquirió su tutoría legal. Esto significa que él dispone a discreción de sus 60 millones de dólares, que decide todo en torno a su carrera y que hasta tiene absoluto control de qué se publica y qué no en sus redes.
En su Instagram, puntualmente, empezó a sembrarse gran parte de la preocupación de sus fans, puesto que sus posteos llaman la atención por la poca producción y el estado desorientado en el que a veces se la ve bailando. Una imagen pública muy distinta a la de sus colegas, cuyos community managers son expertos en glamour, filtros y canjes.
Desde el estreno del envío, el 5 de febrero, el #FreeBritney volvió a ser trending topic, sumando además a muchos famosos internacionales como Sarah Jessica Parker y la propia Miley Cyrus, quien sin dudas vio tristes parecidos con Ashley O, el personaje que interpretó en la serie que nombrábamos.
Las voces encontradas
En 2007, Britney perdió la custodia de sus hijos Sean Federline y Jayden Federline, frutos de su relación con Kevin Federline. Estuvo casada con él entre 2004 y 2007, aunque lo que recordamos todos es el escándalo que envolvió la separación.
Un año después, Britney era considerada mentalmente una “persona menor de edad”, por lo que la tutela pasó a su padre. Así siguió una década, con altibajos en su carrera pero siempre con un nicho muy fuerte de seguidores, que poco a poco fueron advirtiendo la extraña situación en la que vivía la ídola.
Así, hasta que en noviembre del año pasado el abogado de la intérprete, Samuel D. Ingham III, compareció ante el tribunal de Los Ángeles, donde afirmó que su clienta tenía “miedo” de su propio padre y sostuvo que no iba a volver a los escenarios mientras él siguiera controlando su patrimonio.
La voz de Jamie Spears habló por entonces: “Amo a mi hija y la extraño mucho. Cuando un miembro de la familia necesita cuidado y protección especiales, las familias deben dar un paso al frente, como lo he hecho durante los últimos 12 años o más, para salvaguardar, proteger y seguir amando a Britney incondicionalmente”, fue la respuesta oficial.
En “Framing Britney Spears” podemos enterarnos de otras opiniones, también. Felicia Culotta, una amiga y ex asistente de la cantante, quien fue eventualmente una figura materna, dijo: “No entiendo para qué sirve una custodia, especialmente para alguien tan capaz de tanto como sé que ella es capaz”. Hayley Hill (su estilista entre 1997 y 2001) aseguró que “era abierta y vulnerable, se la trató de un modo asqueroso”.
La opinión de Kim Kaiman, directora de marketing de Jive Records que trabajó con la cantante en sus inicios, sorprendió especialmente, porque contradice el supuesto desequilibrio emocional que era recurrente en ella: “Quedé impresionada por lo centrada y seria que era”.
El documental explica claramente los cuestionables alcances de esta tutela: “Puede decidir quién puede visitarla, ponerle guardaespaldas 24 horas al día, firmar contratos y acuerdos, tomar decisiones sobre su casa y sus tarjetas de crédito”, informa.
Aun así, aunque esté en el ojo de la tormenta, la voz de Britney Spears es la que menos se hace oír. Publica, eventualmente, algunas cosas en sus redes, pero si éstas son controladas efectivamente por su entorno es difícil llegar a saber cómo está y qué piensa realmente.
Su actual novio, Sam Asghari, llegó a llamar “idiota” públicamente a su suegro, pues percibió la forma en que controla su relación con la cantante.
Ella, al parecer, vive en un mundo de paseos, flores, pinceles (pues sí, pinta) y coreografías. Su respuesta al documental, a través de Twitter e Instagram, fue tibia: “¡Todos tenemos tantas vidas diferentes y hermosas! Recuerden, no importa lo que creamos saber sobre la vida de una persona, ¡no es nada comparado con la persona real que vive detrás de la lente!”, habría escrito.