Muchas figuras femeninas fueron parte importante del desarrollo de la Nación Argentina. Tal como Juana Azurduy y Remedios del Valle, Martina Chapanay fue una guerrillera muy importante para nuestra historia.
Este domingo, de la mano de Erica Gómez, llega al Teatro Quintanilla: “La Martina”. Esta obra presenta en nueve episodios el desarrollo de la vida de Martina Chapanay, encarnada por la destacada actriz Cintia Zolorza, quien luchó en las guerras civiles argentinas durante el siglo XIX.
Su directora habló con Los Andes y contó detalles inéditos de la puesta en escena y la importancia de aprender el lado femenino de la historia del país.
“Martina Chapanay fue una mujer huarpe que participó en las batallas para la liberación de Argentina, una mujer extraordinaria”, comienza explicando Erica Gómez, encargada de la dirección de la obra teatral. Inspirada en el libro “El tiempo Diablo de Santos Guayama” de Rolando Concatti, esta historia fue elegida para “visibilizar las mujeres de nuestra historia, poner en valor su fortaleza y poder ancestral”, razón por la que la artista mendocina tiene como columna vertebral de su presentación a dicha obra literaria.
Actualmente, las mujeres históricas y valientes de Argentina están en su auge de fama debido a la novedad de que serán parte de los nuevos billetes que se pondrán en circulación en el pais. Por esto, es imprescindible la consulta sobre la coincidencia de ese hecho con el estreno de la obra. “Será casual. Ya que el hecho de contar su historia tiene que ver con contar parte de su vida con una mirada femenina, con repensar el poder de lo femenino en un contexto de pleno empoderamiento de la mujer”, considera Gómez.
Asimismo, la destacada directora hace hincapié en la importancia de “poner en valor la fuerza, sabiduría y el amor a la tierra” que las mujeres de la historia tuvieron.
Siguiendo la línea de la historia de Remedios del Valle y Juana Azurduy, Erica Gómez considera que le gustaría investigar sobre ellas para, a través del teatro, mostrar las relaciones entre el pasado y el presente. “Son mujeres que nos invitan a revisarnos, a romper el espejo”, asegura.
“Sobre las vidas de Martina Chapanay”
Según la directora general, este título hace referencia a los distintos momentos y etapas de la vida de la mujer huarpe que convivió con la muerte en muchas ocasiones y “pareciera que siempre vuelve a vivir”.
La obra fusiona trabajos teatrales y audiovisuales donde se muestra con detalles cómo Martina Chapanay vivió distintas situaciones y lo que sintió al respecto. “Es una conexión entre el pasado, presente y futuro, para repensar la libertad”, cuenta la encargada del texto. En el desarrollo de nueve capítulos se contarán momentos relacionados a la pasión, ideología, maternidad y libertad.
El estreno de esta imperdible obra será el domingo 26 a las 21.30 horas. Con entrada general a un valor de $500, los tickets pueden comprarse en EntradaWeb.
Martina y sus cruces con grandes figuras históricas
La mujer nacida en la vecina provincia de San Juan tuvo la oportunidad de cruzarse con figuras muy importantes de la historia argentina, desde Facundo Quiroga hasta José de San Martín.
En muchas ocasiones, junto a su grupo guerrillero, se unió a las fuerzas federales del gaucho Facundo Quiroga. Junto a él, también participó en peleas desde el bando del Chacho Peñaloza hasta que le ofrecieron el indulto. Tiempo después, fue nombrada sargento mayor en la policía de su provincia.
Los detalles inundan la historia de vida de Martina Chapanay y uno de ellos fue la fallida pelea contra Pablo Irrazabal. Este hombre fue comandante de la fuerza militar de la que ella formó parte y, luego de matar al Chacho, ella le ofreció batirse en duelo pero el militar se descompuso del miedo y la pelea nunca se concretó.
El General José de San Martín también compartió momentos con la guerrera. Fue tan confiable para él al punto de nombrarla chasqui, corredor que llevaba mensajes a través del sistema de correos.
Fue en ese trabajo donde Martina conoció al cura Elacios Bustillos, quien tendría un papel importante luego de su muerte. El sacerdote se encargó de cubrir su tumba únicamente con una manta blanca con la razón de que “todos sabían quién estaba allí”.