Lupin, una miniserie francesa interesante, basada en las novelas de Maurice Leblanc sobre el ladrón de guante blanco Arsène Lupin está arrasando en Netflix y enamora audiencias con su protagonista.
Es inevitable, al transitarla, no pensar en las películas del elegante británico David Niven; que hizo “Muerte en el Nilo” -transposición de Agatha Christie súper premiada y dirigida por John Guillermin- y “Dos Seductores” -junto a Marlon Brando, dirigidos por Ralph Levy-; entre muchísimas más.
La historia es la de Assane Diop (Omar Sy) un hombre que, admirador del personaje de la novela de Leblanc, trama sus atracos siguiendo la lógica del personaje. Pero no es un ladrón porque sí: el busca la venganza de aquellos que le hicieron mal en la vida.
Pero este Lupin es muy diferente. Por empezar porque es un envío francés y es una miniserie. Entonces el charme tiene otro pulso y estilo.
Además, está ambientada en la actualidad, nos permite deleitarnos con locaciones divinas como el Museo del Louvre, el Mercadillo de Saint-Ouen, Los jardines de Luxemburgo, el Pont des Artes o la Puerta de San Martín; y está protagonizada por el eficaz Omar Sy (”Intocable”, “Inferno”) ciudadano francés pero de ascendencia senegalesa-mauritana y musulmán: toda una declaración de principios.
El producto tiene sus filiaciones estéticas con la formidable serie “Ten Percent” (también de Netflix) pero aquí hay una proposición de guión que presenta problemas, a diferencia de ésta última.
Es que Lupin, que cuenta con solo cinco episodios, ya en el tercero comienza a decaer en tensión y la gran cantidad de enredos, para que nuestro héroe salga indemne, se vuelven más y más inverosímibles. Y lo más imperdonable: un final abrupto que podría no haber sido planteado tal como está; aún cuando se sabe que se confirmó la segunda temporada antes de estrenar esta primera.
Eso sí: Lupin es adictiva y atrapante. Nunca pierde su prestancia y encanto. Es importante que sepas que, aunque está inspirada en la obra de Leblanc, hay también elementos de Holmes y Luther, bien a la francesa.
Si la tomás como un entretenimiento ligero, un juego de ingenio para pasar el rato, resulta simpática.
Pero la novela de Leblanc, de la que Sartre era fan, tiene entre sus páginas proposiciones intratextuales que son profundas y relativas a la existencia. Y en esta miniserie ese aspecto queda opacado por las trampas y contratrampas para que Lupin salga indemne.
Igual amamos al guapo Omar Sy y su sonrisa encantadora. Él gana, aún en las flaquezas.