Desde ayer que en el Anexo del MMAMM, ubicado en el Parque Central, puede visitarse la muestra “Todo estaba sucio”, de las artistas Lucia Reissig y Marisa Agri.
La propuesta nació desde el propio espacio, para sintonizar con un mes en el que la lucha feminista ocupa las calles. El 8M y muchos ecos de ese movimiento se trasvasan en las piezas de Reissig y Agri (la primera oriunda de Buenos Aires, la segunda mendocina). Se puede visitar gratuitamente de martes a viernes de 10 a 19, sábados, domingos y feriados de 16 a 20, y estará montada hasta el 1 de mayo.
La muestra marca la convergencia de dos artistas y “propone un encuentro para visibilizar las experiencias domésticas y laborales como lugares de investigación”, puntualiza la presentación curatorial. En ella “se dialogará sobre los cuidados y sus representaciones artísticas y políticas / referencias y pistas sobre el territorio doméstico / sostenibilidad de la vida / trabajo invisible / arte de mantenimiento / tensión en el tiempo / ocio y auto cuidado”.
“¿Cómo son las experiencias de las que trabajamos en el sostenimiento invisible de la cultura?”, es una de las preguntas que lanzan estas obras. “¿Cuántas jornadas realizamos a diario? ¿Qué tipos de limpieza existen? ¿Puede el trabajo estar ligado al placer? ¿Quiénes cuidan? ¿Hay cuidados invisibles? ¿Qué acciones, momentos, despliegues, tiempos, nos sostienen día a día? ¿Quiénes cuidan a las que cuidamos? ¿Cuál es la relación entre curar y limpiar? ¿Qué herramientas nos puede dar la práctica artística para lidiar con la cotidianidad?”.
Marisa Agri nos cuenta que ella “comenzó a estudiar fotografía hace varios años en una búsqueda por encontrar otros espacios que le permitan ir respondiendo interrogantes; interrogantes que la interpelan diariamente por la misma realidad social en la que se encuentra inmersa, tanto desde lo laboral como desde lo personal”.
Nos dice: “El trabajo social, profesión que desempeño, me motivó a estas búsquedas y aproximaciones por el arte. Busco acercarme, adentrarme a los espacios de intimidad, de cotidianeidad presentes en cada casa, en cada hogar, en cada mujer. Hurgo en los archivos familiares, en las historias familiares para visibilizar qué lugares han ocupado históricamente las mujeres, cuestionar esos lugares y romper con los mismos. Es a través de lo cotidiano, de lo íntimo que abro este juego, tomo lo ordinario, lo conocido para mostrar cómo el sistema patriarcal busca reproducir sus lógicas, ficcionandolas desde la costura”.
El camino de Lucia es otro: su abuela es artista y desde muy chica estuvo en contacto con el arte. A los 15 años empezó a estudiar pintura y cuando terminó el secundario estudió unos años la carrera de artes visuales en la Universidad Nacional de las Artes.
“Mi obra parte desde las ideas, no tiene una única materialidad, busca unir arte y vida, investiga sobre las políticas de los cuidados. El trabajo de limpieza de casas es uno de los trabajos que realizo para sostener mi práctica artística y trabajo en torno a este universo donde convergen lo doméstico, lo político, la transformación de los espacios”, explica.
La obra de Marisa está compuesta por tres instalaciones en tela, dos son fotografías y un texto escrito, que aborda la repetición a modo de hacernos reflexionar sobre los mandatos sociales que repetimos y reproducimos a diario. Por otra parte cuenta con una instalación en papel realizada por moldes de costura, y una instalación que funciona a modo de altar, para trabajar el gesto de la ofrenda hacia todas estas mujeres. Y finalmente cuenta con un videoarte, que interpreta las costuras heredadas por estos mandatos.
Por otra parte, Lucia está presentando cinco obras, cuatro de las cuales fueron hechas y diseñadas especialmente para esta exposición. Un bastidor de 3x3.50 reúne los trapos que Lucia fue juntando durante cinco años como trabajadora doméstica y cosió junto a su madre para esta exposición, generando un archivo material que representa el trabajo. Por otro lado Lucia traduce en un lenguaje espacial tres conceptos de la economía feminista que analizan el acceso y la experiencia de las mujeres en el mercado laboral: los pisos pegajosos, las escaleras rotas, el techo de cristal.
-¿Cómo es el diálogo entre ambas obras?
- El diálogo está dado en mostrar la colectivización del malestar de cada una de las mujeres, en poder dar cuenta de que este malestar es parte de un todo, de una estructura patriarcal, no de una individualidad como muchas veces el patriarcado nos hace pensar y sentir. Ambas tenemos una forma de vida que no se limita solo al arte sino también al trabajo y al activismo, eso nos une y genera empatía entre nuestros lenguajes.
-Tan cerca del 8M, la muestra tiene resonancias con la lucha feminista. ¿Qué efectos esperan que pueda tener esta muestra en las mujeres y hombres que la vean?
- La lectura que hacemos de lo que mostramos en nuestras obras son desde ahí, desde el feminismo. Tomamos al feminismo y lo llevamos a todos los espacios, eso nos hace feministas. Con esta muestra buscamos que emociones y cotidianidades, mandatos sociales e historias familiares se encuentren, se unan, en cada una de las personas y puedan sentir que existen espacios de visibilización, de abrazos, de apaño entre cada una de nosotras. Que sea una posibilidad de transformar tanto dolor padecido en cuerpo. Esperamos que las personas que vengan a la muestra puedan reconocerse en estas piezas, que invoquen las manos de nuestras abuelas y de todas las generaciones de mujeres que sostienen la vida desde lo doméstico, que podamos hacer accesibles los conceptos de los feminismos para generar momentos de reparación y unión.