“Hay que escribir páginas que tengan la fuerza de un cross a la mandíbula” (Roberto Arlt)
Brutal… despiadada… chocante por momentos… Tal es la primera impresión de lectura de la novela “Matar la tierra”, de Alberto Rodríguez hijo… Auténtico “cross a la mandíbula”, como sugería Roberto Arlt, el extraordinario escritor argentino, con cuya obra la de Alberto Rodríguez (h) guarda varias semejanzas, aunque también grandes diferencias.
Alberto Rodríguez había nacido en Buenos Aires en 1929, pero tal circunstancia fue en cierto modo un “accidente”, porque –como él mismo manifestara en una ocasión- “mi viejo era un gitano” (se refiere a Alberto Rodríguez padre, distinguido músico y folklorólogo mendocino, que por entonces recorría el país en busca de sus raíces musicales). Una parte importante de su vida se desarrolló en Mendoza, donde cursó sus estudios primarios y parte de los secundarios. De hecho, luego de un breve intervalo en la Escuela de Comercio “Carlos Pellegrini” de Buenos Aires, obtuvo su título de Maestro Normal Nacional en la Escuela Normal “Tomás Godoy Cruz”, en 1941.
Posteriormente cursó la carrera de Oficial de Prefectura Naval, de la que egresó con el título de oficial, con “Sable de Honor”, en 1945. Asimismo frecuentó las aulas de la Universidad Nacional de Buenos Aires, entre 1949 y 1953.
Fue periodista gráfico, de radio y televisión, y también diagramador especializado en artes gráficas. Fue además novelista, dramaturgo y guionista cinematográfico y régisseur de espectáculos de Teatro-Ballet (Teatro Total), además de varias Fiestas de la Vendimia (1958, 1959, 1960, 1974 y 1975). Realizó investigaciones sobre diversas comunidades indígenas sudamericanas, sus formas de alimentación y posibilidades de recuperación. En tal sentido, realizó experiencias pedagógicas junto a líderes de Ligas Campesinas en Amazonia, Brasil.
Se desempeñó como docente en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Cuyo, en la que dictó las siguientes asignaturas: Ética periodística; Diagramación y Artes Gráficas; Redacción, Corrección, Interpretación, y seminarios sobre Literatura Hispanoamericana; Fisiología de las Bellas Artes e Introducción a la Filosofía.
Como guionista, trabajó con distinguidos directores argentinos, como René Mujica (“Donde haya Dios”, 1958); Lautaro Murúa (“Fiesta patria”, 1964 y “El ‘Mono’ Gatica”, 1967) y Néstor Paternostro (“La gran uva”, 1973), entre otros.
Como periodista, se desempeñó para las siguientes agencias informativas: Télam y APA y los siguientes periódicos y diarios: Noticias Gráficas y Democracia (Buenos Aires); Los Andes, Nueva Hora, Tiempo presente (Mendoza) y en el Diario de Sesiones del Senado de Mendoza. Cumplía funciones de reportero, cronista, corresponsal viajero y crítico de cine y Teatro.
Participó en las siguientes revistas: Mundo Argentino, CHE y Verdad (Buenos Aires) y Claves (Mendoza) y en varias radioemisoras y canales de TV, cubriendo diversas secciones: Información General, Panorama Nacional y Cultural, Crítica de cine, radio y televisión, Panorama Internacional. Desempeñó también funciones de Jefatura de turno, Jefe de Redacción y Dirección en Jefe.
Durante un tiempo residió en la ciudad de México, donde continuó con su carrera periodística en el Diario El Sol (1976) y en Televisa, en la sección Ediciones y Publicaciones, bajo la dirección de Paco Ignacio Taibo, con el cargo de redactor especializado (1977). Podemos mencionar asimismo su presencia en el área de Ciencias de Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco (México) con el cargo de asesor y redactor dl periódico La Alternativa por él fundado (1979-1982). En México, al igual que en nuestro medio, desempeñó diversas funciones de edición.
Viajó además por toda América: Paraguay (1961); Uruguay (1961, 1969 y 1970); Bolivia (1965); Perú (1965); Chile (1961, 1972); Venezuela (y Colombia (1967) y Brasil (1959- 1969). También recorrió Portugal, España, Italia y Grecia. En los lugares que visitó, dictó conferencias sobre temas tales como “Folklorismo y Nacionalismo en Latinoamérica”; “Humanismo y Liberalismo”; “Necesidad y raíz del hombre”; “Las Bellas Artes, instrumento de humanización del hombre”; “Qué es el ‘ser nacional’ argentino”; “Los mass-media intento de colonización en Latinoamérica”; “Tango, Folklore de Buenos Aires”; “La vida es sueño (los poetas italianos)”, entre otros títulos que dan cuenta de sus intereses, variados pero siempre con un denominador común.
Su obra literaria comprende los siguientes títulos: las novelas “Matar la tierra” (1° edición, Voces, 1952; 2° edición, Ediciones Culturales de Mendoza, 1982); “Donde haya Dios” (D’ Accurzio, 1955, Premio D’ Accurzio y Sociedad Argentina de Escritores; reediciones: Lautaro, 1956/58); “República canalla” (2019, póstuma, Ediciones Culturales de Mendoza). Es autor además de las obras teatrales (en colaboración) “Nahueiquintún” (1963, basada en su primera novela) y “Los establos de su Majestad” (que fue distinguida en el Quinto Concurso “Casa de las Américas”, de La Habana, 1963).
La fecha de publicación primera de sus obras lo ubica en el marco de la promoción de 1955, promoción literaria que ha recibido, entre otras denominaciones, la de “los enojados” o “los parricidas”. Esta generación, tal como manifiesta Alfredo Rubione, se formó “en medio del horror”: se crio en plena década infame, hizo su aprendizaje y sus primeras actuaciones durante el primer gobierno peronista, asistió a las transformaciones que se operaban en la sociedad argentina (industrialización liviana, migración interna, crecimiento urbano, creciente politización de toda la comunidad, conquistas sociales, gobierno carismático) y las que se producían en la sociedad mundial (posguerra, crecimiento de Estados Unidos, ‘Guerra fría’, el primer gobierno socialista en América latina)”.
En lo estrictamente literario, se caracteriza por su preocupación por la realidad y, en ella, por los aspectos sociales, lo que lleva, en algunos autores, a una literatura con un marcado compromiso. En cuanto al trasfondo ideológico, lo brindan las lecturas del existencialismo (Sartre, Camus) y el psicoanálisis (Freud). Todo ello da como resultado en varios escritores de esta generación, con la que la narrativa argentina alcanza definitiva madurez, una peculiar actitud hacia el paso y también una inquietud religiosa, también con un sentido de búsqueda, de cuestionamiento (cf. Noé Jitrik. La nueva promoción).
Es también una época caracterizada por la importancia que adquieren los escritores de las provincias: en Mendoza, Antonio Di Benedetto, Abelardo Arias y, por supuesto, Alberto Rodríguez (h), en cuyas narraciones pone de manifiesto esa sensibilidad nacida de su relación con lo territorial y también una carga histórica y política que –como él mismo declara- es la verdadera misión del escritor.