“Ya recibí la primera dosis de la Sputnik V, pero me siento bastante protegida. Me sucede lo que a todos cuando estás vacunado hay algo en la cabeza que cambia, el miedo te intercepta tanto, que la vacuna alivia un poco”, confiesa Mercedes Morán desde su casa en Buenos Aires donde transita estos días de confinamiento estricto.
Es inevitable hablar de la pandemia, el confinamiento y todos los cambios que generó en la vida cotidiana. La actriz sufrió la pérdida de su madre, quien en septiembre del año pasado falleció por Covid-19. Pese al dolor de la situación y el sufrimiento de sus seres queridos, Morán mantiene el optimismo alerta y la solidaridad como un camino inevitable para sumar en un momento difícil.
En marzo de 2020 se encontraba en pleno rodaje de la serie producida por Netflix “El Reino”. Un thriller dramático que protagoniza con Diego Peretti, Joaquín Furriel, Nancy Dupláa y elenco, cuya primera temporada se estrenará en el invierno.
“Me tocó filmar en pandemia, porque terminé una serie que teníamos seis meses de rodaje y en el cuarto mes se interrumpió y recién en octubre pasado fuimos la primera producción que volvió a trabajar con protocolos. Fue interesante porque cuando los protocolos están bien hechos, pese a que las garantías con este virus no existen, trabajar tranquilo es algo muy importante. Y me he quedado haciendo algunas cosas más acotadas, muchos trabajos virtuales, lecturas, he seguido participando como jurado en festivales de cine. Y esas oportunidades además de entretenerte en este contexto son nutritivas. Con limitaciones, pero activa”.
Y entre las actividades que fueron cambiando por las circunstancias surgió la posibilidad de desempolvar el registro audiovisual de su unipersonal “Ay, amor de mi vida”. La obra que estrenó en 2016 dirigida por Claudio Tolcachir fue escrita por la actriz y se anima a repasar su infancia, sus vínculos, amores y algunos secretos. Con la cuota justa de humor que la caracteriza, pero esta vez sin ningún personaje que la cubra.
La obra disponible en la plataforma Teatrix tuvo gran éxito durante la temporada en el Teatro Maipo de Buenos Aires, además de algunas funciones en otras salas del país y la sala Verde de los Teatros del Canal en Madrid. La puesta filmada a cinco cámaras permite disfrutar del último espectáculo que Morán realizó en el teatro. Una obra intimista y personal, que en este registro no pierde la esencia del hecho teatral y la actriz muestra su calidad artística, con la frescura y la naturalidad que la caracteriza.
-En esto de pensar el teatro por streaming, esta obra encaja perfecto para el formato.
-Es increíble, porque cuando la ensayábamos, Claudio Tolcachir me pedía algo muy puntual, porque por primera vez yo no tenía un personaje que interpretar, sino que era un monólogo mío para el público. Entonces una de las directivas era que no lo manifestara al público, sino lo hiciera pensando en alguien, querido por mí, que me diera confianza, para hacerle estos cuentos de mi vida. Y filmamos el espectáculo simplemente para dejar un registro y pensé en subirlo a la plataforma porque creo que no lo volveré a hacer, y recién lo ví en Teatrix por primera vez. Y tal cual lo que decís, es tan adecuado para el formato. Porque cuando el teatro es filmado, a veces corre el riesgo de perder un poco el ángel y esa ceremonia irrepetible que se genera entre el espectador en vivo con la actriz en este caso. Y tenía mucho miedo de que eso pasara. Y no sucedió, porque es una plataforma cuida tanto la producción, la calidad, el sonido, la imagen, el acercamiento de las cámaras sobre el hecho teatral, está tan bien hecho que lo disfrutas. Y esta obra me parece ideal para este momento, porque es muy íntima y personal.
-Al ser tan personal, ¿hubo una identificación del público hacia tu historia?
-Todo el tiempo me pasó eso. Porque yo no hablé sobre mi vida porque considere que tengo una vida extraordinaria, sino que hay una manera de contarla. Y como el transcurso de mi vida abarca un periodo de tiempo bastante extenso, generacionalmente pasó una cosa muy loca. Cuando alguien te cuenta algo sobre la infancia, sin querer viajas a tu propia infancia. Todos tenemos padres, hermanos, un lugar de dónde venimos. Es más, cuando lo llevé a España tenía un poco de temor al ser tan personal y remite a lugares específicos de aquí. Y pasó todo lo contrario, para mi sorpresa todo eso se universalizó. Cuanto más pequeño es el relato, más posibilidades tiene de volverse universal. Si bien en Europa nunca escucharon el nombre de mi pueblo Concarán (San Luis), pero todos tienen un pueblo del que salieron, al que van. Y fue muy bonita esa identificación, y los mismos comentarios estoy recibiendo estos días de gente que mira el espectáculo por la plataforma.
Han sido unos días hermosos, porque repasé ese espectáculo que fue el último que hice en teatro. Y lo armé en ese formato unipersonal para fines prácticos, porque estaba haciendo cine, entonces podía hacerlo entre otros compromisos. Pero me superó emocionalmente, fue más que una idea práctica. Porque como me metí con mi vida, mis afectos, los amores que me atravesaron en mi vida. El amor a Dios, el amor a los hijos, el amor al país, el amor a los hombres, al teatro. Fue muy movilizante y estos días volvió esa sensación de bienestar y la necesitaba. La verdad me está haciendo bien.
-En estos tiempos, ¿Pensaste en escribir otra situación para llevar a la ficción?
-No, en todo este tiempo no he escrito nada. He leído mucho, escuché mucha música, pero no tuve necesidad de escribir. Tampoco lo hago habitualmente. Y en el caso del unipersonal lo escribí para eso y como era tan autorreferencial de alguna manera fue más sencillo. Pero no tengo el hábito de escribir, salvo que aparezca una necesidad. Si retomé mucha la lectura, porque cuando empezó todo esto yo venía con mucho trabajo, muchos viajes, me la pasaba leyendo guiones (ríe), pero de literatura ni hablar. Asique me puse a tiro con eso.
-En la obra haces referencia a tus amores, el amor por tu papá, los valores que te inculcó y el amor por la Argentina ¿Tuviste la posibilidad de vivir en otro país o lo pensaste?
-Si posibilidades tuve. Hace bastantes años atrás hice una película de una directora americana, sobre un libro de Isabel Allende. Y se rodó acá y compartí el proyecto con Antonio Banderas. Y la directora es esposa de un gran representante americano y me querían llevar a toda costa. Pero la verdad que nunca tuve la fantasía de vivir en otro país. Y yendo mucho más atrás en la época de la dictadura, cuando se fueron muchos amigos y parientes, yo era muy jovencita, tenía mis hijas chicas y tuve la posibilidad de irme. Pero la verdad que siento que no podría vivir en otro lugar que no sea este país. Sí me encanta viajar, trabajar en otros países, porque te corres de ese lugar de turista y tenés una conexión más profunda con el lugar. Me encanta que una o dos veces por año pueda irme y volver. Y extraño mucho los viajes en este momento.
-Es un sentimiento que no todos comparten al ser un país con miles de dificultades.
-Para mí el país es mi infancia, son mis vínculos, mi familia, mis amigos, son las calles que conozco que veo el crecimiento de los árboles, que espero las estaciones. Para mí eso es mi país. Yo tengo tres hijas, tres nietos, en cualquier circunstancia el mejor lugar va a estar cerca de ellos, de mis afectos. Me encanta viajar y es lo que más extraño, pero ninguna manera he pensado en irme. Y también me tocó vivir la época del proceso, cuando mucha gente se fue obligada y conozco la tristeza de no poder estar cerca de tu gente. Pero más allá de eso, somos libres de elegir y vivir donde nos sintamos más felices. No creo que lo que yo sienta, lo tenga que sentir todo el mundo.
-La frase de Gloria Pinotti en el “Hombre de tu vida”: “No te dejes venir abajo. Nunca sótano, siempre terraza, terraza, terraza” se volvió viral y es una frase motivacional de cabecera.
-Sí, me contaron que se usa muchísimo, que se convirtió en tendencia. Nunca me imaginé que esa frase generaría ese fenómeno, que iban a hacer remeras, es impresionante.
-¿Pensán la dimensión que puede tener un personaje de ficción en la gente?
-Es increíble. A mí como espectadora me pasó. Cuando la empatía es muy profunda se genera un vínculo que traspasa el plano de lo real, porque sentís afecto con ese personaje. A mí me pasó como espectadora y también del otro lado. Y me encanta, porque se logra uno de los objetivos más lindos de hacer sentir menos solo o sola a alguien.
-En esto de empatizar con el otro ¿Crees que en estos tiempos prima más la solidaridad o el egoísmo?
-Esa cuenta no la vamos a poder hacer nunca. Pero creo que la pandemia ha exacerbado la expresión de ambas cosas. El día y la noche, lo claro de lo oscuro, la gente que era solidaria se volvió más solidaria. Algunos que no eran solidarios algo se les reveló y entendieron que hace bien ayudar, ejercer la solidaridad. La solidaridad como yo la entiendo horizontal, de igual a igual. No de arriba para abajo, no caridad, sino solidaridad, que son cosas distintas. Y también se manifestó lo peor de todos nosotros, estas crisis ponen de manifiesto eso, la desigualdad social, y hay quienes necesitan negar lo que ocurre. La negación en general tiene que ver con que hay algo de la realidad que no te bancas. Cada uno lo transita como puede, y la negación no deja lugar para la solidaridad. Porque si crees que no está pasando nada grave porque voy a tener que pensar en el otro. Es una situación extraordinaria la que estamos viviendo.
“Ay, Amor Divino” en streaming
El unipersonal escrito y protagonizado por Mercedes Morán se estrenó en 2016 y tuvo gran éxito en la cartelera porteña. En él la multifacética actriz se anima a ser ella misma sobre el escenario. Ahora está disponible en la plataforma Teatrix