Algunos suelen asociar las películas coming-of-age a un cine adolescente de escaso riesgo. Pero de hacer un veloz repaso en la historia, ejemplos nobles sobran. Ya sea con James Dean y su icónica chaqueta roja en los años 50, con las desventuras del alter ego de François Truffaut en “Los 400 golpes” (Les quatre cents coups, 1959) o, más tarde, con el despertar sexual planteado por Peter Bogdanovich en “La última película” (The Last Picture Show, 1971). Ni hablar de la huella imborrable de John Hughes en la década de los 80 y 90 o de Richard Linklater con sus retratos contra el tiempo.
Desde el 2000, la mayoría de los filmes que proponen una búsqueda moral, identitaria y aspiracional de la juventud han virado hacia la comedia por obra y gracia de la factoría Judd Apatow. Un discípulo suyo es Jonah Hill (“Superbad”, 2007), quien supo encarar una carrera como guionista, productor y director con buena cosecha. Su ópera prima “Mid90s” (2018) no pasó por muchas salas ni tampoco recogió las nominaciones y premios que merecía, pero el actor dejó su propia huella en la coming-of-age, dejándonos con ganas de ver lo próximo que prepare.
Como lo evidencia el título, la película está anclada en la década que Hill vivió su pubertad. No es de extrañar que las Tortugas Ninja, la Super Nintendo y Ren y Stimpy se cuelen en la habitación de Stevie (Sunny Suljic), un chico de 13 años que sufre constantes maltratos por parte de su hermano mayor Ian (Lucas Hedges). En busca de nuevas experiencias, se aventura a unirse a una pandilla de skaters compuesta por el desequilibrado Fuckshit (Olan Prenatt), el aspirante a cineasta Fourth Grade (Ryder McLaughlin), el tosco y recién llegado Ruben (Gio Galicia) y el sensato Ray (Na-Kel Smith), con quienes aprende mucho más que trucos en la patineta, mal que le pese a su joven mamá (Katherine Waterston).
Desde el arranque, “Mid90s” declara su estética indie a lo A24 con un tratamiento opaco del color, granulado y 16 mm en formato 4:3. Sin embargo, nunca pierde la autenticidad ni tampoco abusa de la nostalgia. Claro que no puede evitar mención a Blockbuster o meter mezclas de grunge de la época, pero nunca contaminan el relato en plan de cacería de referencias. La construcción de época se potencia con una banda sonora que, más allá de canciones originales de Trent Reznor y Atticus Ross (dúo habitual en la filmografía de David Fincher), añade temas de Pixies, Cypress Hill, Wu-Tang Clan, Big L, Nirvana o A Tribe Called Quest.
Lejos de la celebración superficial de la adolescencia, en el largometraje de Hill persiste una madura retrospectiva a esa edad en la que, a cada minúsculo y tímido paso, nos sentimos juzgados por los demás. Atravesado por los cambios de paradigma, el director decidió aportar una crítica a la masculinidad frágil que persistía en los 90.
“Quería revisar la masculinidad defectuosa con la que crecí. Tanto en mi generación como en las anteriores, muchos malos comportamientos fueron el resultado de no poder expresar dolor o emoción”, contó el actor nominado al Oscar cuando fue entrevistado por Vice antes del estreno.
Su intención puede ejemplificarse en Ian, el hermano mayor de Stevie, quien tiene constantes ataques de ira y es incapaz de manifestar sus sentimientos, además de vivir frustrado por las experiencias que su hermanito gana rápidamente sin antes haberle consultado (o negociado). En tanto, el protagonista logra tener su primera experiencia sexual con una chica, pero ese momento íntimo se limita a la demostración y alarde frente a los suyos.
Otra virtud de Hill recae en su mesura para narrar: poco más de 80 minutos de metraje, un relato conciso y nada de melodrama aleccionador. Pese a que el director confesó haber sido aconsejado por dos cineastas tan disímiles como Spike Jonze o Martin Scorsese para concretar su proyecto, no esperen cruzarse con algún influjo de ellos.
Sí, en cambio, en “Mid90s” se emula parte de la belleza mundana que tan bien le sale a Sean Baker (“Tangerine”, “The Florida Project”). Quizás las comparaciones obvias sean “Lady Bird” (2017), que justo tuvo a Greta Gerwig debutando como directora, o la preciosa “Eighth Grade” (2019), primera película del youtuber Bo Burnham, pero la obra de Hill funciona como una doble coming-of-age totalmente autoral y genuina, como si él mismo estuviera exorcizando a través de ese adolescente errante su salto a otra etapa profesional.
Lamentablemente, “Mid90s” llegó tarde a la cartelera argentina, siguiendo el destino de otras joyitas con distribución maltratada por estas latitudes.
Para ser exactos, se estrenó ocho meses después de su fecha original en Estados Unidos, seis meses después de su lanzamiento digital, en plenas vacaciones de invierno de 2019 -época esquiva a este tipo de propuestas- y apenas en ocho pantallas de CABA y Gran Buenos Aires. Aún no sabemos cómo será la vuelta a los cines pospandemia, pero teniendo en cuenta la postergada concentración de tanques, es difícil imaginar oasis venideros como “Mid90s”, al menos, en la pantalla grande.