La primera escultura que se ve al entrar a esta muestra en la Bolsa de Comercio (Peatonal Sarmiento y España) es emocionante: Daniel Cianco retrata a su maestro Fausto Caner con un busto en mármol. El perfil del artista plástico, fallecido en septiembre de 2019 a los 71 años, es inconfundible; el cigarro pétreo, infaltable.
La muestra, montada hasta el 21 de mayo y abierta de lunes a viernes entre las 11 y las 19, es una ocasión maravillosa para ver el legado de Caner en tres artistas que fueron sus discípulos y después sus amigos: Ciancio, Osvaldo Chiavazza y Juan del Balso. Cada uno, a su manera, transfiguró en su obra las enseñanzas del reconocido pintor y escultor, y es un placer para el espectador paciente ir descubriendo, como guiños o continuidades, esas simpatías que atraviesan generaciones y estilos.
Como del Balso, quien asumió, como Ciancio, casi exclusivamente el legado escultórico. Pero a diferencia del primero, reemplaza el cincel por resinas perfectamente geométricas y yesos patinados. Entre su “Pensador” y el “Toro” que legó Caner al Parque Central no es difícil vislumbrar vínculos geométricos.
Pero es Osvaldo Chiavazza el que quizás incorporó más elementos a su propia y enorme obra, principalmente pictórica. Hay toros, también: un tema que elabora en gran formato con rojos sanguíneos. Pero sobre todo, hay fervor latinoamericano, conceptos alquímicos y trazos geométricos destellantes.
“Caner fue, en mi opinión, el último de los grandes maestros que tuvo la Escuela de Bellas Artes de nuestra provincia”, asegura Jorge Gómez de la Torre en el texto curatorial. “Y tal privilegio lo consentimos si atendemos a las excepcionales singularidades de su obra y enseñanzas. Aun si dejamos de lado la suma premios y galardones que obtuvo (sordidez aparte) podemos captar con admiración el dominio de ese oficio que le permitió, a la vez, la experticia en pintura y en escultura”.
¿Cómo se puede explicar esa obra, cruzada por la geometría y el misticismo? “Desde un enfoque filosófico de un existencialismo solipsista Caner valora, en su justa medida, la esfera de la subjetividad y consecuente con ello rescata el valor de la intuición sensible, visión que lleva su obra al ámbito de lo hermético y metafísico; y por tanto estar frente a ella se nos impone, inexorablemente, una expectación detenida y una reflexión particularmente”, escribió Gómez de la Torre.
Chiavazza recuerda cómo conoció a su maestro: “Entré en el año ’83 a la Escuela Provincial de Bellas Artes y en el ’86, cuando iba a tercer año, tuvimos por primera vez Escultura. Ahí conocimos a Fausto, quien venía de un viaje por Italia. Cuando volvió tomó ese puesto de docente. En esos años cursábamos con Daniel Ciancio y Fausto nos hizo trabajar en una escultura en la primera clase. Empezamos a modelar, a hacer el busto de una mujer... Él tenía como costumbre tener ayudantes. A los más destacados del taller, o los más entusiastas, los convocaba a su estudio particular. En ese momento estaba trabajando para varios encargos, entonces nos llamó para que fuéramos sus ayudantes. Teníamos 16 años. Afianzó mi relación con la escultura y la pintura, y aprendí a hacer ambas cosas también ahí. Más allá de la escuela de Bellas Artes, no sé si hubiera logrado aprender lo que aprendí en el taller de Fausto”.
-¿Cómo era trabajar ahí?
-Aprendimos todo lo que es el oficio. Lo acompañábamos en lo que es el mundo del taller, que es distinto al mundo del aula. Y no era un taller en el que pagábamos para ir: trabajábamos a la par de él haciendo su obra. Teníamos a nuestra disposición materiales y espacios, dirigidos por él. En ese estado yo estuve unos 15 años trabajando. Pasó la secundaria y después la universidad ya no la hice, porque me dediqué a instalar mi propio taller. Vislumbré que había una posibilidad de hacer una carrera así, porque no quería ser profesor ni tener título docente. Seguí así en el mundo del taller.
-¿Cómo cambió la relación con los años?
-La relación maestro-discípulo se fue afianzando de tal manera que muchos encargos que le fueron haciendo a él y no los quería tomar nos los daba a nosotros. Así me fui metiendo y esa relación se fue transformando en colega y amigo. En los últimos tiempos, él decía que ya éramos eso, a pesar de que siempre lo consideré un maestro, para mí y para mucha de la estética que hoy hay en Mendoza en lo que es lo geométrico, lo abstracto y el constructivismo.
-¿Cómo influyó en tu obra?
-Pasó el tiempo y yo me dediqué mucho a la figuración. Él nunca quiso que nosotros nos espejáramos en él. Yo empecé siendo muy figurativo y con el tiempo fui incorporando elementos de la abstracción, pero relacionados con la alquimia. Se hablaba mucho de eso en el taller. Además, de un constructivismo con sentido latinoamericano.
Un par de años antes de que Fausto Caner muriera, el realizador Gino Battiston le dedicó uno de los episodios de su serie “Devenir imperceptible”, donde se habla de la obra de varios artistas mendocinos desde la filosofía deleuziana. Ahí también Chiavazza sumó sus apreciaciones. Puede verse en YouTube y aconsejamos verlo antes de visitar esta muestra. Las frases del recuadro son extraídas de ese valioso documento.
Caner en frases
“El arte es interminable. la geometría no es limitada, la geografía no es limitada”.
“La pintura es infinita, tiene un espacio tremendo, y el arte es interminable”.
“La vida es una estética”.
“Cada árbol pintado, por vos o por mí, no es el mismo: es el árbol que cada uno interpreta”.
“La mente desarrolla su propio espacio, que es infinito”.