En sus memorias “Recuerdos que mienten un poco” (Sudamericana, 2019), el Indio Solari decía que la frase “el lujo es vulgaridad” se la había escuchado a alguien, pero no especificaba a quién. Más que mentir un poco, omitía bastante. Mencionaba vagamente que no le correspondía del todo, pero no importaba: quizás el autor de la frase era un amigo anónimo, y qué importaba...
Hasta que vino Mario Vargas Llosa a editar este año “Medio siglo con Borges” (Alfaguara). Ahí los lectores de Hispanoamérica se han entretenido sobre todo con una entrevista que le hizo a Borges en 1981 y que ya circuló por varios diarios del mundo en forma de adelanto del libro, que en breve llegará a nuestro país. Y así leemos que Borges le dijo (y acá lean con esa voz balbuceante y ancestral que todos recordamos): “El lujo me parece una vulgaridad”… Demasiada casualidad para ser borgeano, se han dicho todos. Esa fue la respuesta del autor de “El Aleph” cuando el peruano, siempre tan sibilino, le comentó que vivía en un departamento modestísimo.
Esa entrevista, si bien ahora se publicita como inédita, tuvo bastante prensa en su época. Originalmente la había hecho para emitirse, junto a otra que le hizo a Ernesto Sábato, en un programa de televisión que él condujo en Perú, “La torre de Babel”. Pero en papel de diario se leyó bastante también: en La Nación de Buenos Aires (el domingo 23 de agosto), en la revista Caretas de Lima (6 de julio) y en el Jornal de Río de Janeiro (17 de agosto). Lo que se dice hacer rendir una nota. Es decir, fue una entrevista que circuló bastante en esa época y el Indio podría haberla leído, dejando fragmentos residuales en su memoria.
Sin embargo, a Borges le gustaba repetir conceptos. Raspando un poco más la cuestión, encontramos la misma idea. A Osvaldo Ferrari, por ejemplo, le dijo: “Yo siento el lujo como una forma de guarangada, ¿no? me parece vulgar”, y se explayaba largamente profundizando esa idea (entrevista recogida en “En diálogo”, editado en 2005 por Siglo XXI). En general, esa era la respuesta de Borges a los que le decían que vivía como un franciscano.
Pero nos remontamos más allá, y en el cuento “Utopía de un hombre que está cansado”, ya leíamos que la riqueza “es la forma más incómoda de la vulgaridad”. Y curiosamente el propio Bioy Casares, íntimo de Borges, quien le corregía los textos y no pocas veces le sugería argumentos, en “Clave para un amor” escribe: “En todo lujo palpita un íntimo soplo de vulgaridad”… El relato se sitúa en un remoto hotel en la frontera entre nuestra provincia y Chile, por si a algún mendocino le pica la curiosidad.
El caso es que entre el Indio y Borges parece haber una relación larga. Descubrimos que hasta un filósofo porteño, Pablo Cillo, escribió un libro sobre eso, “Filosofía borgeana, un juego ricotero”, donde analiza las cosas que los unen. Aunque tampoco llega a recoger declaraciones como las que Solari hizo al presentar su libro el año pasado en Buenos Aires: “No me gusta ni el pasado ni el futuro. El pasado porque ya no tenemos la posibilidad de hacer nada con él. Y el futuro es una aventura de la imaginación”, decía, en lo que no era más que una berretización del poema “El instante”.
Quizás nunca sepamos si el Indio leyó o lee a Borges, o si es su secreto inspirador o si lo plagia inconscientemente (¡Kodama alert!). No tenemos registro de que el Indio, como sí hizo Mick Jagger, se haya arrodillado alguna vez ante Borges para declararle que era su fan (un dato: el líder de los Rolling Stones llegó a leer un cuento de él en voz alta en la película “Performance”, de 1970). De pronto, “Un poco de amor francés”, la canción de donde proviene la frase de la discordia, se grabó en 1991: cinco años después de la muerte del escritor argentino.
Pero más allá de eso, hay una cuestión divertida de fondo, y es que la Argentina es un país de contradicciones inexplicables, donde cualquiera puede alardear frases, representar una cosa, y ser justamente lo contrario.
A ver: nadie diría de antemano que “el lujo es vulgaridad” es una idea de “Georgie”, alguien que en nuestra cultura representa todo lo contrario a lo popular, con su linaje aristocrático, unitario, derechoso y hasta pro-dictadura, dicen (algo como mínimo cuestionable).
En las memorias del Indio se lee: “Los que no están a favor de que uno siga infectando la sociedad hablan del millonario, con la intención de separarme de la gente. Como diciendo: Este dice esto, pero es un ricachón. Cuando yo no dije nunca que el dinero era malo. Lo único que distingo es entre los que se lo ganan de forma genuina o no. Si te lo ganaste bien, disfrutalo. Pero doná algo al Garrahan de vez en cuando, turro”.
Entre Borges y el Indio, el único que vivió con austeridad fue el primero, pero curiosamente el ícono de la cultura popular y barrial es... ¡el segundo! El único que vivió rechazando el lujo y la fama fue Borges, al punto de que esa fue la sorpresa de Vargas Llosa, quien se escandalizó por cómo se llovía su departamento y se lo contó a todo el mundo en el reportaje “Borges en su casa”. “Nunca me perdonó que escribiera que su departamento tenía goteras”, apuntó hace poco.
No es el caso del Indio, que vive como un Gatsby en una mansión de diez mil metros cuadrados, de la que no sale por miedo a que los fans lo acosen o los ladrones le roben. Llegó incluso a admitir en el documental “Tsunami” que conoce más Nueva York (donde dicen que tiene un piso millonario) que Buenos Aires.
¿No les parece todo injusto e ilógico? Uno no conoce Buenos Aires, y el otro la funda a través de sus palabras. Uno no puede salir a la calle, y el otro era el personaje más amistoso de la calle Florida: era común encontrarlo, darle charla y ayudarlo a cruzar la calle. Fue el personaje más accesible, amistoso y querido de la Argentina.