Un Dios. O poco menos que eso. Plácido Domingo es, para algunos, el tenor más famoso de todos los tiempos, lo cual es difícil de comprobar pero fácil de creer si es que vemos cómo este cantante no es ya patrimonio de la lírica, sino de la cultura mundial.
“¿Cómo le dices no a Dios?”, le habría dicho a Patricia Wulf, según su relato, cuando la acosó sexualmente. La escena es dura, y tampoco habría sido la única, puesto que fueron nueve mujeres (ocho cantantes y una bailarina) las que lo acusaron de lo mismo, en 2019. Solo ella y Angela Turner Wilson, a quien habría abusado en los ’80, se “animaron” a dar sus nombres.
Estas escenas, que aun no han sido comprobadas, ensombrecen el brindis. Sus 80 años de vida, que hoy festeja no sin sentirse mancillado, se pondrán al servicio de la música sobre el escenario, como no podría ser de otra forma.
Porque sí. Domingo, este “dios” de la ópera, no comparte el plañidero futuro que sí cargan otros dioses: Woody Allen vio cómo su carrera se desmoronó después de que en el marco del #MeToo su propio hijo, Ronan Farroe, reflotara viejas denuncias e investigara los pavorosos abusos de Harvey Weinstein, dios de la industria cinematográfica. Para ellos, la condena social ha sido tal que pueden dar sus carreras por finalizadas. Domingo, curiosamente, no.
Si bien cuando se hicieron públicas las acusaciones le cancelaron contratos en Estados Unidos y Japón, además de algunos gestos drásticos en su patria (la Escuela de Perfeccionamiento del Palau de les Arts de Valencia retiró su nombre y el Teatro de la Zarzuela le dio vuelta la cara), en los centenarios coliseos de Europa sigue teniendo la aureola de siempre.
En el Covent Garden, en la Scala y la Ópera de Baviera ha seguido cantando. Y en la Ópera de Viena, donde hoy interpreta el papel de Nabucco en la ópera homónima de Verdi, una fábula inspirada en Nabucodonosor. Un papel que es, por otra parte, para barítono.
Domingo, quien siempre fue limitado en los agudos y generoso en el registro grave, no dudó en abordar el repertorio de barítono cuando la edad le robó su zona más alta. Así salvó lo que es indispensable para este cantante de innata teatralidad: estar arriba del escenario. Desde hace años, a veces empantanándose, canta papeles mucho más graves.
Y mal no le ha ido: ya tiene fechas anunciadas en Moscú, París, Suiza, Alemania. Y en mayo dirigirá la “Messa di Requiem” de Verdi en el Teatro Municipale di Piacenza, en Italia, porque Plácido Domingo también es, desde hace al menos 35 años, director de orquesta.
La representación de hoy será sin público, pero habrá un buen despliegue de cámaras, para que la actuación pueda verse el próximo domingo en ORF III, canal de la televisión austríaca que lamentablemente no llega a nuestro país en servicios de cable.
El año pasado, contrajo Covid-19 y se recuperó sin problemas. Su agenda se vio alterada por el cierre masivo de salas, aunque no por las denuncias en su contra, que salieron originalmente de una investigación de Associated Press: para esta agencia, según los primeros testimonios, las “depredaciones” del tenor eran un secreto a voces.
De todas las voces que se barajaron entre desagravios y acusaciones, quizás la más reconocida en el ámbito de la ópera fue la de la mezzosoprano alemana Brigitte Fassbaender, quien si bien nunca lo denunció, ya contaba en su libro de memorias cómo la haía besado a la fuerza actuando la ópera “Werther” de Jules Massenet (sobre el clásico de Goethe).
A favor, la propia viuda de Luciano Pavarotti, Nicoletta Mantovani, se negó a “cancelar” el testimonio de Domingo en la biografía que dirigió Robert Zemeckis: recordemos que junto a él y a José Carreras formaron “Los tres tenores”, una fábrica de espectáculos masivos que abrió el mundo de la ópera a las masas.
Otra voz a favor fue la feminista Camille Paglia, notable académica estadounidense, quien citó el caso de Plácido Domingo para ilustrar la posverdad y la conducta gregaria en las redes, donde se imparte justicia a través del escrache, sin importar si los hechos han sido probados o no.
Dijo: “Cuando se trata de un grandísimo artista como Plácido Domingo se produce un derrumbe de nuestra cultura. La gente ya no es capaz de diferenciar entre un hombre horrible como Harvey Weinstein y un gran artista como Plácido Domingo (...) Si hay pruebas concretas, lo acepto. Ahora bien, alegar que algo ocurrió sin aportar pruebas… No es así como deben funcionar las democracias modernas. No se pueden dejar de lado la equidad y la justicia porque estemos en medio de una cruzada política. Eso está pasando, el caos es absoluto “.
Por su parte, ha dicho poco. Solo se refirió en un comunicado a que creyó que siempre las relaciones que tuvo habían sido “bienvenidas y consensuadas”. También pidió perdón a las mujeres que lo acusaron, haciéndose responsable del “dolor” que causó en ellas.
Octogenario, Plácido Domingo no se bajará nunca de los escenarios y seguirá (manchado para algunos, rutilante para otros) ostentando su carrera de récords: ningún cantante tiene una carrera activa de tantos años (unos sesenta años), ni ha tenido tantos papeles, ni tan versátiles, en su historia: si quisiéramos recordar alguno, que sea el Otello de Verdi, registrado varias veces en disco, en videos e incluso en el cine, con la soberbia dirección de Franco Zeffirelli y la candorosa soprano Katia Ricciarelli como Desdémona.
Actuó en funerales, olimpiadas, mundiales y homenajes, como el que celebró los 20 años de la caída del Muro de Berlín. El 30 de julio de 1991, después de actuar en la Ópera Estatal de Viena, tuvo que salir a saludar 101 veces, en lo que fue la ovación más larga de la historia: casi una hora y veinte minutos. Otro de sus récords.