¿Por qué sigo en esta relación? Cuando el amor destruye de forma invisible

El vínculo con un perverso narcisista genera un tipo de dependencia muy difícil de eludir a la vez que carga de toda la culpa sobre la persona víctima de violencia emocional

¿Por qué sigo en esta relación? Cuando el amor destruye de forma invisible
Hay que detectar a tiempo las características de estas personalidades para no entablar esta relación tóxica.

Las relaciones tóxicas suelen estar marcadas por el vínculo entre una persona que comete extorsión o abuso emocional y una persona adaptable y empática pero también vulnerable y dependiente emocionalmente.

Entre los primeros síntomas que la persona vulnerable (víctima) comienza a detectar está el hecho de sentirse mal dentro de la relación, pero también fuera. Eso impide que rompa el vínculo. Por lo general, este tipo de situaciones se dan en relaciones en las que uno de los integrantes de la pareja tiene el Trastorno Perverso Narcisista.

Eugenia Ceballos, psicóloga cordobesa especialista en diagnóstico de la personalidad, explica que por qué la persona que está siendo sometida o maltratada -de manera invisible- no corta la relación, y si la termina, al poco tiempo vuelve a la relación, perpetuando el ciclo: “En general la persona que cae en una relación con un perverso narcisista es porque en su historia familiar también ha habido abuso, sexual, emocional, económico, de autoridad a través de la madre o del padre. Entonces esta persona, no puede registrar el maltrato porque tiene un programa de su historia familiar infantil de soportar el maltrato”.

Angustia y miedo son los sentimientos que dificultan salir de este tipo de relaciones.
Angustia y miedo son los sentimientos que dificultan salir de este tipo de relaciones.

Cabe aclarar que aunque hablamos de maltrato, en general no se trata de violencia física. Puede darse el caso extremo de que también haya golpes, pero por lo general el PN (perverso narcisista) apela a todo tipo de violencia invisible, justamente para no quedar en evidencia.

El perverso narcisista utiliza la descalificación velada directa, desvalorización, manipulación y siempre tiene una gran necesidad de controlar al otro. Estas acciones son llevadas a cabo hacia el interior de la pareja, por lo que el entorno pocas veces lo nota. A veces, ni siquiera las personas que conviven con la pareja se dan cuenta de lo que sucede.

Peor aún, como el PN suele presentarse inicialmente como alguien encantador, simpático, colaborador, extrovertido, divertido y demás actitudes positivas, si la víctima intenta contar lo que ocurre puertas adentro le resulta muy difícil que los demás le crean.

Por ejemplo, el caso de una mujer que había transitado un embarazo difícil y un parto muy complicado. Tiempo después, el marido comenzó a mostrar preocupación por la “salud mental” de ella a sus espaldas, sugiriendo entre sus amigos que “temía tener que internarla”, con lo cual, cualquier reclamo por parte de su esposa quedaba velado bajo el manto de supuesta insanía mental a la vez que preparaba el terreno para posibles infidelidades de él y hasta un futuro abandono de la relación.

Para Marie France Hirigoyen, psiquiatra francesa especializada en acoso moral y psicológico, la violencia perversa es difícil de detectar por las personas externas a la relación y es negada por el agresor, que se niega a asumir su responsabilidad en el problema y culpa a la víctima.

Para la psiquiatra esto constituye una violencia adicional, que recae sobre la víctima cuyo testimonio es despojado de credibilidad, lo que genera una violencia reactiva en ésta.

La violencia del perverso es indirecta, no deja marcas físicas ni heridas pero sí daños psicológicos que pueden ser de por vida. Esto constituye un tipo de acoso moral, es decir una repetición frecuente, intencionada, indirecta e invisible.

Pocas veces ocurre que el entorno de la víctima comienza a notar ciertas actitudes, miradas, bromas que están en disonancia con lo que conocemos como “amor sano”. Es ahí cuando amigos o familiares empiezan a indagar para saber si está todo bien dentro de la relación entre el PN y la víctima. “La persona que no tiene incorporado el maltrato de toda la vida, al toque lo capta” y casi siempre, la persona víctima niega los hechos y hasta defiende a su pareja con frases como “siempre fue así”, “ese es su sentido del humor”, “es un poco celoso” o cualquier idea que justifique la acción velada del PN.

Este tipo de vínculos se caracterizan por una violencia que no se ve desde el exterior de la pareja.
Este tipo de vínculos se caracterizan por una violencia que no se ve desde el exterior de la pareja.

Un indicador clave es cuando la pareja no progresa, no puede tener objetivos en común o, si los tiene, nunca logra concretarlos, a la vez que están contínuamente en una maraña de discusiones y peleas por cuestiones que - a veces - ni siquiera son reales.

“Si la persona no puede dormir, se siente depresiva, tiene conflictos permanentes con la pareja, viven discutiendo y además no se cumplen los acuerdos, hay que advertirle al paciente de que está en una relación tóxica y cuáles pueden ser las consecuencias”, especifica la psicóloga.

Ante esto, no quedan muchas alternativas. El PN no considera la responsabilidad como propia y endosa la culpa a su pareja y, por conveniencia o por perversión, la envuelve en un sinfín de peleas-arrepentimiento-perdón-reconciliación-peleas nuevamente, que terminan agotando a su víctima y quebrantando su voluntad.

“Lo mejor es huir, (de la relación) porque el PN no cambia, es una estructura mental y una forma de estar en el mundo”, asegura Eugenia Ceballos.

La única forma de escapar de este vínculo es cortando todo tipo de comunicación. El problema es que, a veces, utiliza un vínculo ineludible, como el de padres e hijos, o el de ex pareja con hijos de por medio.

“Es importante la educación social y comunitaria. Leer y observar lo que ocurre con su pareja es una buena forma de empezar a entender el vínculo”, dice Ceballos, y pone un ejemplo surgido en consulta: “Justo antes de la cuarentena tuve un caso de una chica que nunca había hecho terapia. Su pareja la obligaba a estar con otras personas, tipo swinger. Ella decía que lo amaba, pero si eso fuera un amor nutricio, no lloraría ni se angustiaría, no viviría esas experiencias en contra de sus deseos y de su propia moral. Accedía porque él le decía que si no la dejaba, haciendole chantaje emocional”.

Lo que suele ocurrir es que ante este tipo de hechos, pedidos o actitudes, la personas que es víctima, hace todo lo posible para mantener la relación porque el perverso narcisista activa la herida (inconsciente) del abandono que la víctima tiene. Eso genera angustia y miedo, por eso no puede salir del vínculo.

“Sí o sí cuando esto se empieza a ver hay que hacer terapia, porque muy pocos casos salen solos y muchas veces no le cuentan a nadie por miedo y por culpa”, asegura la psicóloga cordobesa.

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