Es abrumadora la cantidad de biopics que nos ponen a disposición las plataformas. Y vendrán incluso muchas más en los próximos meses. Las recibimos con gusto, las maratoneamos y después emitimos juicios no sólo sobre ellas, sino sobre los personajes (más o menos reales, más o menos ficticios) que las protagonizan.
Pero cada vez que una serie o película de esta clase se vuelve un fenómeno (como “Luis Miguel, la serie” (cuyo último episodio de la segunda temporada se estrena hoy por Netflix), tenemos que hacernos una pregunta obligada: ¿somos lo suficientemente conscientes de que lo que vemos es más ficción que realidad?
La discusión se mueve entre los que opinan que las biopics deberían ser fieles a la verdad y los que minimizan los hechos inventados, pues el objetivo no es informar a la audiencia, sino entretenerla.
A continuación, tres factores que hay que tener en cuenta y nos pueden llevar a entender mejor esta discusión.
1- Son herederas de la literatura
Las biopics son ante todo ficción, no documentales. Y además, son literatura: no solo porque tienen su esqueleto en un guion escrito, sino porque las biopics son la transposición audiovisual de algo que en la literatura existe desde hace mucho tiempo: primero, las biografías noveladas, relatos que se basan en hechos reales pero que tienen episodios narrativos inventados, sobre todo para hacer más amena la lectura; segundo, porque muchas se manejan con la hibridez deliberada de la “literatura de no ficción”, o “faction” (unión de “fact” con “fiction”), donde elementos de la realidad y la ficción se confunden con plena libertad.
Concretamente, nadie muy sensato se atrevería a formular un juicio sobre Perón o sobre Evita apoyando sus argumentos en “La novela de Perón” o “Santa Evita” de Tomás Eloy Martínez. Sin embargo, la segunda pronto tendrá una versión como miniserie protagonizada por Natalia Oreiro y, arriesgamos, eso generará tensos cruces entre historia real e inventada.
Pero hay un hecho más profundo que hace que las biopics sean una invención literaria: son los guionistas los que tienen el gran desafío de descubrir, en cada personaje, el sentido que atraviesa sus vidas, lo que hace que en definitiva una biopic se justifique y sirva de relato ejemplificador y orgánico.
En ese sentido, cada biopic es un montaje de escenas a las que se les ha querido dar una cierta unidad, un sentido a través del tiempo: como cuando la desaparición de Marcela Basteri influye pasado, presente y futuro de Luis Miguel o como cuando el femicidio de Alicia Muñiz sirve para disparar la narración de la propia vida de Carlos Monzón.
A veces el montaje corresponde en cierta manera con el devenir vital, aunque bastante simplificado, del personaje: el ascenso de un ídolo (“Jobs”) o su decadencia (“Judy”). Pero a veces resulta un mero artificio. Como “Bohemian Rhapsody”, donde se invisibiliza en gran parte la homosexualidad de Freddie Mercury y se omiten los detalles menos “espectaculares” de su vida (que aún así influyeron mucho en su carrera).
Algunos showrunners juegan con la ambigüedad y otros directamente la rechazan. Como cuando, después de la reacción adversa de los familiares del diseñador “Halston” (reciente miniserie de Netflix), el director Daniel Minahan se defendió: “Creo que todos tienen derecho a una opinión. Esto no es un documental, es una serie dramática”.
2-Sirven de propaganda
Por esa enorme capacidad de camuflar mentiras y maquillar verdades es que las biopics se vuelven fácilmente panfletos y vehículos de propaganda.
A veces el tono celebratorio con el personaje es un detalle inocuo, como en “Luis Miguel. La serie”, pero a veces puede abonar a que se forme una memoria errónea sobre algunos personajes que influyeron en la vida real de las personas: desde Winston Churchill (“Las horas más oscuras”) hasta Margaret Thatcher (“La dama de hierro”).
Está claro que en general están destinadas a ennoblecer al personaje en lugar de golpearlo, pero incluso así hay que evitar llevar linealmente a la realidad lo que vemos en una pantalla.
3-Son difíciles de encuadrar en la ley
Las biopics son muy comúnmente materia de disputas legales. Quizás el caso paradigmático sea la serie “The Crown”, que en su cuarta temporada cosechó muchas críticas por parte de la casa real británica por reflejar de manera inexacta la historia reciente de ese país y a la propia Isabel II (para algunos la retrata de una manera demasiado severa y para otros demasiado bondadosa).
Recordemos que el conflicto escaló hasta que el propio Gobierno Británico le pidió a Netflix que incluyera un mensaje al principio de cada episodio, recordando al espectador que, pese a estar basada en hechos reales, es principalmente un producto de ficción. Netflix se negó.
Son varios los factores que están en el medio de estas disputas, y uno es el país donde se graba la película o serie. “Así, mientras que en Estados Unidos hay bastante margen para la creatividad, en España y otros Estados europeos rige un marco constitucional bastante restrictivo que protege el derecho fundamental al honor y la intimidad de las personas citadas o representadas”, explicaba la abogada Maitane Valdecantos, experta en este tema y responsable del área audiovisual de Audens, al diario El País de España el año pasado.
Lo cierto es que no todas las denuncias llegan a tener el efecto de la que interpuso Isabel Pantoja ante la miniserie “Mi gitana”. Después de falsear y relatar de manera tendenciosa su paso por la cárcel, Telecinco, la productora, tuvo que indemnizar a la cantante con 10 mil euros. Una cifra mínima del enorme dinero que movilizan estas producciones.
En nuestro país, se avecina un escándalo relacionado: “Maradona, sueño bendito”, la miniserie que próximamente estrenará Amazon Prime Video, presenta a Claudia Villafañe de una manera no muy amistosa, lo que habría sido un pedido del propio ex futbolista, quien la autorizó antes de morir.
Lo curioso es que Villafañe ya tiene un vínculo de cariño y empatía con la gente, que se fortaleció aún más después de ganar “MasterChef Celebrity”. El estreno, además de disputas legales, ocasionará polémicas y versiones cruzadas que pondrán el tema de esta nota nuevamente sobre la mesa.