Rafael Mauleón Castillo y las Brigadas Líricas - Segunda Parte

Marta Castellino profundiza en la figura y la importancia de este “hombre puente”, quien supo liderar una empresa editorial que unió las literaturas de todo el continente.

Rafael Mauleón Castillo y las Brigadas Líricas - Segunda Parte
Caligramas diseñados por Rafael Mauleón Castillo.

En la nota anterior nos referíamos a Rafael Mauleón Castillo (1902 - 1969) como un “hombre puente”, citando una breve esquela del escritor dominicano Franklin Mieses Burgos, fechada el 1 de octubre de 1949, y que figura en un cuaderno propiedad de la familia Mauleón (agradezco nuevamente a “Pampi” y “Tori”, hijos del poeta, que me permitieron acceder recientemente a esta documentación invaluable).

El texto completo es el siguiente: “Rafael Mauleón Castillo es en América, lo que podríamos llamar un hombre-puente; y lo es porque ha logrado vincular con su labor de las ‘Brigadas Líricas’ solitarias islas de emoción en un maravilloso continente de poesía”. En un sentido similar se expresa Guillermo de Torre, cuando manifiesta, en breve nota fechada en Buenos Aires en 1948, que el escritor radicado en San Rafael: “es uno de los pocos espíritus que poseen la conciencia total de América. Esta excepción se produce naturalmente, no en ninguna capital, sino en la íntima ciudad de San Rafael […] el ancho circuito de sus ‘Brigadas Líricas’ […] supera los Andes, vence las fronteras y son testimonio de una voluntad americana”.

También Antonio de la Torre, en su Itinerario poético cuyano (1980), lo reconoce como “alentador del movimiento artístico de San Rafael” y lo llama “antena cordial de las novedades artísticas de Europa y América” (86). Finalmente, su coterráneo Abelardo Arias lo alaba en estos términos: “Bien está que en estos tiempos de miedo, de sometimiento y de vasallaje del espíritu, existan hombres como Rafael Mauleón Castillo, en quienes la pasión por la libertad se une a la acción insobornable. ‘Brigadas Líricas’ es el instrumento con que fraternalmente extiende a América esta actitud fundamental”. La nota está fechada en 1949 y tiene la misma procedencia de las anteriores.

Entonces, cabe preguntarse: ¿qué fueron las “Brigadas Líricas”, tan elogiadas por escritores de fuste como los citados? La respuesta comenzamos a encontrarla en las palabras de Gloria Videla de Rivero (2000), quien en Revistas Culturales de Mendoza (1905-1997), en la entrada correspondiente a “Brigadas Líricas; Cuadernos de América y Europa (San Rafael, Mendoza)” expresa que se trató de una empresa editorial que alentó, entre 1936 y 1964, ese auténtico promotor cultural que fue Mauleón.

Tal empresa consistió en la publicación, primero anualmente y luego con una frecuencia irregular, de una selección de autores de dos continentes, aunque preferentemente americanos. De hecho, hay solo tres europeos, tal como se deduce del pie de imprenta de “Non sanno d ‘essere morti” (1955), edición bilingüe del poeta Vittorio Serení: el libro en cuestión “é il secondo di una serie di Quaderni dedicati alla poesía europea”. Los otros volúmenes de autores no americanos son el de René Char, “Choix de poémes” (Francia, 1953) y “Tiempo de amor”, de Lucio Ballesteros Jaime (España, 1957).

El resto de las publicaciones es un auténtico rosario de integración continental: las “Irradiaciones Poéticas de Brigadas Líricas” (primera parte de la publicación), está integrada por catorce números, a saber: N° 1 “Congo” (1936), poemas de Vachel Lindsay (Estados Unidos de N. A.); N° 2 “Festival de agua y viento” (1936), de Benjamín Morgado (Chile) que –como aclara Videla de Rivero son “poemas representativos del “runrunismo chileno”; N° 3 “El aire unánime” (1937), de Cipriano Santiago Vitureira (Uruguay); N° 4 “Diapasón” (1939), de Carmen Alicia Cadilla (Puerto Rico); N° 5 “La canción herida” (1944), de Luis Nieto Miranda (Perú); N° 6 “Bahía del amor” (1946), de Enrique Castellanos (Venezuela); N° 7 “Presencia” (1947), de Ramón Guirao (Cuba); N° 8 “Presencia de los días” (1948), de Franklin Mieses Burgos (Santo Domingo); N° 9 “Esa negra Fuló y otros poemas” (1949), de Jorge de Lima (Brasil); N° 10 “Suite de amor, angustia y soledad” (1951), de Claribel Alegría (El Salvador); N° 11 “Cielo de poesía” (1952), de Oscar Echeverry Mejía (Colombia); N° 12 “Zona en territorio del alba” (1953), de Eunice Odio (Costa Rica); N° 13 “Dos poemas” (1955), de Wilberto Cantón. (México); N° 14 “Día vegetal” (1961), de Romelia Alarcón Folgar (Guatemala) y, sin número, “Fuera de periplo”; (“Albricias de la patria”), de Rafael Leonardo Barros (Argentina).

Con los cinco números de la segunda etapa, denominada “Radicaciones Poéticas”, ingres la poesía mendocina en la colección pues aparecen, con el N° 1, “Las búsquedas” (1952), de Rafael Mauleón Castillo y, con el N° 5, “El ser particular” (1960), de Beatriz Menges Francois. Se reiteran algunos nombres ya publicados anteriormente, como el de Alberto Baeza Flores, que con el N° 2 publica “Nostálgico Sur” (Cuba, 1952), o Enrique Castellanos, que bajo el N° 4 edita “Júbilo en la montaña” (Venezuela). Con el N° 3 se incluye el “Canto Nacional” (1958), de Juan Carlos Díaz Usandivaras (Argentina).

Con la publicación de estos autores, la colección alcanzó una merecida repercusión continental, tal como se advierte, por ejemplo, en una reseña aparecida en Aiape (Órgano por la defensa de la cultura), publicación de la agrupación de intelectuales, artistas y periodistas (enero-marzo 1940 AÑO IV. N° 30), con motivo de la publicación de “Diapasón”, de la poetisa portorriqueña Carmen Alicia Cadilla: “Animadas por el espíritu de un generoso luchador, Rafael Mauleón Castillo, aparecen en San Rafael, Mendosa, las ediciones Brigadas líricas que eligen un poeta de cada país de América para imprimir una selección de sus obras y lograr así una verdadera voz coral del continente”.

Los autores escogidos responden a un cuidadoso proceso de selección, en el cual Mauleón Castillo no vaciló en recurrir a quienes consideraba autoridades en la materia. Así lo pone de relieve el testimonio de Alberto Baeza Flores: “En 1953, mi amigo el poeta argentino, Rafael Mauleón Castillo, me pidió le seleccionara para sus ‘Brigadas Líricas’, editadas en Mendoza, San Rafael, Argentina, la zona centroamericana. Debía ser un poeta de cada país, para representarlo. Eunice Odio, ya muy vinculada a El Salvador y Guatemala, era, entonces, la mejor voz lírica centroamericana, la más original. Le pedí que representara a Costa Rica y ella dijo que sí, y así figura en “Brigadas Líricas” […]” (1974: 38).

También preocupó al editor la gráfica de cada publicación, que era compaginada, amorosa y artesanalmente, por toda la familia. En tal sentido debe señalarse que el Director estético fue Juan Pi, autor de las ilustraciones de tapa, y Gildo D’Accurzio fue el Asesor técnico. Pero el propio Mauleón se encargó de diseñar los pies de imprenta que asumen formas variadas y diferentes en cada volumen, a modo de caligrama. El caligrama, como sabemos, es un texto cuyo propósito es formar una figura acerca de lo que trata el poema, y así, la tipografía se arregla o configura de tal manera que crea una especie de imagen visual.

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