“1972” era una deuda pendiente para Raly Barrionuevo. Las canciones que grabó junto a la pianista fallecida Elvira Ceballos esperaban tomar vuelo. También necesitaba volver al sonido de la infancia, reencontrarse con sus afectos, recorrer la fibra más íntima de su historia, soltar y poder sanar.
Le llevó su tiempo, pero tras pasar unos días junto a su familia en Catamarca decidió que era momento de darle forma a este proyecto que había comenzado y aún no tenía un cierre. Y finalmente en junio editó en formato digital y físico su decimoquinto álbum, con un compilado de quince canciones que lo acompañaron a lo largo de la vida y que lo devuelven al patio de su casa, las ausencias y el paisaje de su Santiago natal.
Un trabajo especial que merecía una celebración diferente. Alejado de los escenarios, decidió presentar el disco en un programa radial que fue difundido en simultáneo en varias emisoras del país, en el que recorre el repertorio del álbum y en una conversación con la escritora cordobesa María Teresa Andruetto desanda su historia, sus pesares y la relación con su padre.
“Tenía que terminar este disco, que fue un proceso hermoso y a la vez fue cerrar y dejar ir un trabajo que tenía avanzado, pero inconcluso. Porque cerrarlo lleva su tiempo. Después de principio de año que fui a Catamarca a pasar el verano con mi familia, en el viaje sentí que tenía que retomar el proyecto y finalizarlo. Lógico que lo más fuerte del disco es que toca Elvira Ceballos que ya no está en este plano. Y también tenía la intención de cerrar el último trabajo que hicimos juntos y dejarla descansar”, cuenta sobre este trabajo en donde muestra a un Raly intérprete con otro estilo.
“Zamba de la añoranza”, “Si yo fuera Río”, “Calle Angosta”, “Vallecito”, “Patio de la Casa Vieja” y “Alfonsina y el Mar” son parte de las canciones que compiló en este álbum que lleva el nombre del año en que nació y cuya portada es una foto de su infancia, junto a sus padres Olga del Carmen Toledo y Segundo Rosario Barrionuevo. Además, el trabajo cuenta con la colaboración de Luis Chazarreta, Carlos García y Daniel Barrionuevo.
“He tenido una catarsis muy fuerte en la presentación, que no lo hizo sin ningún morbo, sino de expresar el porqué de este disco, que está relacionado a “Radio AM”, un trabajo ligado a mi mamá y necesitaba unirlos y cerrar la historia de mis padres y mi familia. Y eso puede llegar a tocar la experiencia de muchos, porque la sanación de historias familiares lleva sus procesos, pero en ese sentido me siento en paz porque con este disco hice una sanación muy amorosa. Y me alegra que me interpreten desde ese lugar”.
-¿Cómo intérprete se resignifican esas canciones que te acompañaron a lo largo de la vida?
-Eso fue muy divertido, porque la voz mía no suena muy Raly Barrionuevo por el momento. Creo que la única canción que suena con mi voz es “Alfonsina y el mar”, porque no está grabada en el contexto de este disco. Esa canción está en vivo y no está tocada con piano acústica. Porque nosotros quedamos grabarla con Elvira, pero partió antes. Entonces buscando los archivos encontramos esa versión en vivo y con la posibilidad de mezclar los canales.
Pero en los temas más cuyanos juego más con la voz. Como la voz de Hilario Cuadros que me remonté a esos cantores, con una voz cuasi gangosa. Y coloqué la voz de otra manera cantada arriba. Es un juego de conmemorar esas voces y me di cuenta que lo podía hacer. Es parte de meterme en ese sonido que escuché tanto de pequeño.
-¿Cómo surgió la elección del repertorio?
-Básicamente son las canciones que escuché de chico y se suman otras, como “Febrero en San Luis”, que tiene que ver con mis últimos años. Cuando viajé a San Luis, la escuché cantada por Algarroba.com y me gusto mucho, además la escribió Néstor Basurto. Iba a grabar otra tonada, pero elegí esa. Son todas canciones que formaron parte de mi infancia.
Un merecido descanso y un regreso lejano
Exponentes y voz del folclore, el trovador santiagueño decidió poner un freno a sus agitados años entre festivales, giras y una rutina marcada por los conciertos. Antes de la pandemia, Raly necesitaba un respiro y decidió llamarse a cuarteles de invierno y alejarse de los escenarios.
“Cuando finalizaron los festivales del verano en 2020 tomé la decisión de retirarme un tiempo. Mínimo voy a parar dos años, pero parar en serio y revisar que quería hacer. Y me siento todavía retirado. Y tenía una deuda pendiente con este disco, pero a la vez estoy abstraído de todo”.
-Decidiste detenerte y justo coincidió con la pandemia, ¿extrañas los escenarios?
-Sinceramente no extraño nada. Venía muy cansado, cuando vuelva no sé cómo voy a hacer porque tengo una fiaca de salir (ríe). Tengo cara de joven pero soy grande, y vengo desde chico tocando. Pasé momentos duros, donde dormía en cualquier lado, pasé hambre, los últimos años me fue mejor y tuve un reconocimiento. Pero venía muy cansado y me permití la posibilidad de preguntarme cómo voy a seguir. Paré y justo vino todo esto, parece que hubo una conexión. Y cuando dije de parar pensé en la posibilidad de no volver a tocar, pero con alegría lo digo. En algún momento tengo que volver, pero no tengo hijos que mantener, solo un par de gallinas y perros (ríe). Aunque me planteo volver a tocar solo con la guitarra.
Y este tiempo me ha dado el gusto de grabar con mucha gente, de otros países, en otros idiomas. De sentirme libre, sin ataduras, de conectar con la música desde un lugar infantil. Y a la vez estoy conectada con otra gente que no puede parar y está sufriendo la necesidad de trabajo. Pero quiero disfrutar mi momento. Estoy jubilado (ríe).
-¡Te jubilaste muy joven!
-Y bueno, hay que jubilarse super bien, para disfrutar muchas cosas que de grande tal vez no se puede.
-Más allá de este parate, ¿qué es lo que te preocupa en estos tiempos?
-Asustan muchas cosas en estos tiempos. La carencia del abrazo, el juntarnos y apostar al abrazo colectivo. Este momento ayuda a la invisibilización de las problemáticas como la minería. En marzo cuando fui a Catamarca estuve en contacto con la gente de Andalgalá y es impresionante cómo se tapa todo con la pandemia. Es macabro como se manejan las negociaciones y este parate general viene justo a todos lo que hacen sus negocios. Y acompaño esas luchas desde el lugar que puedo.
-Aunque disfrutas de este retiro transitorio ¿Cuál es tu anhelo como artista?
-Lo que quiero es compartir amorosamente con la gente la música. Ahora estoy grabando con una chica de Brasil también en Estados Unidos. Creo que he compartido con muchos músicos que jamás pensé. Si en un futuro me gustaría hacer un disco de canciones mías. Y este disco no voy a tocarlo porque ya no está Elvira y no tiene sentido. Pero todo lo que se dé genuinamente es bienvenido.
-En tu plan de trovador ¿te darán la posibilidad de participar en los festivales?
-Y no sé. Ya se terminó la época de los Cafrune, de los Yupanquis que iban con su guitarra. Por ahí vuelve la música de verdad y se deja de hacer tanto playback en los festivales. Por ahí entra la música folclórica y aflojan un poco con el pop latino (ríe). Me puse ácido, no quiero hablar de más.
La verdad es que la cultura al ser manejada desde el centralismo porteño se desvirtúa todo, y se pone al rock como la música nacional y no lo es. Tampoco el folclore es una chacarera solamente. Y esa música es muy valiosa y creo que es un aporte. Acá hay buenos creadores, pero no es nuestra música. Para mí nuestros héroes son un Atahualpa Yupanqui, Luna, un Falú. Pero esa cultura que mira siempre para Buenos Aires nos hace generar confusión.
-¿Pero no rescatás nada del rock nacional?
-Hay grandes creadores como Spinetta, Fito o Charly, que son creadores increíbles. Pero son artistas que beben de otros ríos para hacer su música. Y así lo marca el centralismo porteño, esa es la música nacional. Y a mí eso no me va.