“No soy tan fiel al género policial”, le decía a este diario en abril del año pasado Claudia Piñeiro. Era la ocasión de hablar de su reciente novela, “Catedrales”, editada por Alfaguara, que no tardaría en convertirse en uno de los bestsellers de la pandemia. En ese entonces, destacaba que el género venía corriendo sus límites y que muchos autores que habían ganado premios como el de la Semana Negra de Gijón, la meca en habla hispana de este género literario, no hacían el “clásico policial”.
Lo reivindica ahora la inclusión, en esa misma lista de ganadores del Premio Dashiell Hammett de Gijón, del propio nombre de la argentina. Y lo ganó con esa misma novela, protagonizada por una mujer que deja de creer en Dios después de que asesinan a su hermana menor. El conflicto religioso, y cómo fue que falleció, desatan este relato coral, donde abundan hipocresías y secretos familiares.
Una novela que vibra de actualidad: femicidio, aborto clandestino, la discusión sobre el papel de la Iglesia en el Estado. Como es norma en las historias de Claudia Piñeiro, el papel impreso y las calles se sintonizan en temáticas e inquietudes.
El jurado destacó también eso. Para ellos, “Catedrales” está “comprometida con la más cruda realidad que puede afrontar una mujer a causa de la hipocresía y los prejuicios religiosos”.
“Catedrales” es la historia de Ana, que apareció sin vida en un baldío treinta años atrás. Su cuerpo había sido descuartizado y quemado: un asesinato y la forma de ocultarlo, parece. Pero hay una amiga que dice que en realidad murió en sus brazos. Hay otra hermana, rígidamente católica. Interviene un seminarista y es relevante -y entrañable- el papá de Ana, que nunca deja de buscar la verdad.
Ese crimen antiguo es el que se resuelve, con técnicas que tuercen el policial, en la novela, en la que no es menos relevante la trama familiar, las convicciones, los mandatos y las apariencias.
“Premio Hammet para Catedrales. Me puse a llorar y no pude twittearlo. ¡Estoy feliz!”, tuiteó la escritora minutos después de recibir el premio. En las horas siguientes, hablando con los distintos medios españoles, confesó que éste era el único premio que había deseado siempre ganar. En efecto, para una escritora que siempre “escribe con muertos” (como suele definirse ella), obtener el Premio de Gijón es la consagración máxima.
Ser una de las finalistas motivó que Piñeiro desafiara las restricciones de la pandemia y se arriesgara a viajar a España a principios de este mes, para participar de las charlas y presentaciones del Festival. Durante la premiación se mostró contenta de haber decidido ir a pesar de todo: “Estoy muy feliz porque me costó venir y ahora más me va a costar volver”, insinuó.
Piñeiro, feminista y militante de la Campaña Nacional por la Despenalización del Aborto, donde tuvo un rol destacado, unió el argumento de “Catedrales” con la propia realidad: “La historia de la protagonista podría haber sido la historia de muchas argentinas y latinoamericanas, podría ser actual” y advirtió que en verdad “puede darse en cualquier país en el que no se tengan en cuenta la violencia contra las mujeres y las disidencias”. Así presentaba la novela en los días previos a saberse ganadora.
Atea confesa, también implantó la crítica a la Iglesia Católica y, en efecto, ya había dicho a este diario en la entrevista anteriormente citada que “la sociedad argentina debe dar la discusión de la separación de la Iglesia y el Estado”. “La próxima revolución será la de los ateos que salgan del closet”, dijo con más picardía en una nota de Clarín.
Hace pocas semanas editó en Alfaguara “Cuánto vale una heladera y otros textos de teatro” y como guionista también viene trabajando intensamente.
Es esperable que parte de esa mirada anticlerical se filtre en su próximo proyecto para Netflix, “El Reino”. Aunque la primera temporada aun no estrena (lo hará el 13 de agosto), ya está trabajando en la segunda, junto al director Marcelo Piñeyro. La ficción, protagonizada por Diego Peretti, Mercedes Morán, el Chino Darín y Vera Spinetta, es un thriller sobre un político conservador que se echa en brazos del evangelismo para tratar de ganar votos.
La expansión de un género
Piñeiro compitió en el premio al lado de Marta Sanz (“Pequeñas mujeres rojas”, la novela que la escritora argentina creía que iba a ganar), Alberto Gil (“Las jaurías”), Elia Barceló (“La noche de plata”) y Lorenzo Silva (“El mal de Corcira”).
Todos coincidieron, durante las charlas del festival, en que discutir los géneros literarios es hoy por hoy casi una antigualla. Para algunos es un “corset”, para otros “no van a ningún lado” y a otros les aburre hablar de cuestiones de “pureza”.
El policial, ese mecanismo de narración y deducción inaugurado por Edgar Allan Poe hace casi dos siglos, sigue vivo, pero de otra forma. “El policial va a responder a la pregunta ‘quién lo o la mato y por qué’. Y me parece que mis novelas no van a responder eso. En mis novelas uno ya sabe esas cosas”, nos explicaba Piñeiro el año pasado.
“Dos grandes vectores atraviesan las cinco novelas finalistas, distintas por otro lado en casi todo lo demás: el peso de la memoria y su carácter social”, observaba el periodista Juan Carlos Galindo, corresponsal en la Semana de Gijón, en un artículo de El País de España.
En el caso de “Catedrales” eso se traduce en el papel que toman las mujeres en la trama. “Tiene que ver con las mujeres, con los derechos de las mujeres, con cómo la sociedad trata a las mujeres”, resumía Piñeiro sobre esta novela negra, un género considerado por otra parte masculino, donde abundan detectives hombres y donde, en general, se premian escritores varones. Baste esta estadística: solo dos mujeres han ganado el premio más importante de la Semana Negra en 33 años (Cristina Fallarás en 2012 y Berna González Harbour el año pasado). Piñeiro es la tercera y la primera argentina.
Otra argentina premiada
Por su parte, la escritora Ana Llurba, una cordobesa nacida en 1980 y radicada en Barcelona hace años, ganó el premio Celsius a la mejor obra de ciencia ficción y fantasía con la novela “Constelaciones familiares”, la misma distinción que el año pasado se llevó otra argentina, Mariana Enriquez. Llurba no pudo participar de la premiación porque, según explicaron los organizadores, debió viajar a Berlín para atender asuntos familiares.
“Constelaciones familiares” reúne trece relatos sobre la amistad, la exploración de la sexualidad, rituales de paso típicos de la adolescencia y experiencias como la maternidad, los vínculos con otras especies y hasta con seres mitológicos o sin agencia humana.
Además de Piñeiro y Llurba, este año fueron finalistas las argentinas Paula Rodríguez por el Premio Memorial Silverio Cañada con la novela “Causas urgentes” y Gabriela Saidon por el Espartacus, con la novela “La reina”.
Por otra parte, este año, el premio Espartacus a la mejor novela histórica en español fue para “El cocinero y la ostra” de Lucía Núñez.
El Premio Memorial Silverio Cañada lo recibió “Arena” de Miguel Ángel Oeste y el galardón Rodolfo Walsh a mejor obra de no ficción de género negro fue para “Aquí no hemos venido a estudiar” del periodista y ensayista Enric Juliana.